Por Mónica Quintero Restrepo
Esa primera persona era una mujer. Se llamaba Sixta Fernández de Jaramillo, pero de ella queda el nombre. No está ni la tumba, ni los restos. Solo se sabe que fue enterrada en 1845.
“No hemos podido saber quién era o qué pasó”, dice Juan Diego Torres
, historiador y coordinador académico del cementerio museo San Pedro.
Así que de esos que fueron enterrados hace mucho tiempo, los más viejos
que están todavía son los Barrientos: José Antonio y José María. La
fecha, hacia 1845-1846.
Fue un 22 de septiembre de 1842 cuando se fundó el cementerio San Pedro, que primero se llamó San Vicente de Paul. El médico Pedro Uribe Restrepo
reunió a 50 socios, representantes de 50 familias, para crear el primer
cementerio privado. Ese día hicieron el acta de fundación de ese
edificio de color blanco que suma ya 170 años.
En la época
existían dos camposantos. El de San Benito, fundado en 1808 (no duró
mucho), y el de San Lorenzo, en 1826, que funcionó hasta 2007.
“Ellos
van a ver que para ese momento -señala Juan Diego- el San Lorenzo no
representaba esa importancia en términos estéticos. No era un lugar
bonito y así lo dicen en su acta. Este va a ser un proyecto elitista y
excluyente. Un cementerio para los ricos, casi como un club”.
Desde
ese 22 se empieza el trabajo de edificación, que finaliza en 1845. Lo
primero que se construye es la rotonda circular, conocida como galería
San Pedro. También las galerías laterales San Vicente. Después irá
creciendo hacia los lados y hacia atrás. Una de las últimas reformas se
da en 1950: quitan la verja de hierro, que dejaba ver hacia adentro, y
construyen el hall de entrada y los muros. Lo último que se hizo fue el
cenizario.
El cambio
Cuando empieza la tendencia, a nivel mundial, de los campos cementerios, léase Campos de Paz y Montesacro, las élites empiezan a enterrar allí a sus muertos. Así que, a partir de 1970 el San Pedro va a dejar de ser exclusivo para los ricos y se abrirá a todas las personas, de todos los estratos. Eso hace que el cementerio se convierta en un lugar donde confluyen esas maneras diferentes de representar la muerte.
El cambio
Cuando empieza la tendencia, a nivel mundial, de los campos cementerios, léase Campos de Paz y Montesacro, las élites empiezan a enterrar allí a sus muertos. Así que, a partir de 1970 el San Pedro va a dejar de ser exclusivo para los ricos y se abrirá a todas las personas, de todos los estratos. Eso hace que el cementerio se convierta en un lugar donde confluyen esas maneras diferentes de representar la muerte.
“En el patio central se ven
esas representaciones en torno al arte académico, esos mausoleos y
monumentos y en las galerías, representaciones más desde lo popular:
afluencia de flores, esquelas, tarjetas, dedicatorias”. El San Pedro se
convierte en un lugar de memoria, que permite entender los cánones de la
sociedad y su manera de ser.
Después del pasado, de 170 años de
enterrar personas, de pasar por momentos importantes o difíciles y a
veces contradictorios, como en la época del narcotráfico, cuando hubo
bonanza, pero una sociedad muy deteriorada, queda mirar al futuro.
El plan, señala Carlos Mario Rodríguez
, arquitecto y miembro del equipo consultor para la formulación del
plan especial, busca entender qué significa que el San Pedro sea bien de
interés cultural y cómo se ve a futuro. La intención es que siga siendo
un espacio de memoria y reconciliación, cuidar su infraestructura e
integrarlo a la ciudad como un parque publico.
El plan maestro se
formuló y tiene la fecha de estar completo en 2030 o, en lo posible,
mucho antes. La historia no espera. Ya se escribieron 170 años, que se
leen en las paredes, en las tumbas, en las fechas. En el recorrido por
el cementerio que un día, en 1871, se decidió llamar San Pedro, en honor
al santo.
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