lunes, 25 de agosto de 2014

Curiosidades: memorias del sepulturero de Lares - Puerto Rico




Por Gerardo Otero
Su reloj marcaba poco más de las 4:00 de la mañana, una hora inusual para estar dentro de un cementerio. Había llegado allí más temprano de lo acostumbrado, pues debía tener listo el hoyo donde más tarde, ya cuando la luz del sol iluminara el camposanto, se llevaría a cabo un sepelio.
Acompañado únicamente por cientos de tumbas a su alrededor, agarró una pala y comenzó a excavar el lugar que serviría de última morada para una persona que recientemente había perdido la vida.
A su lado, había un panteón en el que días antes se colocó el cuerpo de un joven que murió en un accidente automovilístico. Entre el susurro leve de la brisa oyó un quejido que parecía venir del más allá. Aquel sonido estremeció su cuerpo y paralizó sus sentidos.
“Escuché el quejido, era como un ‘aaah’ bien fuerte… Me asusté. Traté de correr, pero me quedé paralizado”, contó a Primera Hora Luis Robles, quien por más de 50 años ha sido sepulturero en el centenario cementerio de Lares.
No era la primera vez que este hombre de 64 años vivía un suceso sobrenatural. De hecho, este incidente, al cual aún no le encuentra explicación alguna, es solo uno de varios que le han ocurrido a lo largo de su carrera. Robles aseguró que en ocasiones ha sentido que lo tocan por la espalda y al voltearse no hay nadie junto a él.
A pesar de esto, asegura no creer en la presencia de espíritus, o almas perturbadas, rondando en los cementerios.
“Con todo lo que me ha pasado debería creer, pero la verdad es que yo no creo en nada de eso”, afirmó.

Lo ha visto todo

Este singular sepulturero ha vivido más experiencias que se alejan de los cuentos de ultratumba y tiene cientos de anécdotas que van desde lo cómico hasta lo absurdo.
Robles asegura haber visto todo: desde accidentes en plenos actos fúnebres y peleas familiares, hasta discusiones por amoríos secretos y experiencias sobrenaturales.
El hombre todavía recuerda la ocasión en que tuvo que ir a exhumar un cadáver, y ante la mirada atónita de algunos familiares, el ataúd de madera se quebró, dejando expuesto los restos putrefactos y malolientes del fenecido.
“Chacho, la caja se rompió y el muerto se salió y como el panteón era de tres bocas (niveles), el cuerpo se fue (deslizando) cabeza abajo”, relató.
Peor aún fue el encuentro “de cerca y en persona” que tuvo con el difunto.
“Yo no sé si lo enterraron con los ojos abiertos o cuando cayó se le abrieron los ojos… pero la cuestión es que yo lo miraba y el muerto me miraba y… muchacho, me tenía nervioso”, contó entre risas.
“La peste que tenía encima era tanta que yo no me soportaba. Llegué a mi casa, me quité toda la ropa, la eché en una bolsa y la boté. Por más perfume que me echara no se me iba la peste a muerto. Estuve tres días así”, dijo sin reservas.
Robles no tan solo ha tenido que lidiar con la pestilencia y dos o tres sustos, sino que también ha estado en el medio de controversias familiares, incluso de aquellas que tienen que ver con “chillerías”.
“Aquí hace un tiempo murió un teniente de la Policía y al entierro vino la esposa de él y la chilla. Era curioso porque después del entierro las dos venían todos los días y una le dejaba flores y la otra se las quitaba”, recordó a carcajadas.
“La viuda se llevaba las flores que dejaba la chilla y peleaba conmigo, aunque después dejó de hacerlo porque me aceptó que su esposo y la otra mujer habían tenido una relación por muchos años”, sostuvo.
Cuestión de acostumbrarse

Robles comenzó desde muy temprano a trabajar en el cementerio junto a su padre de crianza, Ceferino Alemán, quien dedicó la mayor parte de su vida a ser sepulturero.
Bajo la luz del sol, él ayudaba a su padre a limpiar los panteones, entre otras tareas sencillas que poco a poco lo fueron preparando para su primera experiencia exhumando cadáveres.
“Mi papá trabajó por cincuenta y pico de años aquí y él me traía para que lo ayudara. Me acuerdo que a los nueve años ya yo sacaba los restos de los cadáveres”, contó.
“El viejo mío me trajo un domingo… él iba a hacer una exhumación, pero se lastimó la espalda y me tuve que meter yo al hoyo a sacar el muerto. En ese entonces me dio mucho miedo”, admitió.
“Pero con el tiempo uno se acostumbra y yo hace mucho que le perdí el miedo a todo esto”, puntualizó.
Fuente: http://www.primerahora.com/noticias/puerto-rico/nota/loscuentosdeunsepulturero-1030588/

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