Por Pablo Scarpellini
Fotografía Getty
Desolador. Así era el
aspecto de la gran estrella del momento que se acababa de quitar la vida. Fue
una escena que pudieron contemplar los dos responsables de la funeraria que
transportó los restos mortales de Marilyn Monroe hasta un cementerio de Los
Angeles, el recuento morboso de una tragedia que ambos han relatado en un libro.
Es un recorrido
curioso por la muerte a bordo del primer coche fúnebre que dos jóvenes, Allan
Abbot y Ron Hast, se compraron por 40 dólares como diversión para ir de
acampada y que acabó convertido en el transporte de las estrellas. Además de la
atormentada Monroe, se encargaron del funeral de Ernie Kovacs, Clark Gable y
Natalie Wood, entre otros grandes nombres del Hollywood dorado.
Pero nadie como
Monroe, una mujer a la pudieron contemplar en una morgue después de haber
pasado por las meticulosas manos de un médico forense. Abbot entró en la
habitación donde ya trabajaba el embalsamador conocido como Frenchie.
"Cuando
corrieron la sábana que la cubría, era imposible creer que se tratara del
cuerpo de Marilyn Monroe", recuerda el empresario en las páginas de su
libro. "Parecía una mujer corriente, envejecida que no se había cuidado
demasiado. Obviamente, las circunstancias alrededor de su muerte habían
exacerbado su pobre aspecto y estaba irreconocible".
Recuerda que tenía
coágulos de sangre morados en el rostro y que su cuello estaba muy inflamado,
además de que empezaba a asomar su verdadero color de pelo, el castaño, y que
no se había depilado las piernas en más de una semana.
Después se produjo el
proceso de trabajar en la imagen de la actriz para que estuviera presentable
para el funeral, vistiéndola y maquillándola. Recuerda que los encargados de
semejante menester tuvieron problemas en conseguir bragas en su armario puesto
que no solía llevar y que usaron una peluca rubia que encajara con la imagen
que tenía el público de ella.
Presente para la
vigilia estaba uno de los grandes enamorados -y ex maridos- de la actriz, la
estrella de béisbol Joe DiMaggio, que estuvo presente durante la vigilia y que
permaneció junto al ataúd durante todo el cortejo fúnebre. Monroe yace en la
actualidad en el Westwood Cemetery, una de las tumbas más visitadas de Los
Angeles.
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