Paleontólogos
argentinos encontraron un centenar de microfósiles en la cuenca de Marayes,
ubicada al sureste de la provincia de San Juan. Este extraordinario cementerio
de animales está compuesto por esfenodontes, reptiles mamiferoides y reptiles
cocodrilomorfos.
Fueron investigadores
del Instituto y Museo de Ciencias Naturales de la Universidad de San Juan,
encargados de estudiar los yacimientos más completos y valiosos de las primeras
eras de los dinosaurios, los responsables de este nuevo hallazgo.
A partir del estudio
que realizaron sobre los fósiles, pudieron determinar que, hace 200 millones de
años, el sitio poseía un clima árido hipersalino.
Algunos de los
ejemplares descubiertos presentan marcas de mordeduras, por lo que una de las
hipótesis es que estos pequeños animales fueron transportados por sus
predadores y ello favoreció a que fueran encontrados en un área de apenas 80
m2.
La doctora Carina
Colombi contó que, junto con miembros de su equipo de trabajo, encontraron “un
nivel exquisito con más de 100 individuos, todos ellos de tamaño menor a 5
centímetros, incluidas pequeñas mandíbulas con sus dientes”.
Colombi explicó que
el hallazgo permitió confirmar que si bien los dinosaurios sauropodomorfos eran
las especies más comunes en la cuenca de Marayes -ubicada a 30 unos kilómetros
de la ciudad de Marayes-, ellos convivían con una fauna muy numerosa y diversa.
“Es un nivel
anormalmente rico en fósiles de pequeño tamaño, lo que en paleontología se
llama microsite o bone-bed de microfósiles”, detalló la investigadora.
Y agregó: “Este nivel
se formó hace 230 millones de años atrás, durante el Triásico Superior, y junto
con los yacimientos preservados en la cuenca de Ischigualasto, conforma uno de
los mejores registros de la paleofauna triásica del mundo”.
Colombi,
especializada en reconstruir los paleoambientes del punto de vista
tectosedimentario y paleoclimático, aseguró que el hallazgo de microfósiles tan
variados es muy útil “para reconstruir cómo se interrelacionaban los diferentes
animales, las plantas y el ambiente en el que se desarrollaron”.
El centenar de
microfósiles fue hallado en un área que ronda los 80 m2. Para explicar esta
acumulación tan llamativa, los investigadores manejan varias hipótesis.
Colombi comentó que
“una posibilidad es que animales de mayor porte, que desconocemos a qué especie
pertenecerían pero que posiblemente tenían un tamaño semejante al de una hiena,
cazaran a estas pequeñas especies y las llevaran a un sitio común para
alimentarse”.
La investigadora
explicó que, en ocasiones, se pueden encontrar cementerios de animales que por
sus propios hábitos se acumulan en un determinado lugar, para empollar u otro
motivo, o que acostumbran desplazarse en grandes grupos.
Y, al acontecer un
evento excepcional, tal como una erupción volcánica, fallecen y quedan
enterrados todos juntos. Por otra parte, también es posible que una fauna fallezca
en partes distintas y sea acumulada por un río por ejemplo.
Para explicar el
bone-bed de microfósiles de Marayes, los investigadores se inclinan a pensar
que se combinaron diversos factores. La doctora Colombi explicó que “los restos
fueron acumulados por predadores, lo que provocó una selección de presas
pequeñas que presentan marcas de mordidas”.
“Luego, seguramente,
un agente como el agua barrosa desbordada de un río se encargó de transportar
estos restos un corto trayecto y quedaron acumulados en un cuerpo de agua
temporario en la llanura, donde se alteró la superficie de los fósiles por el
crecimiento de algas y otros microorganismos, y comenzaron a mineralizarse a
medida que quedaban enterrados por el barro salino”.
El valor de Ischigualasto
La conservación de
los fósiles en varios yacimientos de San Juan es sorprendente, pero por sobre
todas las cuencas se destaca Ischigualasto, porque no solamente preservó a los
ejemplares más completos de primeros dinosaurios a nivel mundial, sino que
también contiene de manera inmejorable a las plantas que vivieron durante el
Triásico.
Colombi comentó que
“por lo general, en paleontología, si tenés la suerte de encontrar restos de
una planta, lo que queda de ellas es el moldecito, como si apoyaras la hojita
en una plastilina, y un poco de carbón que indica que allí hubo materia
orgánica.
Pero en Ischigualasto
tenemos la fortuna de que no solo está el moldecito, sino también la cutícula,
lo cual es muy bueno, porque es como una momificación, y vos podés levantar la
hojita y mirarla y eso nos permite hacer estudios geoquímicos de isótopos
estables y determinar la cantidad de dióxido de carbono que hubo en la
atmósfera en esa época”.
Así, la investigadora
Colombi buscará reconstruir, entre otros factores, los niveles de dióxido de
carbono que hubo en la paleoatmósfera y entender cómo sus variaciones a lo
largo del Triásico estuvieron acompañadas por el aumento o disminución de las
diversas especies.
“Estoy avanzando en
dicho trabajo, que será muy importante, porque permitirá saber qué poblaciones
de animales, sean dinosaurios, reptiles, protococodrilos, u otros, se vieron
favorecidas o desfavorecidas por los cambios de los niveles de dióxido de
carbono en la atmósfera”, aseveró la especialista.
Fuente: http://www.losandes.com.ar/article/un-cementerio-de-animales-prehistorico
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