Por: Manuel de la Fuente Fotografía: José Manuel Mata
Sin duda, desde ayer
nuestros Madriles cobijan un nuevo cebo turístico, la casi absoluta certeza de
que los huesos de Cervantes están en las Trinitarias. Pero no es, desde luego,
nuestro único huésped ilustre. Porque queda constatado que la capital es
también el gran cementerio donde descansan los restos de buena parte de
aquellos que vieron en estas calles su forma de ganarse la vida y el sustento.
La fama y la gloria.
Siempre se habló en
los mentideros de la Villa (sobre todo en el de Cantarranas, situado justamente
entre lo que hoy —en un error que a los dos genios les tendrá bien mosqueados
en su casa celestial— son las calles de Lope de Vega —última morada del Manco
de Lepanto— y de Cervantes —donde vivió el Fénix de los Ingenios—, tan cerquita
del entonces Corral del Príncipe, tierra de promisión de los cómicos) de la
muerte y sus engaños. Y esta ciudad, entre sus muchísimas joyas desconocidas,
guarda una nómina de magníficos cementerios, grandes, pequeños y medianos,
gigantescos como La Almudena (el más grande de Europa), o recoletos como la
Sacramental de San Justo, arriba del Manzanares. En todos ellos han ido a
descansar nuestros mejores hombres. Con el debido respeto, y la mano sobre el
corazón, vamos a seguirles la pista. Cálzense con mimo, y echemos a andar.
Dejamos el hoy llamado
con tino Barrio de las Letras donde fueron a parar los ingenios ya inertes de
Lope y Cervantes, y tiremos, allende el Paseo del Prado, camino del Panteón de
Hombres Ilustres. Le llamaremos el primero, porque aquí somos tan fetenes y tan
chulos que tenemos dos. Este primero, un poquito más allá de Atocha, en el
Paseo de la Reina Cristina. Fue erigido entre 1892 y 1899 y en 1901 se
trasladaron los restos de casi todos los grandes hombres de nuestra política
del XIX, cuyas tumbas, en algunos casos, fueron decoradas por el gran Mariano
Benlliure. Sin ir más lejos, allí están Martínez de la Rosa, Mendizábal,
Olózaga, Argüelles, Cánovas, Sagasta, Dato y Canalejas.
Colosal y gigantesco
El recorrido sigue
hacia Vallecas, por la avenida Ciudad de Barcelona. Cruzada la M-30, ya es hora
de dejar atrás el populoso barrio, atravesar Moratalaz y, camino de la Elipa,
irnos acercando al colosal y gigantesco cementerio de La Almudena, inabarcable,
agotador en sus dimensiones. Pero allí nos esperan en paz poetas como el Nobel
Vicente Aleixandre y Manuel Machado, la cantante Lola Flores y su hijo Antonio,
e inventores como Juan de la Cierva e Isaac Peral.
Formando parte del
mismo complejo funerario, la llamada Necrópolis del Este, está el cementerio
civil, destinado al enterramiento de ilustres no creyentes y agnósticos,
generalmente gente de izquierdas, como los socialistas Pablo Iglesias y Tierno
Galván, la dirigente comunista Dolores Ibárruri, e intelectuales y escritores
como Pérez de Ayala, Pío Baroja y Blas de Otero, el académico Laín Entralgo, y
varios miembros de la Institución Libre de Enseñanza, como Giner de los Ríos.
Hora es de remontar
el camino y (sin poder acercarnos a los aledaños de la Gran Vía, porque allí,
en la iglesia de san Pedro Apóstol mora el osario de Calderón de la Barca,
después de dar vueltas durante siglos por todo Madrid), dejaremos atrás San
Francisco el Grande, donde estuviera el primer Panteón de Hombres Ilustres de la
Villa. Allí, en algún tiempo estuvieron los restos de Garcilaso y el Gran
Capitán. Orillando el Manzanares por su margen izquierda, llegamos a las
inmediaciones de la en otros momentos del año, vergel de diversión dedicado a
nuestro patrón, la Pradera de San Isidro. Un poquito más arriba del Calderón y
lo que hoy es parte del Pasillo Verde, nos adentramos en la Sacramental de San
Justo, quizá el camposanto donde mayor talento de España, y quizá del mundo,
resida. Porque allí están poetas y escritores como los románticos Núñez de
Arce, Espronceda, Hartzenbusch y Larra, los políticos del XIX Ríos Rosas y
Benito Gutiérrez, el pintor Vázquez Díaz, el cineasta José Luis Borau, el que
fuera crítico teatral de ABC Alfredo Marqueríe, el dramaturgo Alfonso Paso, el
novelista Juan Valera, el genial filólogo Menéndez Pidal, los poetas del 27
Manuel Altolaguirre y Adriano del Valle, los escritores Carmen Conde y Ramón
Gómez de la Serna, actores y actrices tal que Antonio Vico, Ricardo Calvo, Sara
Montiel, Rafaela Aparicio, Amalia Bautista y la bailaora Pastora Imperio.
Menuda nómina ilustre descansa allí en paz. A desmano nos pillan los túmulos de
Jacinto Benavente (en Galapagar) y Doña Emilia Pardo Bazán, (cripta de la
Iglesia de Nuestra Señora de la Concepción de Goya).
Dejamos atrás San
Justo y tomamos el camino de San Antonio de la Florida. Es cuesta abajo. Allí,
en su deliciosa capilla está lo que queda (le sigue faltando la cabeza) de don
Francisco de Goya, que tuvo a la Villa por su segunda patria. Sépanlo, además
de rompeolas de todas las Españas, Madrid es el guardián de su memoria.
Fuente: http://www.abc.es/madrid/20150319/abcp-cementerios-madrid-guardianes-memoria-20150318.html
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