lunes, 18 de abril de 2011

Arte funerario en Donostia

"pronto se dirá de vosotros, lo que suele ahora decirse de nosotros: ¡¡Murieron!!". Esta frase corona dos de las entradas del cementerio de Polloe, en el barrio de Egia. Fue construido, entre 1876 y 1878, por el arquitecto José de Goicoa, que también se encargó del diseño del palacio de la Diputación Foral de Gipuzkoa, entre otros edificios de la ciudad. Dentro guarda miles de tumbas. Muchas de ellas son auténticas obras de arte, que ha analizado María Ordóñez en el artículo El romanticismo funerario de Polloe, publicado por Eusko Ikaskuntza en Ondare: Cuadernos de artes plásticas y monumentales.
Antes de que Polloe fuera construido, el cementerio de la ciudad estaba en San Martín, en una zona que abarcaba parte del cerro de San Bartolomé. José Manterola, en un artículo de 1883 para la revista Euskal-Erria, titulado San Sebastián, necrópolis de Polloe, relata que siendo "insuficientes ya los antiguos cementerios de San Martín y San Bartolomé para atender a las crecientes necesidades de la población, el Ayuntamiento de esta ciudad pensó en construir uno nuevo de mayores proporciones que aquellos, y después de grandes discusiones y de maduro examen se eligieron, al efecto, como el lugar más propio las alturas de Polloe".
El 12 de agosto de 1878 el cementerio fue bendecido y el 30 de abril del año siguiente se trasladaron en solemne procesión a Polloe "los restos mortales que yacían en el antiguo cementerio de San Martín". Para recordarlo, se erigió un monumento de mármol en el centro de la necrópolis, monumento que, con el paso de los años, ha perdido la mayoría de sus inscripciones.

Muro principal
"El muro de cerramiento de la necrópolis de Polloe supuso la presentación a la población donostiarra de la tendencia del movimiento romántico aplicado a la a arquitectura", describe Ordóñez en su artículo. Ese muro principal es, a su vez, el que da acceso a la capilla, recientemente restaurada. A sus lados, hay tres accesos. Para realizar la composición iconográfica del muro de cerramiento se requirió la ayuda del escultor Jacinto Matheu Iroster.
Lo más destacable de la fachada de la capilla se encuentra en el frontón -composición de forma triangular sobre una puerta en forma de arco de medio punto-. En el centro aparece una imagen del Cordero Pascual dispuesto a ser sacrificado. "Y rellenando el espacio en torno a esta imagen se han dispuesto roleos con desarrollo de racimos de uvas asociadas a espigas de trigo", afirma Ordóñez.

Ordenación y lápidas

"El recinto interior de la necrópolis está perfectamente ordenado por calles y avenidas principales", explica la investigadora, al tiempo que añade que "todos los monumentos están obligados a orientar su fachada principal a la calle que se les asigna".
Ordóñez explica que en el antiguo cementerio de San Bartolomé apenas había alguna tumba que "destacara por su apariencia estética o de promoción". No obstante, Polloe tenía otras reglas. Precisamente, el siglo XIX fue la época en la que se potenció el valor del arte funerario: "En el periodo de 1845 a 1850 se inicia la práctica de erigir mausoleos en los cementerios, generalizándose su uso en 1862". En la necrópolis de Egia se ofrecía a los donostiarras terreno libre para su compra. Éstos, en función a las "dimensiones del monumento pretendido", decidían qué espacio adquirir.
En palabras a este periódico, Ordóñez explica que "al haber un amplio terreno, empezaron a construir" esos monumentos en Polloe. El "nivel económico" de los interesados llevó a realizar "construcciones artísticamente grandes". Aún así, aclara que también hubo excepciones. Como ejemplo pone a la familia Rezola -de la cementera añorgatarra-, que pese a ser una familia pudiente, cuenta con un monumento sencillo, en la calle Santa Catalina, conformado por una sola cruz.
Los primeros mausoleos que se construyeron en Polloe respondían al modelo de "panteón-capilla". Este tipo de monumentos funerarios eran requeridos por los ciudadanos que vieron con la construcción de Polloe "la posibilidad de confirmar su posición social y lo que en el antiguo cementerio había sido imposible por no disponer del terreno necesario para levantar una construcción ostentosa como se estaba promoviendo en cementerios de la península". Además, era una manera de que la clase alta de Donostia pudiese tener "un enterramiento intimista en el interior de edificaciones consagradas", continúa la autora.

Murciélagos y antorchas
Entre los monumentos funerarios que pueden hallarse en Polloe se encuentra el de Claudio Antón de Luzuriaga, que fue encargado a Antonio Cortázar en 1879. Ordóñez expone que Cortázar pertenece "a la primera generación de arquitectos que salieron de la escuela de Madrid", por lo que desarrolla obras románticas o clasicistas.
Este mausoleo, que se encuentra al comienzo de las calles San Ignacio y San Martín del cementerio, es uno de los más conocidos en la ciudad debido a las figuras que custodian su entrada: dos murciélagos sobre dos antorchas encendidas, que iluminan el mundo terrestre. "El sentido de este programa se puede entender como que el retiro de los que allí yacen debe ser protegido de la oscuridad eterna -identificada por la presencia de los murciélagos-. Ésta protección la reciben mediante la luz siempre encendida de las antorchas que simbolizan la última verdad -la creencia en la resurrección-", explica el artículo.
El mausoleo de Claudio Antón Luzuriaga cuenta con una planta rectangular y un acceso desde la fachada principal mediante un arco de medio punto. "Esta obra es un ejemplo de tendencia del movimiento romántico hacia lo fantástico y lo alegórico", afirma la autora.
En la década de 1880, se planteó la construcción de la catedral del Buen Pastor. Tuvo tanto "bombo y platillo" que el neogótico -estilo de la catedral- "es lo que prevaleció" entre las construcciones funerarias de esa época en una clase social determinada. Comenzaron a levantarse "las magnas capillas" que buscan imitar a la catedral. A este respecto, Ordóñez apunta que la tipología del panteón-capilla se mantuvo de manera irregular hasta 1910 y todas las construcciones "reproducen en sus alzados elementos del estilo ojival".


De arenisca a mármol

"Una tumba representa la memoria hacia el difunto de los seres que le sobreviven, por tanto, un monumento que se erosione con el tiempo no estaría en consecuencia con un recuerdo perenne". Éste fue, según la autora, uno de los motivos por el cual a finales del siglo XIX se dejó de usar la arenisca en la construcción, en favor de otros materiales pétreos como la caliza o el mármol. Este último, además, tuvo mucho peso en Polloe -también en el barrio de Egia- debido al gran trabajo realizado por la empresa marmolista de Tomás de Altuna. Por otro lado, la piedra con cierto cromatismo permitió "jugar con la estructura del edificio".
Por ejemplo, en un par de capillas levantadas por Domingo Eceiza "la piedra de tonalidad gris es empleada para los muros de cerramiento del cuerpo del edificio", mientras que el color "más oscuro está relacionado con el mundo terrestre". El blanco se utiliza en ornamentos como pináculos, perfiles de gabletes o figuras de animales monstruosos, entre otros. "La finalidad de este juego cromático es la búsqueda de la expresión", comenta.
La particular arquitectura de la necrópolis, junto con las insignes personas que yacen en ella, elevan a Polloe a esa categoría de cementerios del mundo que son visitados por puro placer artístico y turístico.

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