lunes, 13 de abril de 2015

El cementerio Jardín de la Almudena, el más antiguo de Cuzco




Por M Vela Tudela

El cementerio Jardín de la Almudena, en el barrio de Santiago, es el más antiguo de Cuzco y alberga asombrosas piezas de mármol, gárgolas, mausoleos y joyas artísticas que evidencian el fervor religioso de esta ciudad y la creatividad peruana. Fue construido en 1850 por orden del beato Miguel Medina, ante las condiciones insalubres en las que se enterraban entonces a los fallecidos. El frontis fue levantado con restos del templo de San Agustín, cañoneado por Agustín Gamarra en los años de la Independencia de España. Se cuenta que el paredón sirvió para fusilamientos en aquellos tiempos de enfrentamiento bélico.
Ilustres del arte, la política y la sociedad del país andino descansan en los pabellones de este camposanto. Declarado patrimonio cultural nacional por el Ministerio de Cultura en 2011, actualmente parece aplastado por el crecimiento de la ciudad y del distrito de Santiago, donde se ubica, y yacen en él conviven con el día a día de Cuzco: las combis (unas furgonetas que hacen función de autobuses), la contaminación y el animado tráfico de la carretera 3S, que conecta la capital andina con la ciudad de Puno.
Enrique, el guía que va desgranado las historias del cementerio, no sabe cuántos nichos hay en este campo santo. “Dos mil, por lo menos”, dice. No se trata de un panteón de grandes dimensiones, pero las tumbas están muy juntas, generando una agobiante sensación de compresión, de falta de separación entre los que yacen en él. Las más antiguas están en el sótano. En una lápida de mármol se ve la fecha de 1888. El guía explica que durante los tours nocturnos hacen salir a un actor disfrazado de este túnel para asustar a los visitantes.
También conoce alguna historia truculenta. Ante la Cruz de los Condenados, cuenta que “un alma viene a penar porque cometió un incesto contra su sobrina”. Nadie quiere acercarse mucho a esa cruz. Cerca de aquí hay un macabro mausoleo con una calavera esculpida, donde se realizan clandestinamente misas negras y rituales de brujería para hacer daño a alguien, según explica el guía. Hay restos de velas negras. Más allá aparece el Mausoleo de la Familia Zegarra Alfaro, donde se dio el primer caso de un "muerto viviente": una catalepsia que nadie pudo atender.

La dama del cementerio
La historia más conocida del lugar es la de la dama de Almudena, una joven a la que le gustaba mucho la fiesta nocturna y que murió abruptamente. La leyenda dice que sale de su tumba para tomar un taxi hacia las discotecas del centro y retomar lo que hacía en vida. Más tarde, en el taxi de regreso, desaparece abruptamente en la puerta del panteón. Las visitas nocturnas recrean también este suceso y una actriz aparece llorando y lamentándose sobre la lápida de María (nombre de la misteriosa dama): “yo no quería morir aún”. Enrique remata el relato con una divertida risa asolapada.
En el cementerio están enterrados personajes ilustres. Está Clorinda Matto de Turner, la primera periodista peruana, que reposa en un hermoso mausoleo; Martín Chambi, célebre fotógrafo puneño junto a su esposa; Daniel Estrada, un querido alcalde de la ciudad; el escritor Humberto Vidal Unda, el músico Roberto Ojeda, Eulogio Nishiyama, director de la primera película en Quechua, así como un ex presidente de la nación, Serapio Calderón, y un combatiente en los tiempos de la independencia, Cosme Pacheco.
También yace aquí –junto a sus sobrinos– el mítico aviador Velasco Astete, el primero en cruzar los Andes. La gente acude cuando está próxima a viajar, para pedirle suerte y buenos vientos. Paradójicamente, nuestro héroe murió en un accidente aéreo. Y por último está aquí la también ilustre Cruz de los Desaparecidos, donde van los familiares que no encuentran a sus muertos, perdidos para siempre en este cementerio atiborrado. Allí les ponen las flores. Enrique conduce al final a la Capilla de Santo Roma, construida en 1802, donde se oficiaban las primeras misas y que actualmente funciona como depósito y crematorio.
La Sociedad de Beneficencia Pública de Cuzco, administradora del Jardín de la Almudena, ofrece visitas guiadas durante el día y también por la noche. Las nocturnas tienen un precio de 10 nuevos soles (unos tres euros). El recorrido es de una hora y se pueden realizar de 8 a 16.00 y de 19.00 a 23.00.
Los familiares de los fallecidos suelen dejarles en sus tumbas vasos de cerveza, gaseositas, galletas, juguetes, fotos, cartas, amuletos y cualquier cosa que al difunto le gustase en vida. También se pueden ver flores artificiales que se mueven de lado a lado gracias a un sistema mecánico, dando algo de vida al que ya ha partido. Un detalle dulce y amargo a la vez. También hay flores de verdad, algunas ya caídas, y nichos abiertos que no quiero mirar. Siempre resulta extraño caminar entre los muertos.

Fuente: http://elviajero.elpais.com/elviajero/2015/04/10/actualidad/1428678439_595130.html

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