Cientos de historias
custodian las tumbas del Cementerio Municipal de Corozal y muchas son conocidas
por Francisco Vides, sepulturero, que desde niño recorre este remanso del eterno
descanso de los muertos.
En la mitad de este
camposanto está un viejo árbol de trébol que según Francisco, siempre ha estado
en ese lugar, pues en todo cementerio debe haber uno.
"Cuentan que debajo de las raíces de
este árbol hay un hombre enterrado por ello su familiar cada 2 de noviembre
llega y deja una corona de rosas en el tallo del mismo", contó Vides.
Lo mismo ocurre en la
iglesia donde para la misma fecha un hombre deja una vela y flores en el centro
del templo, pues asegura que cuando se construyó sus padres quedaron debajo.
Al recorrer los
pasillo del cementerio, entre las tumbas y el silencio propio de este espacio
Vides asegura que desde niño le gustó llegar a este camposanto sin sentir temor.
Allí aprendió a hacer tumbas, a sepultar y sacar muertos que cumplieron su
siclo.
Recordó que lo
primero que conoció al llegar al cementerio es que antes a los muertos los
enterraban de pie y alcanzó a ver la única tumba que quedaba en esas condiciones,
pero la tumbaron, para construir más. Además, torero que mataba un toro debía
ser sepultado en la calle y en las que rodean al cementerio de Corozal hay
varios.
"Lo primero que
supe cuando aprendí enterrar es que el muerto debe quedar con los pies hacia
afuera, es decir debe mirar para el cementerio y no para la calle porque de los
contrario se llevaría a varios de sus familiares", explicó Vides.
Afirma que conoció la
historia del papá de un profesor que falleció y lo enterraron con los pies
hacia la calle. A los dos meses se llevó a un familiar que no estaba enfermo
por lo que a los pocos meses regresaron los familiares a "componer"
al muerto.
Antes las tumbas eran de 2 varas de profundidad
y demoraban dos días cavándolas.
Explicó que el
terreno que hoy conforma este camposanto está repleto de cadáveres, por ello
las tumbas o nichos ahora son construidos uno encima del otro. Hay quienes aún
recuerdan en qué parte del lote está su familiar y no permiten que sobre ese
espacio se construya otra.
Uno de los muertos
más antiguos en este cementerio es un gitano al que cuando lo sepultaron le
echaron todas sus pertenencias entre las que había monedas, cadenas y anillos
en oro, además, un pavo relleno, mucha comida y un arma de fuego, pero encima
le vaciaron cuatro placas de concreto puro para que la tumba no fuera saqueada.
"Los familiares
de este gitano demoran en venir, pero saben que allí esta el que una vez fue el
jefe. La última vez que visitaron su tumba, hace 2 años, encontraron que encima
de la tumba habían construido otras, lo que originó una disputa",
manifestó.
La historia que más
lo ha marcado ocurrió cuando enterró a su madre y sacó los restos de su padre.
Por primera vez Vides tembló y lloró ejerciendo el oficio de sepulturero.
Con pocos meses de
nacido el padre de Vides falleció por lo que creció con el cariño de su mamá.
Hace 5 años la madre falleció, pero su deseo antes de morir era que la
sepultaran en la misma tumba de su esposo.
"Ese ha sido el
día más duro de mi vida y en el oficio de sepulturero. Me tocó sacar a mi papá
de su tumba manosear sus huesos, ponerlos en un lado y abrirle espacio a mi
madre, para que los dos quedaran juntos después de 54 años", precisó
Vides.
Asegura que esa tumba
es sagrada y se puede morir el que sea, pero mientras él esté vivo de ahí no
sacan a sus padres.
Dice que se quedó con
un hueso de un dedo de su padre y lo guarda como el tesoro más valioso que
tiene.
Cuenta además que lo
que más rabia le da es ver como algunas mujeres llegan a visitar a sus esposos
con pocos meses de fallecidos acompañadas de sus nuevos compañeros
sentimentales.
Estas son algunas
pocas de las muchas historias que Vides ha visto en el cementerio, que por ser
lugar de muertos no significa que sea de quietud.
Fuente: http://www.elmeridianodesucre.com.co/component/k2/item/44761-lugar-de-muertos-no-de-quietud
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