Por Diego Fischer Fotografía por: L.Carreño
Desde hace un par de
años los llamados "Encuentros a la puesta del sol" en el Cementerio
Británico de Montevideo, se han convertido en un paseo cultural al que acuden
cientos de personas, que llegan a ser varios miles en fechas como el Día del
Patrimonio (4.000) o la Noche de los Museos (1.500).
La propuesta va por
su tercera edición consecutiva y el año pasado el camposanto de Avda. Rivera y
Nicolás Piaggio fue galardonado con un diploma de reconocimiento "por su
gestión integral y su vínculo con la ciudad y sus nuevas generaciones",
otorgado por la Red Iberoamericana de Cementerios Patrimoniales.
Shakespeare y santos.
El arquitecto
uruguayo y gestor cultural Eduardo Montemuiño, luego de haber recorrido y
comprobado el atractivo turístico que constituyen los cementerios de varias
ciudades de América y Europa, elaboró una agenda temática cuyo eje central es
la vida de personajes y personalidades que están sepultadas en el Británico.
Presentó su proyecto a las autoridades de la Sociedad Civil sin fines de lucro
que preside el antiguamente denominado Cementerio de los Ingleses, que lo vio
como una oportunidad de relacionarse con la comunidad y el barrio de una manera
diferente. No dudó en aprobarlo.
A la hora de bautizar
su propuesta, Montemuiño apeló a un eufemismo: Encuentros al atardecer y
también a Willliam Shakespeare o más concretamente a su obra de teatro Macbeth
(la tragedia de la ambición), estrenada en 1606. Recordó su primer acto, cuando
se levanta el telón y tres brujas prometen volver a juntarse en el yermo
"cuando acabe el estruendo de la batalla y unos pierdan y otros la ganen;
y antes de ponerse el Sol".
Originariamente el
Cementerio Británico estaba en el ejido, exactamente donde hoy se levanta el
Palacio Municipal. Allí eran enterradas las personas que no profesaban la
religión católica. En 1884, el dictador Máximo Santos expropió el gran predio
que era propiedad de la Corona de Gran Bretaña para lo cual el Estado uruguayo
pagó una cifra que las crónicas de la época ubican en 20.000 libras oro.
Fue entonces que el
nuevo campo santo comenzó a construirse en lo que en aquellos años era un
yermo, muy lejos de la ciudad. Un lugar donde todos los vientos que subían
desde el lindero Río de la Plata, constituían sus únicos vecinos. El nuevo
terreno tenía casi cuatro hectáreas y había sido adquirido en 1875 por la
Sociedad Inglesa.
Hace 130 años, en
1885, y en un operativo que insumió meses, comenzó el traslado en carros
tirados por bueyes de los cuerpos y, en muchos casos, de las tumbas íntegras
con su ornamentación. Desde entonces y hasta hoy, el Británico es el único
cementerio privado que existe en Montevideo.
Su construcción
coincidió con el reinado de Victoria y el comienzo del apogeo de la presencia e
incidencia fundamental de Inglaterra en la economía uruguaya. Aun así, la
colonia británica en Uruguay no superaba las 3.000 personas y si bien era la
más poderosa, resultaba muchísimo más pequeña que la italiana y la española.
Entrar al Cementerio
Británico es ingresar a un cuidado jardín donde ligustros y lavandas matizan el
verde intenso de los árboles y del césped prolijamente cortado y surcado por
limpios senderos. Todo allí es sobrio. El parque es la antesala del cementerio
propiamente dicho, donde también imperan la sencillez y la pulcritud.
Cualquier asociación
necrofílica que se quiera hacer con los Encuentros a la puesta del sol, está
muy lejos de la realidad. Porque recorrer el Británico junto al arquitecto
Montemuiño, como lo hizo El País el viernes último, resulta una experiencia
enriquecedora. Allí están los sepulcros de muchas figuras que fueron
protagonistas de la historia y la cultura uruguaya. "Se trata de hablar de
las personas y sus vidas y con respeto", dijo Montemuiño a El País, al
explicar el sentido de los paseos culturales.
El arquitecto, no
sólo demostró tener un bagaje muy importante de conocimientos sobre los hombres
y mujeres que allí yacen, sino también acerca del significado de los símbolos y
figuras que adornan muchas de las tumbas.
Soldado desconocido.
El Británico es el
único cementerio militar que existe en el país. En un sector claramente
delimitado, están enterrados muchos marinos y soldados ingleses,
norteamericanos, franceses y alemanes. En dicha área se encuentra la Tumba del
Soldado Desconocido, en homenaje a los marinos ingleses que murieron en la
Batalla del Río de la Plata, en diciembre de 1939.
Contrariamente a la
que existe en París, debajo del Arco de Triunfo, ésta solo tiene una pequeña
lápida vertical de mármol gris de menos de 50 centímetros de altura.
La tradición de la
Marina de Inglaterra es arrojar al mar los cuerpos de los muertos en combate;
pero en el caso de la Batalla de Punta del Este, en la que los británicos
sufrieron más de 70 bajas y los alemanes 37, el mar se encargó de devolver a la
costa uruguaya a varios de esos combatientes.
No sólo militares
tienen su última morada en el Británico. Hay artistas, industriales y
deportistas como la golfista uruguaya Helen Fay Crocker, ganadora del Open de
USA en 1955, o Enrique Lichtemberger, fundador del fútbol uruguayo y del Club
Albion. También descansan allí John Harley, primer técnico del seleccionado
uruguayo, y el inglés William Leslie Poole, fundador de la Asociación Uruguaya
de Fútbol.
De mujeres, música y
fútbol
EL CEMENTERIO EN CIFRAS
Un campo con 2.800
sepulcros
El Cementerio
Británico ocupa cuatro hectáreas, cuenta con 2.800 sepulcros y desde su
traslado a su actual emplazamiento de la avenida Rivera y Nicolás Piaggio, en
1885, se han realizado 9.000 entierros, según informó a El País, su
administradora, Marta García.
Seis personas
trabajan en el mantenimiento del predio, quienes además cumplen la función de
sepultureros. Cuenta también con tres funcionarios que cumplen tareas
administrativas.
El cementerio está
abierto los 365 días del año. García subrayó que allí hay sepultadas personas
de 50 nacionalidades y de todos los credos. Una de las tumbas más interesantes
está ubicada a la izquierda de la capilla con el memorial de los combatientes
ingleses en la Primera Guerra Mundial. La tumba pertenece a Stella Lavinia
Spencer (Inglaterra 1884-Montevideo 1930). Para el arquitecto Eduardo
Montemuiño, revelar el misterio de quién era la mujer de 46 años allí
enterrada, es un deber que tiene. El epitafio, dedicado por su esposo, la
describe como “una pionera e incansable trabajadora por la emancipación social
y política de la mujer, poeta, artista, cuya devoción por el bien y la belleza
fue el esfuerzo constante de su vida. Incluso en la adversidad”.
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