miércoles, 21 de octubre de 2009

Las muertas y Gautier


La prosa de un gran poeta ‘La muerta enamorada’, de Théophile Gautier Entre el relato sentimental y el de terror En la Francia de mediados del siglo XIX, cuando el gran Romanticismo comenzaba a languidecer, cada uno huía del naufragio por donde podía. Unos se refugiaban en el Realismo, otros en un simbolismo precursor de futuras experiencias oníricas y otros en la defensa del arte puro o, dicho de otro modo, en su ‘torre de marfil’. Entre éstos últimos se encontraba Théophile Gautier (Tarbes, 1811-1872), que, a los diecinueve años, había sido jefe de la ‘claque’-aquéllos que iban al teatro a montar escándalos- durante los principales estrenos de Hugo y Dumas y que siempre se consideró romántico. Como no podía ser menos, su juventud fue revolucionaria y bohemia, repleta de alcohol y drogas, pero, llegado a un punto, se convirtió en un periodista respetable y en cabecilla de los poetas parnasianos. Éstos defendían el arte como pura manifestación estética, sin utilidad práctica. De Gautier es esta declaración de intenciones: ‘Todo lo que es útil resulta feo, por ser la expresión de una necesidad, y las necesidades del hombre son innobles y repugnantes’. Fruto de ello será una poesía serena, equilibrada y formalmente perfecta, que influiría poderosamente en el Modernismo de Rubén Darío. En su órgano de expresión, ‘El Parnaso contemporáneo’, escribían, junto a Gautier, Leconte de Lisle,Sully Prudhomme, Heredia o Mallarmé.

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