martes, 26 de abril de 2016

Terremoto en Ecuador y las infraestructuras funerarias (resumen)






Dramáticos momentos en el cementerio de Portoviejo

Por Fernando Medina

Los cadáveres llegan en el balde de una camioneta. Cuatro personas con mascarillas los colocan en una mesa de metal. Enseguida familiares se acercan, los besan y los visten, mientras lloran y sostienen sus manos pálidas. Piden traer un ataúd. Lo bajan de una camioneta. Allí hay cinco cajas más. Otros tres carros también están cargados de féretros. En eso Pablo, un joven cuenta que es su tía de 37años. Se llamaba Merly Arteaga y murió trabajando en una farmacia. El local estaba en la planta baja de un edificio de cinco pisos, estaba ubicado en el centro de Portoviejo. El lugar más afectado por el terremoto del sábado pasado. El cuerpo de Merly fue hallado a las 10:00 de hoy y enseguida fue trasladado a uno de los cementerios de la ciudad. A ese campo santo han llegado 30 muertos entre el domingo y ayer. De hecho, a 50 metros de donde está Merly, la familia Solórzano sepulta a cinco parientes: tres niños y dos adultos. Ellos vivían en Portoviejo pero fallecieron en un hotel de cinco pisos en Manta. El domingo una tractor los encontró debajo de los escombros. Uno de sus familiares cuenta que fueron a Manta de paseo. Cinco familiares de Guayaquil también viajaron a esa localidad. Ayer fueron sepultados en su ciudad. La madre de Paola, una de las víctimas está sentada en una silla de plástico y grita "se me fue mi Paolita, se me fue mi hija". Esto mientras el ataúd de Paola baja a un orificio de tres metros. Allí es sepultada junto a un niño de ocho años. La imagen aérea muestra las estructuras que cedieron en el terremoto del pasado sábado 16 de abril del 2016 en Portoviejo, Ecuador. Foto: Vicente Costales / EL COMERCIO Ampliar La imagen aérea muestra las estructuras que cedieron en el terremoto del pasado sábado 16 de abril del 2016 en Portoviejo, Ecuador. Foto: Vicente Costales / EL COMERCIO De inmediato Kenny Vinces con gafas y sombrero pide a sus primos que le ayuden a cargar los ataúdes de sus hijos de tres y ocho años. Antes de sepultarlos cuenta que estaba trabajando cuando sintió el sacudón. Luego intentó llamar a su esposa pero ya no contestó. Los encontraron a las 09:00 de ayer, estaban abrazados. Las historias se repiten, madres, padres e hijos entierran a sus seres queridos. Bajo un intenso sol de medio día, en el campo santo existen decenas de personas vestidas de negro y blanco. Son al menos 10 familias que esperan a un mini tractor que forma una bóveda en la tierra. Ray García es uno de ellos. Al pie de los ataúdes de su cuñada, esposo e hijo decía que fue mala suerte, pues fallecieron comprando en una farmacia. Solo un hijo de siete años sobrevivió. Ahora quedará a cuidado de sus tíos. Los trabajos con maquinaría pesada comenzaron en Portoviejo. La imagen aérea muestra los escombros de la ciudad. Foto: Vicente Costales / EL COMERCIO Ampliar Los trabajos con maquinaría pesada comenzaron en Portoviejo. La imagen aérea muestra los escombros de la ciudad. Foto: Vicente Costales / EL COMERCIO Todos los cadáveres que han llegado al cementerio han sido identificados y registrados en las hojas de defunción del Campo Santo. No han realizado los trámites legales de rutina, pues están en descomposición y su sepultura es emergente. Así lo señala una de las administradoras del cementerio. De hecho dicen que en la ciudad existen cuerpos que no han podido ser rescatados y el olor empieza a tornarse fuerte. La mañana de ayer, grupos de rescate indicaron al menos cinco estructuras colapsadas en el centro de Portoviejo. En esas edificaciones había sospecha de que hay víctimas. Por eso el prefecto de Manabí, Mariano Zambrano, en una entrevista con EL COMERCIO señaló que son los COE de cada ciudad los que están encargados de los trámites legales de las víctimas. Intentamos buscar información en esa entidad pero no se encontró una autoridad de la misma . En tanto que decenas de personas registran a los familiares en listados que se recogen en el ECU911.

Fuente: http://www.elcomercio.com/actualidad/cementerio-portoviejo-cadaveres-terremoto-ecuador.html. Si está pensando en hacer uso del mismo, por favor, cite la fuente y haga un enlace hacia la nota original de donde usted ha tomado este contenido. ElComercio.com



El colapso de los cementerios en Pedernales
Por Soraya Constante

Luis Vélez fue contratado hace unos meses para levantar un mausoleo en el cementerio municipal de Pedernales y tapó con ladrillos los nichos porque nadie iba a ocuparlos inmediatamente. Pero la tarde de este lunes un par de hombres rompían esos sellos para enterrar a la mujer y a la hija del obrero, que durante el terremoto trataron de huir del centro de la ciudad en una moto y fueron aplastadas por un derrumbe. Los ataúdes con flores pegadas con cinta adhesiva y con mensajes escritos—"hija te amo, hasta siempre"—, entraron en esos nichos construidos por el hombre que ahora gritaba con voz ronca que no lo dejaran solo. “La vida es así”, murmuraban los que conocían la historia y se acercaron a dar el último adiós a las víctimas del terremoto del pasado sábado. Luis contaba a sus conocidos que la familia que lo contrató le prestó esos espacios para que saliera del apuro de dar urgente sepultura a su familia. “Quién iba a pensar que construí su propia tumba”, se repetía para si mismo. “Aquí estarán hasta que me ponga bien económicamente y les encuentro un lugar definitivo”, decía a los otros.

La jornada de este lunes en el cementerio de la ciudad fue agitada. Pese a que ya no había tumbas disponibles se abrieron huecos allí donde se pudo. La gente alegaba que tenía un familiar enterrado en tal sitio y quería que su nuevo muerto estuviera junto él. Por esta vez solo hablaron con el panteonero y empezaron a cavar. Ya habrá tiempo de legalizar todo en el municipio. Los trazos de las nuevas tumbas contribuyeron al desorden que ya reina en el camposanto pues resulta imposible diferenciar entre senderos y tumbas, y se camine por donde se puede.

Los entierros fueron simultáneos, lo que convino al vicario de Pedernales, José Posligua, que recorría el camposanto con una estola morada sobre su camisa de color amarillo. “Esto es para que me reconozcan, es como el chaleco del policía”, decía el padre y saltaba de entierro en entierro pidiendo que se le conceda el descanso eterno a la alma bendita de la persona que yacía en las ataúdes.

Para ahorrarse el costo de la muerte, algunas personas decidieron hacer el velatorio en el mismo cementerio

La demanda que generó la muerte de las hasta la noche del lunes 152 personas superó las previsiones de los negocios fúnebres. Las ataúdes cotizaron a la alza y hasta las que tenían desperfectos, pero estaban en Pedernales fueron vendidas en más de 650 dólares. Eso es lo que le tocó pagar a las hijas de Wilfrido Amado Laaz, de 84 años, que perdió la vida cuando su casa fue aplastada por el edificio contiguo. “Se sacó a crédito porque nosotros no tenemos dinero”, contó Nieve Laaz mientras supervisaba al obrero que enlucía con cemento el interior de la tumba recién cavada. “Entre la mano de obra y los materiales son otros 600 dólares”.

Para ahorrarse el costo de la muerte, algunas personas decidieron hacer el velatorio en el mismo cementerio y se llevaron a su familiar directo allí. Ese es el caso de la familia Quiñonez que instaló la capilla ardiente entre las tumbas de antaño y le dieron el último adiós mientras se cavaba una tumba en un rincón pegado a las verjas del cementerio. Los muertos que no alcanzaron en el camposanto de Pedernales fueron llevados a uno privado que queda fuera la ciudad. Y los muertos cuyos familiares viven en otras ciudades también salieron de Pedernales. La vías que conecta la zona cero del terremoto con otras ciudades fue un continuo transitar de cotejos fúnebres que pasó casi desapercibido porque todavía se busca a más personas atrapadas entre los edificios caídos.

En el estadio, donde se coordinan las operaciones de rescate, la mesa que tuvo más popularidad durante esta jornada fue la que montó la Dirección de Personas Desaparecidas de la Policía. Un total de 24 personas llenaron las fichas de búsqueda, muchos eran familiares de turistas que llegaron a pasar el fin de semana en la playa, y ni siquiera tenían idea del hotel en el que se alojaron lo que dificulta la búsqueda. Estas personas recorren el pueblo buscando pistas, tratando de seguir el rastro que dejaron sus celulares, pero es imposible. Además ahora ya hay restricciones de circulación, hay vallas metálicas que impiden el paso al centro de la ciudad. Allí siguen las retroexcavadores y los rescatistas que luchan para ganar tiempo y encontrar algún superviviente, pero hasta ahora solo contribuyen a llenar los camposantos.

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