Por Ana Carbajosa, fotografía Luis Sevillano
Las manos chatas de
Mohamed Riani han enterrado a cientos de cadáveres en el cementerio de Griñón,
cercano a Madrid. Aquí, bajo una espesa maleza, descansan los cuerpos que Riani
ha sepultado mirando a La Meca, recostados a la derecha y envueltos en paños
blancos, pegados a la tierra como manda el rito islámico. Damasco, Jerusalén,
Teherán… Las lápidas con caligrafía árabe desvelan el origen de los fallecidos.
Griñón es el único
cementerio islámico de Madrid, la comunidad autónoma con mayor número de
musulmanes, 200.000. Pero es también el lugar en el que los musulmanes de toda
España han enterrado durante años a sus muertos, porque aquí se podía sepultar
sin ataúd, como ordena el Corán y a precio de saldo. Cuando el cementerio pasó
a manos del Ayuntamiento el pasado octubre, aplicó la ley de sanidad mortuoria
de Madrid, que obliga a enterrar con féretro y a pagar tarifas fijas, sublevó a
la comunidad musulmana, que exige entierros que respeten su rito, como se
comprometió el Estado en los acuerdos de cooperación hace 20 años.
Los vaivenes del
conflicto de Griñón han resultado ser una buena ilustración de la ignorancia y
la desconfianza mutua que gobiernan las relaciones entre la Administración y
los musulmanes en España. Atestiguan también la creciente asertividad de los
jóvenes musulmanes, más dispuestos que sus padres a pelear por los derechos que
el Estado les reconoce. La indignación de Hicham Oulad, secretario general de
los Jóvenes Musulmanes de España es un buen ejemplo. “Igual que tenemos derecho
a una vivienda, lo tenemos a un lugar digno para enterrar a nuestros seres
queridos. Formamos parte de la historia más profunda de España”. El abuelo y el
bisabuelo de Oulad lucharon en la Guerra Civil. Él se siente tan ciudadano
español como cualquier otro. “A los musulmanes se nos considera ajenos a este
país. No mendigamos. Exigimos nuestros derechos y el cumplimiento de los
acuerdos del Estado con nuestra confesión”.
En contacto con la tierra
El entierro sin ataúd
en el rito musulmán nace de la interpretación del versículo 55 del capítulo 20
del Corán: “De ella [la tierra] os hemos creado, a ella os devolveremos, y de
ella os haremos surgir de nuevo”. Este precepto es contrario a la ley de
sanidad mortuoria de la Comunidad de Madrid, que obliga a enterrar con ataúd.
Inés Bermejo, concejala de Sanidad de Griñón, explica que enterrarán sin ataúd
el día que cambie la ley, pero que mientras, deben cumplirla. “Queremos
respetar sus ritos, pero es cierto que ellos enterraban sin ataúd y Sanidad
ahora se lo exige”.
Representantes
musulmanes piden una modificación de la ley como la que se hizo en Andalucía.
Esa norma establece en su artículo 21.4 que “en aquellos casos en que, por
razones de confesionalidad, así se solicite y se autorice por el Ayuntamiento,
siempre que no se trate de cadáveres incluidos en el Grupo 2 del artículo 4 de
este Reglamento [fallecidos que presenten un riesgo sanitario], podrá eximirse
del uso de féretro para enterramiento”. Un portavoz de la Consejería de Sanidad
de la Comunidad de Madrid descarta una reforma legal a la andaluza. "No
vamos a acometer un cambio legislativo hasta que cambie la legislación a nivel
nacional. No vamos a cambiar nada unilateralmente".
En España hay 22
cementerios con un espacio reservado para el culto musulmán. Ocho de ellos
están en Andalucía, la única comunidad que permite enterrar sin ataúd. Hasta
ahora, también se hacía de forma oficiosa en Griñón, donde descansan los caídos
de la Guardia Mora de Franco y a donde llegaban cadáveres del centro y norte
del país. Cantabria, Galicia, Asturias, Castilla y León (salvo el de Burgos),
Castilla La Mancha y Extremadura carecen de cementerio musulmán. En el resto
del país se entierra con ataúd y se buscan soluciones como introducir tierra en
la caja o hacer un agujero en la madera que indique que el cuerpo está en
contacto con la tierra. Los precios de los enterramientos varían enormemente
según el lugar.
La concesión del
cementerio al Ayuntamiento de Griñón por parte del Ministerio de Defensa supuso
el inicio del fin de 17 años de anarquía funeraria. El Consistorio cerró el
camposanto de forma abrupta pero temporal en octubre, para regularizarlo.
Cuatro cadáveres y dos fetos se quedaron atascados en el refrigerador de la
funeraria de la mezquita de la M-30 de Madrid. Se recolectó dinero en las
mezquitas para poder repatriar los cuerpos. Después corrió el bulo de que iban
a abrir las fosas y sacar a los muertos. El conflicto estalló. “Vivos o muertos
tenemos derechos”. “No hay ni dónde caerse muerto”, se leía en las pancartas
que encabezaban la manifestación con la que, a finales del año pasado, se topó
la alcaldesa de Griñón, María Antonia Díaz, a las puertas del Ayuntamiento. Se
abrió una petición en Change.org, acudió la cadena Al Yazira y los
antidisturbios desembarcaron para poner orden. La movilización amagaba con
desbordarse.
En el pueblo, donde
no había habido problemas de convivencia, aparecieron pintadas del tipo “vete a
tu país” y en el Ayuntamiento enseguida se dieron cuenta de que había que
actuar y rápido. Reabrieron el cementerio y en horas cavaron 22 tumbas. El
conflicto, pensaron, estaba encarrilado. “Lo vamos a dejar precioso. Con una
placita, un olivo. Vamos a quitar toda esta maleza y dejaremos una pradera de
césped. Defensa construirá un monumento a los caídos en la Guerra Civil”,
detalla la alcaldesa, quien insiste en que “queremos que el cementerio sea un
referente para todo el centro de España”. El problema de fondo es que la
alcaldía y los usuarios del cementerio hablan lenguajes distintos. A la comunidad musulmana lo que menos le
preocupa son las malas hierbas.
El acuerdo de
cooperación del Estado de 1992 establece que “se adoptarán las medidas
oportunas para la observancia de las reglas tradicionales islámicas, relativas
a inhumaciones, sepulturas y ritos funerarios”. Además del ataúd, a los
musulmanes les preocupan las paredes de hormigón que revisten las tumbas
provisionales y que ejercen de barrera entre el fallecido y la tierra. “No nos
pueden enterrar como a los demás”, sostiene Mounir Benjelloun, presidente de la
Federación Española de Entidades Religiosas Islámicas, que negocia en el
conflicto de Griñón y que destaca el espíritu de colaboración del Ayuntamiento
y del resto de autoridades implicadas.
El precio que ha
fijado el Ayuntamiento para los entierros a partir de ahora se ha convertido en
un obstáculo añadido para sus usuarios. Hasta ahora, las familias le daban a
Riani 50 o 100 euros y se olvidaban. Ahora, la tarifa provisional del municipio
son 1.960 euros, además de otros 1.500 de la funeraria. A los 10 años, se
renegocia la cesión de la parcela. Con estos precios, a muchos musulmanes les
sale casi más barato repatriar a sus seres queridos. Otros, tienen seguros de
repatriación contratados con bancos para enviar los cuerpos de sus familiares a
Marruecos, por ejemplo. “Siempre ha habido gente que prefería enterrar en
Marruecos, pero ahora les sale más barato que enterrarlos aquí”, explica
Mohamed El Hichou, presidente de la mezquita Al Sunna de Fuenlabrada.
Fernando Arias,
director de la fundación Pluralismo y Convivencia, dependiente del Ministerio
de Justicia y parte en la negociación de Griñón, apunta que “si defendemos un
Estado en el que todos tengan los mismos derechos, todos tienen que pagar lo
mismo”. El problema, matiza, es que en España “debería haber más cementerios
musulmanes, para que tuvieran más elección como los demás ciudadanos”. Cree
además que ampliar la oferta resulta crucial. “En 10 años, los nacidos aquí no
van a querer repatriar los cuerpos de sus padres y habrá muchos más entierros”.
Lo cierto es que las autoridades han de darse prisa. Las 22 tumbas
provisionales (seis ya están llenas) no durarán ni dos meses al ritmo actual
(180 personas al año).
Sin prisas, Riani
apura un bocadillo de calamares en la cafetería del tanatorio de la M-40. Viene
de lavar el cadáver de un recién nacido. En tres días, el pequeño Abdel volará
hasta Marruecos, para recibir sepultura. A su padre le aconsejaron que no le
llevara a Griñón. Dentro de 10 años lo tendría que desenterrar e iría a una
fosa común, le advirtieron. Mejor en Marruecos, pensó.
Fuente: http://politica.elpais.com/politica/2015/02/01/actualidad/1422798900_272917.html
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