Por
Héctor Estepa
Durante
décadas, no hace mucho tiempo, muchas de las noticias provenientes de Grecia se
centraban en el espectacular patrimonio cultural del país. En los últimos años,
sin embargo, los estragos financieros provocados por la crisis y los ajustes
han copado los titulares.
La
situación ha vuelto a cambiar en los últimos días: las excavaciones ejecutadas
desde 2012 en un gran complejo funerario al norte del país han protagonizado el
espacio informativo. Todos quieren saber quién es el morador de la tumba de
Anfípolis. Algunos han llegado a especular que podría tratarse del mismísimo
Alejandro Magno.
"Estamos
ante un descubrimiento extremadamente importante. La tierra de Macedonia
continúa sorprendiéndonos y revelándonos tesoros únicos", dijo hace unos
días el primer ministro griego, Antonis Samaras, durante una visita a la
excavación, levantando grandes expectativas en su país.
El
político heleno tuvo la oportunidad de contemplar el estado de los trabajos.
Los arqueólogos se emplean sobre un montículo de 30 metros de alto datado entre
el 325 y el 300 a.C. La estructura está rodeada por un muro circular de 497
metros.
Sorprende,
ante todo, la entrada principal de la tumba. Se trata de un camino de cuatro
metros y medio de ancho. Está custodiado por dos esfinges de 1,45 metros de
altura. Ninguna de ellas presenta cabeza. Alcanzarían los dos metros en caso de
tenerlas. Fueron construidas "por las mismas manos", según afirman
los arqueólogos, y pesan una tonelada y media cada una. Ambas muestran trazas
de color rojo en sus pies y partes de sus alas han sido halladas en los
alrededores.
Podría
tratarse, según los expertos, del mayor edificio funerario hallado hasta la
fecha en el país. Está construido con mármol de Tasos, llevado a la zona con
barcos especiales. Parte del lugar fue aparentemente erigido mediante la
utilización de grúas especiales hechas de arcilla, hierro y madera. Restos de
esas herramientas han sido encontrados en la zona.
Anfípolis
era una ciudad clave en la Grecia antigua, situada al norte del país y deseada
tanto por los macedonios como por sus vecinos y aspirantes a la conquista. Fue probablemente
abandonada en el siglo VIII.
Era,
hasta ahora, famosa por el descubrimiento, en 1912, del León de Anfípolis, una
escultura de 5,3 metros de alto. Los arqueólogos creen que ese león coronaba la
colina de Kasta, donde se halla la misteriosa tumba ancestral.
La
excavación continúa de forma lenta pero segura. Los arqueólogos toman todas las
precauciones necesarias para evitar el derrumbe del lugar. Una de las partes
más complicadas, el derribo del muro que daba acceso al complejo, fue concluida
con éxito el pasado lunes. Fue hallada una desviación "extremadamente
original" del estilo arquitectónico de la época, según informó el
Ministerio de Cultura. También fue encontrado un fresco y un muro de separación
coronado con un arquitrabe de mármol ricamente decorado.
Quienes
trabajan en el yacimiento esperan poder deducir a quién está dedicada la tumba
en las próximas semanas. A pesar del revuelo mediático producido alrededor de
la excavación, su directora, Katerina Peristeri, duda de que se trate de la
tumba de Alejandro Magno. El célebre rey murió en el año 323 a.C. en Babilonia,
actual Irak. Fue enterrado posteriormente en Egipto pero se desconoce dónde
acabaron sus restos.
Otras
especulaciones han apuntado a que la tumba de Anfípolis podría albergar los
restos de Roxana, la esposa persa del monarca, o la de su hijo Alejandro IV.
Ambos fueron desterrados allí y posteriormente asesinados bajo órdenes de
Casandro, rey de Macedonia.
Los
arqueólogos que trabajan en el lugar apuntan, sin embargo, a que la tumba
podría pertenecer a un general de Alejandro Magno. Creen que los subalternos
predilectos del conquistador eran suficientemente ricos como para erigir un
complejo funerario como el de Anfípolis. Otra posibilidad es la de un
enterramiento colectivo de los soldados del rey. La respuesta, sea cual sea,
está al caer.
Fuente: http://www.elmundo.es/cultura/2014/08/29/53ff809622601dc6638b458e.html
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