miércoles, 29 de diciembre de 2010

Calderón de Barca: seis veces enterrado

La grandeza de Pedro Calderón de la Barca, figura cumbre del teatro español, no se merece la indignidad de 96 años de trasiego con sus restos mortales. Largo, larguísimo periplo de entierros y desentierros de tumba en tumba y de nicho en nicho, que ha impedido que Calderón pudiese descansar en paz en sus 255 años enterrado ni desde hace 75 años en el 2011, es decir, desde 1936, en que Calderón engrosa la lista de personajes extraviados, juntamente con otros ilustres contemporáneos como Cervantes, Lope de Vega y Velázquez. El indigno trasiego de los restos de Calderón de la Barca tiene que ver con costumbres, deseos y acuerdos del tiempo del Siglo de Oro, cuando la gente al fallecer podía pasar a disposición de instituciones, cofradías y hermandades, que disponían de restos y tumbas a su antojo, cual estatuas o cuadros.

Casa de la calle Mayor en la que vivió y murió Calderón (Foto propia)Aquellos modos explican que a Calderón lo enterrasen y desenterrasen seis veces hasta ser extraviado en 1936. Extravío que alienta la tenue esperanza de que un día aparezca en algún rincón de su última iglesia-tumba, la de Nuestra Señora de los Dolores de la calle San Bernardo de Madrid. Lo hace pensar el hallazgo hace unas décadas de los restos de Francisco de Quevedo, o lo cerca que se estuvo de demostrar que el personaje hallado en el subsuelo de la Plaza de Ramales era Diego Velázquez, y sobre todo el hecho de que no conste que Calderón fuera arrojado a un osario ni que lo aventasen los enloquecidos milicianos que asaltaron y destruyeron la iglesia de los Dolores en 1936.

Pedro Calderón de la Barca Henao y Riaño nació en Madrid en 1600 y falleció en 1681 en una casa de la calle Mayor, entonces de las Platerías, manzana 175, una de las más angostas de la villa con poco más de tres metros de fachada y un solo balcón en cada piso. Entre 1608 y 1613 estudió en el Colegio Imperial de los jesuitas, el más ilustre y concurrido de celebridades de Madrid, en la calle Toledo. En 1615, en que fallece su padre, Calderón se fue a Salamanca para graduarse de bachiller en derecho canónico y civil. Entre 1623 y 1625 entra al servicio del duque de Frías, con el que viajó por Flandes y el norte de Italia. En 1625 marchó como soldado al servicio del Condestable de Castilla. En 1629 protagoniza un serio incidente al refugiarse en el convento de clausura de las Trinitarias Descalzas, calle Cantarranas, donde profesaba la hija de Lope de Vega. En 1638 estuvo al servicio del Duque del Infantado durante el sitio de Fuenterrabía y en 1640, en la guerra de secesión de Cataluña. En 1650 ingresa en la Tercera Orden de San Francisco y en 1651 se ordena sacerdote.

Varias de las iglesias más antiguas de Madrid se remontan a los siglos XIII y XIV y constituyeron un cinturón cristiano frente a los dominios musulmanes del núcleo primigenio, Magerit, cuyo eje coincidía con el trazado de la actual calle Bailén. A aquellas primitivas iglesias de origen medieval del cinturón cristiano hay que añadir las primigenias alzadas cuando Madrid se erigió en capital de España. Una de ellas fue la de San Salvador, en la calle Mayor, primera en la que fue enterrado Calderón de la Barca. Entonces no existían los cementerios colectivos de las afueras de las ciudades que instituyó Carlos III. Se enterraba dentro de las iglesias en criptas o bóvedas bajo los altares o en el suelo de las capillas, o fuera de ellas en diminutos espacios. Se enterraba en capillas parroquiales o en capillas particulares de gente influyente que podía disponer a su antojo de culto, capellanías y enterramientos.

Pedro Calderón de la Barca fue enterrado en 1681 en la iglesia de San Salvador, que desde 1805 absorbió las funciones parroquiales de San Nicolás de Bari. La primera estaba situada en la calle Mayor, entonces de Platerías, y la segunda a menos de cincuenta pasos en una calleja trasera. Inés de Riaño, abuela materna de Calderón, en su testamento de 1612 deja constancia de que para la capellanía de San José en la parroquia del Salvador de Madrid, por ella fundada, pase el puesto eclesiástico de capellán de sangre con sus rentas correspondientes y casa habitación, a su nieto Calderón en calidad de sacerdote que debía servirla. Por “casa habitación” hay que entender la vivienda en la que moró Calderón toda su vida, una de las casas de fachada más angosta de Madrid, situada también en la calle Mayor, que se identifica por una lápida municipal junto al balcón del dramaturgo.

Calderón murió en esa casa un domingo 25 de mayo de 1861, y fue enterrado dos días después por la Congregación San Pedro de Sacerdotes Naturales de Madrid, a la que pertenecía, que siguió fielmente las indicaciones del testamento de Calderón: “Ser llevado a la parroquial iglesia de San Salvador de esta villa. Será mi sepultura la bóveda de la capilla que con el antiguo nombre de San José está a los pies de la iglesia. Aquí habrá prevenida otra caja sin más adorno que cubierta de bayeta, en que sepultado mi cadáver…” Un relato anónimo de 1791 decía: “La venerable Congregación de Sacerdotes naturales de Madrid, que en 1666 había nombrado su Capellán mayor á D. Pedro Calderón, por los respetos de su virtud, literatura y buen gobierno, y en reconocimiento del ánimo liberal con que la legó todos sus bienes, erigió á su bienhechor un sepulcro de mármol, con su retrato y una expresiva inscripción, en la Iglesia Parroquial de S. Salvador, en donde yace en bóveda propia”.

Calderón de la Barca en la Plaza de Santa Ana (Foto propia)En ese templo de elevada torre permaneció Calderón por espacio de 159 años, hasta 1840 en que es sacado porque la iglesia iba a ser derruida por su mal estado, a lo que se procedió dos años después, en 1842. La parroquia hubo de ser trasladada entonces a la cercana de San Nicolás de Bari, que arregló enteramente en 1825 la Orden Tercera de los Servitas, que la mantuvo como parroquia hasta 1891 en que pierde de nuevo sus funciones, que habrían de trasladarse a la que fue iglesia del antiguo hospital de Antón Martín, en la plaza del mismo nombre, hoy como iglesia de San Salvador y San Nicolás, en la calle Atocha, frente a la iglesia de San Sebastián donde extraviaron a Lope de Vega.

El derribo de la iglesia de San Salvador motiva, pues, que Calderón sea trasladado al cementerio de la Sacramental de San Nicolás en 1840, donde permanece 29 años hasta 1869. Aquel primer gran cementerio de Madrid ocupaba el solar sobre el que se construyó la fábrica de cervezas El Águila, en la calle General Lacy, a unos pasos de la vieja estación de Delicias. Pero la estancia de Calderón en el cementerio fue corta; sólo 29 años. La razón estriba en que un gobierno de la primera república española determina crear un panteón de hombres ilustres en la iglesia de San Francisco el Grande, ubicada al cabo de la calle Bailén, para lo cual las Cortes confeccionan una lista de grandes personajes que irían al panteón, a la vez que promueve una comisión para que busque a los ilustres elegidos en sus lugares de enterramiento de Madrid y de fuera de Madrid, que como era de esperar únicamente localizan a unos pocos, en tanto que la mayoría de los grandes del arte, la literatura y la política se dio por perdida. Entre los localizados con certeza estaba Calderón de la Barca, que es sacado de San Nicolás para ser depositado temporalmente en una capilla de la iglesia de San Francisco el Grande, entre 1869 y 1874, es decir, 5 años, a la espera de que se terminaran los mausoleos. Pero el proyecto no se realiza nunca y los personajes traídos han de ser devueltos a sus lugares de enterramiento. Era el año 1874, famoso porque la comitiva fúnebre que trasladaba a Calderón, vía calle Mayor, había coincidido con la inauguración del Viaducto de Bailén sobre la calle Segovia.

Calderón de la Barca era enterrado por cuarta vez -segunda en el cementerio de San Nicolás-, donde permanece entre 1874 y 1880. Sólo 6 años en paz ante un nuevo traslado de sus restos, que reclamaba la Congregación de Presbíteros Naturales de Madrid o San Pedro de Presbíteros, institución a la que perteneció Calderón desde 1663, de la que fue capellán mayor tres años después y a la que dejó en herencia 36.215 reales.

Medallón de Calderón en la fachada de la Biblioteca Nacional (Foto propia)Aquella congregación desempeñó una loable labor benéfica con el sacerdocio. La fundó en 1619 el primer cronista de la Villa, Jerónimo de Quintana, que no podía ver el abandono y la miseria de los sacerdotes más pobres, desvalidos, e incluso presos y extranjeros, que en el siglo XVII deambulaban por Madrid sin cometidos canónicos e incluso dedicados a la mendicidad o sin donde caerse muertos. “La venerable congregación de sacerdotes seculares de Madrid, que se fundó en 1732, está situada en la calle de la Torrecilla del Leal”, anotó un diccionario geográfico de 1832.

Pedro Calderón de la BarcaEra aquel el entierro número 5 de Calderón. La congregación trasladó al ilustre escritor a la sede que habían inaugurado en 1732 en esa calle entre la calle Atocha y el barrio de Lavapiés, donde permanece 32 años entre 1880 y 1912. En este último año, Calderón es desenterrado de nuevo para ser trasladado provisionalmente unos meses a la capilla del antiguo Hospital de la Princesa, en espera de que se terminase de construir la iglesia de Nuestra Señora de los Dolores, nueva sede de la congregación, que lindaba a la sazón con otro gran cementerio de Madrid, el del barrio de Arapiles y Magallanes. Allí estuvo en un mausoleo y arqueta de mármol por espacio de 34 años hasta 1936 en que es extraviado en extrañas circunstancias aún no esclarecidas, como se desprende de lo que escribió Pedro Montoliú Camps en Madrid Villa y Corte: “En 1936, para evitar ante un posible saqueo que se perdieran los restos del ilustre escritor, se guardaron tan bien, que cuando el templo fue incendiado, el cuerpo desapareció sin que pudiera ser encontrado acabada la guerra. Incendiado este templo el 20 de julio de 1936, los restos del poeta sacro y dramaturgo descansan en algún muro de esta iglesia, según aseguró entonces un religioso anciano poco antes de expirar. Realizadas catas e indagaciones en los muros que permanecieron indemnes al fuego, sus restos no fueron hallados nunca, hecho que perpetúa el enigma del destino de otros ilustres hijos de Madrid.”

Medallón de Calderón en la fachada del Teatro Español (Foto propia)Otra versión indica que el mausoleo de Calderón quedó destruido por el incendio provocado por los milicianos, pero para entonces ya estaba vacío, porque un antiguo congregante, testigo del traslado de los restos de Calderón en 1912, había desvelado el secreto de que los restos nunca se guardaron en la arqueta del mausoleo y sí en un nicho que se hizo en la pared, del que se dice que siguen tratando de localizar los congregantes a base de sondeos y calas en los muros. El enigma sigue ahí, aunque lo más probable es que la bárbara actuación de las hordas milicianas, que tenían predilección por desenterrar a los muertos –curas y monjas- para aventarlos cual granos de trigo, sea la causa principal del extravío de Calderón de la Barca.

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