lunes, 1 de septiembre de 2014

Un oscuro cementerio llamado Mediterráneo



Por Pedro Luque

El Mediterráneo, ese mar que vio nacer y morir a incontables civilizaciones, ese azul testigo de amores, traiciones, guerras y treguas, ese maltratado mar que hoy sufre las tasas más elevadas de contaminación del mundo, es además el cementerio de miles de inmigrantes y de sus sueños, es la líquida barrera que divide mundos demasiado diferentes.
No es una novedad que pobladores de África y Medio Oriente se lancen al agua en inestables barcazas para intentar alcanzar costas europeas. Pero hay momentos en que el incremento de los conflictos bélicos, el terrorismo, las epidemias y la falta de oportunidades en los países de procedencia parecen complotarse y empujar con más fuerza a los inmigrantes, lo que aumenta la población de ese antiguo y profundo cementerio.
En lo que va del año, la ONU registró que 1.889 inmigrantes se ahogaron en el Mediterráneo, de los cuales unos 1.600 murieron en los últimos tres meses mientras trataban de alcanzar Europa desde Libia. Sólo el fin de semana pasado, 300 vidas se hundieron en distintas partes de ese mar al que los romanos bautizaron como “Mare Nostrum”.
Esta nueva oleada migratoria encendió alarmas en el Viejo Continente, ya que el aumento de las cifras de víctimas es perturbador: en todo 2013 se registraron 600 ahogados, mientras que en 2012 fueron 500 y en 2011, durante las revoluciones de la Primavera Árabe, fueron 1.500.
Mientras casi dos mil personas quedaron en el camino, otras 124.380 lograron alcanzar las costas europeas. De ellos, 108.172 lo hicieron a través de la isla italiana de Lampedusa. Por eso, Roma reclama ayuda de sus socios europeos para enfrentar este fenómeno.
En los primeros tres meses del año, la entrada de migrantes aumentó 600 por ciento en Italia en comparación con el mismo período del año anterior, mientras que en España ese incremento fue del 130 por ciento.
Más allá de las frías cifras, lo que llamó la atención en las últimas semanas son los botes de juguete inflables con los que los migrantes intentan completar su travesía, como así también los relatos sobre niños que hacen el viaje solos, como Princesa, la bebé de 10 meses que a mediados de agosto llegó a España sin sus padres, en una lancha de inmigrantes que partió de Marruecos.
Ese caso conmocionó al país ibérico y le dio rostro humano a un drama que seguirá sin solución mientras se mantengan las enormes diferencias entre las regiones que son bañadas por el Mediterráneo.

Una barrera distinta

Mientras africanos y asiáticos intentan alcanzar las costas del Viejo Continente, muchos europeos del sur y del este migran hacia el norte, hacia países no tan afectados por la crisis económica y el desempleo. Ellos no deben atravesar un mar embravecido, pero también encuentran trabas.
El miércoles pasado, el gobierno alemán presentó su informe definitivo y un paquete legislativo con el que quiere impedir que los inmigrantes a la Unión Europea (UE) “abusen” de su sistema social. Para ello, limitará a seis meses la estancia de quienes llegan al país a buscar trabajo y no tienen expectativas de encontrarlo.
“La libertad de movimiento es una parte esencial de la integración europea, que apoyamos plenamente. Sin embargo, eso no significa que debamos cerrar los ojos a los problemas que conlleva”, fue la justificación que esgrimió el ministro del Interior alemán, Thomas de Maiziere, quien recalcó que varios países europeos ya adoptaron medidas similares.
Así reaccionó Berlín a un informe que asegura que de 35 mil ciudadanos rumanos y búlgaros que llegaron a Alemania en 2004, se pasó en 2012 a más de 180 mil.
Los gobiernos europeos buscan fórmulas para contener esas dos migraciones, la que viene de afuera y la que se produce puertas adentro. Mientras tanto, el Mediterráneo seguirá tragándose a miles de personas para quienes migrar no es una opción más, sino su única opción.

Fuente: http://www.lavoz.com.ar/mundo/un-oscuro-cementerio-llamado-mediterraneo

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