Galicia, Asturias y
Castilla y León ostentan las tasas más elevadas de defunciones y el culto a la
muerte en todo el país lleva a que profesiones como la de enterrador y
servicios funerarios asociados esquiven la crisis económica,ya que este es un
sector que, por su naturaleza, siempre encuentra demanda.
Lo primero que salta a la
vista cuando se entra en su oficina es un teléfono con forma de calavera. Juan
González, enterrador del cementerio municipal de San Francisco en Ourense, echa
mano del humor negro en su día a día, aunque cada jornada su compañero, Manuel
González, y él, desempeñan su oficio "con el mayor respeto".
"Estoy a punto de
cumplir la mayoría de edad en años trabajados", es decir, dieciocho años
en el mundo laboral, dice Juan González, un hombre que, como explica en una
conversación, nunca creyó en su juventud que trabajaría en un cementerio.
"Pero no me desagrada.
La muerte nunca me ha producido especial desagrado", confiesa.
Hasta ocupar este puesto,
pasó por diferentes pruebas que van desde conocimientos generales hasta la recreación
de un ejemplo práctico en papel "o levantar unos restos" en el propio
camposanto.
Rememora que como él se
presentaron entre 50 y 60 personas para seis plazas. No es el caso más
llamativo. En el curso del 2012, más de 120 candidatos optaron en Baiona
(Pontevedra) a una vacante de peón sepulturero.
"Dedicación"y
"mucho respeto" son, en opinión de Juan González, las claves para
poder desempeñar una labor que requiere un "gran esfuerzo físico" y
que conlleva una importante carga psicológica.
En un día sin sepelio, su
jornada consiste en "abrir las puertas del recinto, comprobar que no haya
desperfectos y mantenimiento", además de "ayudar a la gente que acuda
al lugar", sobre todo "a localizar las tumbas que busca", para
lo que más se le consulta.
No obstante, reconoce que
cada vez son "menos" las personas que visitan el camposanto, incluso
en fechas muy señaladas como el Día de Difuntos.
Juan prosigue sus
explicaciones tras esta llamativa apreciación.
En jornadas con funeral,
"tenemos que localizar la sepultura y vaciarla".
Para poder manipular una
tumba deben pasar al menos cinco años desde que se enterró al difunto que allí
yace, cuenta Juan, y aclara que "hasta que pasan cinco años la ley no deja
de considerar ese cuerpo cadáver, y nosotros no podemos manipular cadáveres,
sino restos cadavéricos".
Es en esta fase donde entra
muchas veces en juego la resistencia física al tener que levantar losas
extraordinariamente pesadas sin "muchas comodidades para hacerlo", y
al "operar", en ocasiones, "en espacios estrechos" y con
"la encomienda" que supone "manipular cenizas y huesos, en el
mejor de los casos".
En su caso acumula más de
cinco mil levantamientos.
Para un sepulturero cuando
participa en un entierro "lo más duro de ese momento suele ser ver a las
familias", especialmente cuando el fallecido es alguien joven o un
infante.
Aunque nunca ha tenido que dejar temporalmente su
trabajo por esa carga emocional, "a veces te llevas esas cosas a
casa", admite, y por eso considera importante pensar que "vas a hacer
tu trabajo" e intentar mantener una cierta distancia, siempre,
lógicamente, desde "el respeto" y la comprensión hacia los parientes,
insiste.
Sabe que su oficio
despierta curiosidad. "Yo siempre digo la verdad, que soy enterrador,
cuando se me pregunta" y con asiduidad se enfrente a una "típica y un
tanto morbosa" petición: "Cuéntanos una anécdota, Juan".
Por norma, se muestra
reacio a hacerlo, pero solamente tiene una excepción: "Una familia quería
trasladar los restos de un pariente que llevaba 31 años enterrado. Abrimos la
sepultura esperando encontrarnos los restos óseos. Sin embargo, nuestra
sorpresa fue que cuando sacamos la caja de zinc y la abrimos, el cuerpo estaba
tal cual, igual que cuando se había metido en ella".
"Toda la familia quiso
verlo porque estaba intacto", relata incluso visiblemente sorprendido.
"El hijo del finado,
que tenía un año cuando su padre murió y solamente lo había visto en foto, lo vio
de cuerpo presente", añade.
Los servicios funerarios no
se limitan "al interior" de los cementerios.
El vocal de la Asociación
Gallega de Empresas de Servicios Funerarios (Agesef), Pedro de Diego, dice que
el sector "no está tan mal como otros", pero también
"siente" la crisis económica.
"Igual que la gente
pese a la crisis sigue comprando zapatos porque los necesita, lo mismo ocurre
con los servicios funerarios, pero optan por los más baratos", señala.
Sin embargo, sí que percibe
que la gente considera este sector "como una área económica en la que
fácilmente se puede entrar".
Con todo, pese a esta idea,
"es un colectivo con poquísima movilidad en las contrataciones". Y,
de lo que no cabe duda, es de que para vivir "entre la muerte" hacen
falta unas aptitudes que no todo el mundo posee
Fuente: http://www.diariodenavarra.es/noticias/mas_actualidad/sociedad/2014/02/16/sepultureros_profesion_muere_147696_1035.html
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