viernes, 24 de octubre de 2014

Cementerios, panteones o camposanos



Por Rodrigo Velázquez Moreno

La mayoría de las culturas originarias coincidieron en enterrar a sus muertos y en considerar sagrado el lugar donde éstos reposaban. A pesar de la tecnología y los siglos transcurridos, esta tradición ha permanecido sin grandes cambios.

He aquí una brevísima semblanza sobre ese espacio en el que, tarde o temprano, «descansaremos».

¿Panteón o cementerio?
En principio hay que aclarar que un panteón es un altar, mientras que un cementerio es el espacio físico en donde se depositan cadáveres. Un poco de historia nos aclarará la tan común confusión entre ambos términos: el primero tiene origen en los antiguos templos donde los griegos adoraban a sus dioses; después, con la invasión romana, algunos de esos panteones fueron destruidos; otros, con más suerte, fueron transformados en nuevos templos para los dioses romanos.
Años después, cuando el catolicismo se convirtió en la religión oficial, la Iglesia se apropió de estos templos y los convirtió en basílicas. El Panteón Romano –Panteón de Agripa– fue uno de los que atravesó por dicha transformación: se convirtió en la Iglesia de Santa María de los Mártires, por lo que obtuvo inmunidad ante la masiva destrucción de espacios «paganos» –hoy es el único edificio de la Antigua Roma en la ciudad.
Durante el Renacimiento, aquella iglesia se convirtió en la Academia de los Virtuosos de Roma que, además, sirvió de sepulcro a artistas de la talla y fama de Rafael; en la época moderna, al recuperar su valor original como Panteón de Agripa, la idea de «ir al panteón a ver las tumbas de los famosos» no se hizo esperar: las familias adineradas la copiaron para sus nichos fúnebres y construyeron «panteones» para sus difuntos. Así, por costumbre, las personas comenzaron a llamar «panteón» a cualquier tumba y, también por extensión, a los cementerios. Entonces, el cometido de la religión católica se cumplió: se olvidó por completo que, de origen, un panteón era un templo dedicado a los dioses «paganos» –los griegos, primero, y después los romanos.

Y bueno...
Los cementerios siempre han tenido espacios físicos delimitados, normalmente ubicados lejos de las poblaciones. Supongo que desde tiempos prehistóricos el ser que dejaba de vivir era abandonado por varias razones: 1. no tenía ya ninguna utilidad para nadie –salvo, quizá, en las culturas caníbales–; y 2. los muertos apestan, atraen enfermedades y animales salvajes. Presumo entonces que, después de miles de años, los hombres entendieron que el riesgo de contraer enfermedades por la presencia de cadáveres disminuye si éstos se queman o se entierran; imagino también que ya eran lo bastante civilizados como para entablar lazos fraternales, incluso con cuerpos inanimados. Así pues, decidieron conmemorar las muertes de sus amigos y parientes y, para hacerlos permanecer en el recuerdo, qué mejor que edificar un lugar especial, que cumpliera con el requisito de lejanía [pero nomás tantito] para matar dos pájaros de un tiro: poderlos visitar en un lugar en el que no «contaminen» con su presencia.
Estos lugares reflejan las tradiciones y culturas de los pueblos que los construyeron. De ahí su importancia para los historiadores por sus múltiples asociaciones: catacumbas, sarcófagos, cementerios y ataúdes; cruces, lápidas, flores, etcétera.

Fuente: http://www.zocalo.com.mx/seccion/opinion-articulo/cementerios-panteones-y-camposantos-1413673140

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