Por Gerardo Otero
Su reloj marcaba poco
más de las 4:00 de la mañana, una hora inusual para estar dentro de un
cementerio. Había llegado allí más temprano de lo acostumbrado, pues debía
tener listo el hoyo donde más tarde, ya cuando la luz del sol iluminara el
camposanto, se llevaría a cabo un sepelio.
Acompañado únicamente
por cientos de tumbas a su alrededor, agarró una pala y comenzó a excavar el
lugar que serviría de última morada para una persona que recientemente había
perdido la vida.
A su lado, había un
panteón en el que días antes se colocó el cuerpo de un joven que murió en un
accidente automovilístico. Entre el susurro leve de la brisa oyó un quejido que
parecía venir del más allá. Aquel sonido estremeció su cuerpo y paralizó sus sentidos.
“Escuché el quejido,
era como un ‘aaah’ bien fuerte… Me asusté. Traté de correr, pero me quedé
paralizado”, contó a Primera Hora Luis Robles, quien por más de 50 años ha sido
sepulturero en el centenario cementerio de Lares.
No era la primera vez
que este hombre de 64 años vivía un suceso sobrenatural. De hecho, este
incidente, al cual aún no le encuentra explicación alguna, es solo uno de
varios que le han ocurrido a lo largo de su carrera. Robles aseguró que en
ocasiones ha sentido que lo tocan por la espalda y al voltearse no hay nadie
junto a él.
A pesar de esto,
asegura no creer en la presencia de espíritus, o almas perturbadas, rondando en
los cementerios.
“Con todo lo que me
ha pasado debería creer, pero la verdad es que yo no creo en nada de eso”,
afirmó.
Lo ha visto todo
Este singular
sepulturero ha vivido más experiencias que se alejan de los cuentos de
ultratumba y tiene cientos de anécdotas que van desde lo cómico hasta lo
absurdo.
Robles asegura haber
visto todo: desde accidentes en plenos actos fúnebres y peleas familiares,
hasta discusiones por amoríos secretos y experiencias sobrenaturales.
El hombre todavía
recuerda la ocasión en que tuvo que ir a exhumar un cadáver, y ante la mirada
atónita de algunos familiares, el ataúd de madera se quebró, dejando expuesto
los restos putrefactos y malolientes del fenecido.
“Chacho, la caja se
rompió y el muerto se salió y como el panteón era de tres bocas (niveles), el
cuerpo se fue (deslizando) cabeza abajo”, relató.
Peor aún fue el encuentro
“de cerca y en persona” que tuvo con el difunto.
“Yo no sé si lo
enterraron con los ojos abiertos o cuando cayó se le abrieron los ojos… pero la
cuestión es que yo lo miraba y el muerto me miraba y… muchacho, me tenía
nervioso”, contó entre risas.
“La peste que tenía
encima era tanta que yo no me soportaba. Llegué a mi casa, me quité toda la
ropa, la eché en una bolsa y la boté. Por más perfume que me echara no se me
iba la peste a muerto. Estuve tres días así”, dijo sin reservas.
Robles no tan solo ha
tenido que lidiar con la pestilencia y dos o tres sustos, sino que también ha
estado en el medio de controversias familiares, incluso de aquellas que tienen
que ver con “chillerías”.
“Aquí hace un tiempo
murió un teniente de la Policía y al entierro vino la esposa de él y la chilla.
Era curioso porque después del entierro las dos venían todos los días y una le
dejaba flores y la otra se las quitaba”, recordó a carcajadas.
“La viuda se llevaba
las flores que dejaba la chilla y peleaba conmigo, aunque después dejó de
hacerlo porque me aceptó que su esposo y la otra mujer habían tenido una
relación por muchos años”, sostuvo.
Cuestión de acostumbrarse
Robles comenzó desde
muy temprano a trabajar en el cementerio junto a su padre de crianza, Ceferino
Alemán, quien dedicó la mayor parte de su vida a ser sepulturero.
Bajo la luz del sol,
él ayudaba a su padre a limpiar los panteones, entre otras tareas sencillas que
poco a poco lo fueron preparando para su primera experiencia exhumando
cadáveres.
“Mi papá trabajó por
cincuenta y pico de años aquí y él me traía para que lo ayudara. Me acuerdo que
a los nueve años ya yo sacaba los restos de los cadáveres”, contó.
“El viejo mío me
trajo un domingo… él iba a hacer una exhumación, pero se lastimó la espalda y
me tuve que meter yo al hoyo a sacar el muerto. En ese entonces me dio mucho
miedo”, admitió.
“Pero con el tiempo
uno se acostumbra y yo hace mucho que le perdí el miedo a todo esto”,
puntualizó.
Fuente: http://www.primerahora.com/noticias/puerto-rico/nota/loscuentosdeunsepulturero-1030588/
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