domingo, 19 de julio de 2015

Memoria: ¿Cómo se hace la exhumación de NN en Colombia?


Por Política El Tiempo

Desde el 2010, la Fiscalía, el Instituto Nacional de Medicina Legal y algunas ONG vienen desarrollando una campaña para ubicar, exhumar, identificar y entregar a sus familiares miles de restos de personas que han sido sepultadas como no identificadas en los camposantos del país, varios de los cuales serían combatientes muertos en medio del conflicto.

Esta tarea recibió un fuerte impulso con la “orden” del presiente Juan Manuel Santos, en mayo pasado, para que no se sepultaran más guerrilleros como NN.

“Los padres de nuestros soldados asesinados y los padres de los guerrilleros muertos son también colombianos y sus lágrimas son las mismas, no lo olvidemos”, dijo Santos luego de la muerte de 26 insurgentes tras un bombardeo de la Fuerza Pública, en el Cauca.

Uno de los protagonistas de las exhumaciones de cadáveres no identificados ha sido el padre Javier Giraldo, un activista de derechos humanos quien desde hace varios años ha estado vinculado al Centro de Investigaciones y Educación Popular (Cinep).

En diálogo con EL TIEMPO, el padre Giraldo contó cómo ha sido el proceso de ubicar y exhumar estos cuerpos, algunos de los cuales, según datos que entregó hace algunos días la Fiscalía, serían guerrilleros muertos en combate.

El padre Giraldo afirmó que entre los camposantos que se han visitado durante la campaña hay cinco que concentran el diez por ciento de los más de 20.000 enterrados como no identificados en el país: La Macarena, Granada, Vistahermosa y Villavicencio, en el Meta, y San José del Guaviare, en el Guaviare.

“Hay casos de familias que temen que su hijo murió en combate y que si ellos se acercan a reclamar el cadáver los van a dejar detenidos”, dijo el sacerdote.

¿Cómo ha sido la ubicación de personas sepultadas como no identificadas en cementerios del oriente y el sur del país?

En el 2010, a raíz de algunas denuncias de pobladores de La Macarena (Meta) en el sentido de que se estarían llevando combatientes muertos a su cementerio, empezamos a recorrer otros de la región como el de Granada, en el que encontramos muchas tumbas con una pequeña descripción en la que decía que había siete, cinco o tres cuerpos. En un sitio en el que no había ninguna señalización sino solamente un montón de piedras, por información de algunos habitantes, descubrimos que habían enterrado a las víctimas de un bombardeo. Los habían traído en camiones y la mayoría eran menores de edad. La Fiscalía lo pudo comprobar y exhumó más de 40 restos.

¿Qué otros cementerios visitaron?

Luego fuimos a Vistahermosa, también en el Meta, donde encontramos el mismo fenómeno. Posteriormente en Villavicencio también había una zona de tumbas no identificadas, al igual que en San José del Guaviare.

¿Cómo ha sido este proceso de exhumaciones de cuerpos no identificados?

Muy difícil. En un comienzo encontramos a una fiscal, la doctora Sandra Herrera, que estaba en la Unidad de Justicia y Paz, muy sensible a este problema. Ella nos colaboró mucho, fue la que hizo exhumaciones en Granada y en La Macarena. Después de ese descubrimiento en La Macarena se convocó, en julio del 2010, una audiencia pública de campesinos de toda la región. Vinieron unos 5.000 y dieron testimonios impresionantes de desapariciones. Algunos tenían sospechas de que sus parientes podrían estar en el cementerio de La Macarena. Se tomaron muchos datos y la Fiscalía mandó una unidad para recoger muestras de ADN y cotejarlas con los restos que se iban exhumando. Después de que la fiscal Herrera salió de allí, la colaboración ha sido casi nula por parte de la Fiscalía. Llegó un momento en que nosotros fuimos llamados por campesinos que estaban en zonas de guerra y a las que la Fiscalía o no entraba o los armados no le permitían entrar. Entonces empezamos a hacer lo que llamamos exhumaciones humanitarias.


¿Cómo es esto?

Son exhumaciones por parte de organizaciones civiles como el Cinep y la Corporación Orlando Fals Borda, entre otras. Empezamos a exhumar y llegamos a un acuerdo con fiscales para que, en una zona menos riesgosa, les pudiéramos entregar los restos y ellos pudieran iniciar las investigaciones, sobre todo el análisis de la identificación. Les tomaban las muestras a los posibles familiares y también declaraciones para esclarecer los casos. Después llegamos a un convenio ya más formal para las exhumaciones humanitarias, pero esto es muy costoso también. Los viajes a regiones de guerra, que son ordinariamente lejanas y con todo el equipo de antropología forense y personas que ayudan en esto, son muy costosos.

¿Eso lo financiaban las organizaciones no gubernamentales?

Sí.

¿Estos restos eran considerados por sus familias como personas desaparecidas o se hablaba de guerrilleros muertos en combate?

Desaparecidos porque para la familia, cuando no aparece el cadáver, es un desaparecido. La mayoría de las familias de guerrilleros muertos en combate no tienen información de dónde murió su pariente, dónde estaba combatiendo, simplemente un día se desaparece y no vuelve a comunicarse o les llega la noticia de que a su hijo lo mataron, pero no saben dónde lo enterraron, es un desaparecido.

¿Cómo es la reacción de las familias tras las exhumaciones de los no identificados?

Ha habido una medida, que fue el momento de mayor colaboración de la Fiscalía, que fue hacer un cruce con los archivos de la Registraduría. Se logró inclusive identificar, con las fotos de las cédulas, a las víctimas. La Fiscalía publicó unos folletos con las fotos y algunos datos de ellos.

¿Y empezaron a aparecer las familias?

Unos cuantos han ido apareciendo. Esos carteles los pusimos en oficinas de personerías, de la Defensoría del Pueblo, en algunas alcaldías, en la Pastoral Social y han aparecido algunas familias que se van enterado, saben que es su pariente y empiezan el proceso para reclamarlo. La Fiscalía ha entregado muy pocos restos. En el 2010 la Fiscalía hizo una encuesta a las alcaldías para preguntar cuántas tumbas no identificadas había en sus cementerios. Respondieron 868 de 1.100 y según eso había más de 20.00 casos de tumbas anónimas en el país. Es muy significativo que en los cinco cementerios de los que hablábamos antes y que nosotros visitamos e identificamos como los que tenían un número muy grande de tumbas anónimas, está el diez por ciento de cuerpos enterrados como no identificados, es decir más de dos mil.

¿Esos más de 2.000 cuerpos ya fueron exhumados?

No. Hay unos que ya fueron exhumados, pero no han sido identificados, Por eso se requiere una campaña grande y todo esto demanda recursos en las zonas en las que hubo más violencia, más enfrentamientos y desaparecidos, informar más a las familias, por todos los medios de comunicación, para que se acerquen y den los datos o se tomen una prueba de ADN. Realmente las familias están muy aisladas y desinformadas en el campo.

¿Hay familias de muertos en combate que por motivos de seguridad prefieren no acercarse a reclamar?

Sí, hay casos de familias que temen que su hijo murió en combate y que si ellos se acercan a reclamar el cadáver los van a dejar detenidos y entonces más bien no se acercan, esos casos se dan.

¿Qué significado tiene en la búsqueda de la paz lograr identificar a estos NN, algunos de los cuales serían guerrilleros muertos en combate?

Hace pocas semana el mismo presidente Santos anunció una orden para que no se entierre un guerrillero más como no identificado, que se les entreguen a los familiares los restos. Es impresionante que algo que es una norma, podríamos decir milenaria de la humanidad, apenas hasta ahora se convierte en norma en Colombia. Se habían tolerado ese tipo de inhumaciones, que es como una segunda muerte de la persona o una tortura permanente para la familia, porque se tenía esa costumbre de no entregar los cadáveres. Es como ese afán de destruir totalmente a la persona, sus memorias, sus restos y humillarlo hasta el máximo, de estigmatizarlo hasta el máximo y eso se había convertido en normal cuando en todos los Convenios de Ginebra, por ejemplo, se ordena la entrega de los restos de los combatientes y enterrarlos dignamente, pero Colombia, que había firmado todo esos tratados, los violaba permanentemente.


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