Por Redacción Digital Perlavisión
Pocas
personas están exentas de recibir una sensación de recelo al internarse en un
cementerio, sin embargo, esa tal vez no sea la reacción más común al visitar la
necrópolis de la barriada de Reina, en la sureña ciudad cubana de Cienfuegos,
frente al Mar Caribe.
No
se puede evitar sentir cierto abatimiento en el instante en que lo conducen al
panteón de La Bella Durmiente, erigido a la joven María Josefa Álvarez Miró,
fallecida el 16 de julio de 1907, a la edad de 24 años, en la flor de su vida.
La
madre de la joven encargó a un artesano (se dice que está hecha por un escultor
italiano), que en honor a su hija erigiera la figura de una doncella, no muerta
sino envuelta en un eterno sueño.
La
imagen precisamente representa una bella joven dulcemente dormida, recostada a
una cruz, con un ramo de amapolas en su mano derecha, como símbolo de la vida,
que descansa en su regazo, mientras con su mano derecha aplasta suavemente una
serpiente, como alusión a la muerte.
Muy
semejante a la Bella Durmiente cienfueguera se esculpió otra en un cementerio
de Italia, firmada por Sacomanno, mientras que el autor de la doncella de la
ínsula caribeña es anónimo. El fallecimiento de la muchacha esta ceñido en un
misterio.
La
imagen de la Bella Durmiente esculpida en mármol blanco no es la única que deja
absorto al visitante. Todo aquel Conjunto arquitectónico fúnebre es digno de
reconocer. Las lápidas de los nichos del Cementerio de Reina son verdaderos
tesoros del arte estatuario en bajo relieve, testimonios históricos de los años
precedentes. En fin cada una de las piezas de esa maravilla de la arquitectura
tiene un gran valor histórico y artístico, especialmente las esculturas de
mármol, las imponentes rejas de hierro de los exteriores del camposanto que
demuestran el alto nivel creativo de los artesanos que las diseñaron hace más
de 150 años.
La
construcción de esa necrópolis, de marcada filiación neoclásica, se remonta al
año 1836 durante el mando del Señor Coronel Don Narciso Arascot y terminado en
el gobierno de Tolrá, el 21 de junio de 1839, por el Padre Antonio Loreto
Sánchez y Romero, primer cura de almas de la también conocida Perla del Sur.
La
obra la conforman entre muchas otras piezas, la capilla edificada por Nicolás
Jacinto Acea en 1860 y reedificada en 1886 por su sobrino Nicolás Salvador
Acea. Las labores continuaron en 1904. Presenta 4 columnas, techo de azotea con
cornisa, el frontón de cornisa ligeramente...
En
el año 1943 es colocada una tarja en el extremo izquierdo de la fachada del
Cementerio a la memoria de los patriotas fusilados en Cienfuegos en las Guerras
Libertadoras, especialmente en la del 1868.
En
el sitio está sepultado también, Don Agustín de Santa Cruz, quien donó las
primeras tierras donde se asentó la ciudad. La lápida muestra la fecha de 1841.
La
belleza y ostentación de todo ese conjunto arquitectónico realizado en
bajorrelieve solo tiene una razón: la competencia entre las personas adineradas
para erigir un sitio sobresaliente en su última morada, mientras que los nichos
estaban destinados a aquellas familias que no tenían recursos y que resultaban
más baratos que la costosa construcción de un panteón. En la tierra eran
cavadas las tumbas en las que se depositaban los difuntos cuyas familias no
contaban con los recursos, para alquiler un nicho.
El
cementerio en su totalidad es una muestra de los valores artísticos que le
impregnaron los artesanos estatuarios de Cienfuegos, aunque no todos poseen los
mismos atributos. Aquellos creadores, oriundos de la propia comarca, modelaron
con gran belleza los materiales: pizarra, hierro fundido y mármol para lograr
una obra funeraria de alta calidad. Es copia del camposanto Espada, construido
alrededor de 1805 en La Habana y del que se conservan muy pocos vestigios.
El
patio interior está flanqueado por paredes con tres hileras de nichos cada una
y el modo de enterramiento responde a la época colonial cubana del siglo XIX.
Los monumentos se distinguen por su acabado a tal magnitud que los
especialistas plantean que están entre los más sobresalientes del mundo junto
con los cementerios italianos de su tipo.
El
Cementerio de Reina fue declarado Monumento Nacional el 30 de enero de 1990 por
la Comisión Nacional de Monumentos. La forma de enterramiento en paredes de
nichos es la única que se conserva en Cuba de la época colonial, tras
suprimirse los enterramientos en los templos. Lamentablemente como consecuencia
del paso del tiempo y la falta de mantenimiento los panteones y nichos de ese
tesoro arquitectónico están afectados seriamente y en peligro de desaparecer.
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