sábado, 22 de febrero de 2014

Cuba: Los cementerios de Ciego de Ávila


Por José Antonio Quintana García
Cuando usted camina por el parque Martí, en el centro histórico de la ciudad de Ciego de Ávila, lo menos que imagina es que sus pies pisan el terreno donde existió el segundo cementerio local. Asimismo como le cuento.
Refería Francisco Carril Zunda que la construcción de esa necrópolis ocurrió en 1804, cerca del modesto inmueble que ocupaba la Iglesia Católica.
A mediados de siglo XIX, la población del partido pedáneo de Ciego de Ávila había aumentado. En 1860 tenía 3 104 habitantes. La ganadería, la producción azucarera y de frutos menores ocupaba a la mayoría de los vecinos.
Era costumbre en esa época que los cementerios estuvieran en la periferia de los poblados, esto y el crecimiento demográfico influyeron en la decisión de trasladar los restos para un nuevo camposanto que se erigió en la manzana que se encuentra entre las actuales calles José María Agramonte, Simón Reyes, Cuba y Ciego de Ávila.
Como hay divergencias en relación con la fecha exacta, prefiero señalar que sucedió en la década de 1850. Estará preguntándose el lector ¿Y qué se conoce del primero?
Muy poco. De acuerdo con un plano elaborado por Carril Zunda se hallaba en la orilla este del Camino Real, por donde está el edificio escolar de los antiguos Maristas.

SE MULTIPLICAN
Durante la Guerra Grande (1868-1878) se establecieron otros cementerios, ubicados en Jicotea, Lázaro López, Guayacanes, Júcaro, Río Grande, La Ceiba, Las Coloradas, San Nicolás y Domínguez. También los insurrectos, ante la urgencia de una epidemia, improvisaron algunos. Ejemplo de ello fue el de Guanales, pertenece esta zona en la actualidad al municipio de Baraguá, donde por orden del general Ángel de Castillo Agramonte, en el verano de 1869, sepultaron a decenas de víctimas del cólera. Entre los fallecidos estaba su hermano, el coronel Nazario.
Recuerdo que durante mi infancia en Corojo, batey de ganaderos, varias veces pasé a caballo por un cementerio, en Soledad. Mi padre me contó que las tumbas eran de soldados españoles o de mambises, no tenía muy clara la información.
Ya en el siglo XX, el camposanto fue ampliado gracias a la donación de terrenos de su finca La Quinta, que hizo, en 1903, Juana Caraballoso.
En 1907 Ciego de Ávila, al igual que todo el país, estaba ocupado por tropas del ejército estadounidense. Algunos de los intervencionistas morían repentinamente o como consecuencia de enfermedades tropicales. Acerca del tema nos dice el historiador avileño Adalberto Afonso, en el primer tomo de sus Obras Completas publicadas en Estados Unidos, que en el Ayuntamiento: "Se lee carta de 14 de agosto del Comandante del 17 de Infantería de Pacificación destacado en esta Plaza, interesando se le asigne un lugar separado del cementerio para inhumación de los soldados americanos; y se acordó poner a su disposición con el indicado fin el cuadro cercado que se halla en el lado sur dentro del cementerio que fue empleado con ese mismo fin en la anterior Intervención."
De acuerdo con el censo de ese año, en el término municipal vivían 4 242 habitantes. La expansión urbana se iniciaba hacia el oeste y el sur, donde se hallaba el cementerio. Era necesario trasladar la necrópolis. ¿Pero hacia qué parte? Tal era el dilema de las autoridades locales cuando el asturiano Alejandro Suero Balbín, acaudalado hombre de negocios bancarios, comerciales, agrícolas exalcalde y confidente mambí, solucionó el problema al donar 40 000 metros cuadrados de su finca El Bagá para que el ayuntamiento pudiera edificar el cementerio municipal.

La inauguración ocurrió el 8 de febrero de 1911 y el primer enterrado se nombraba Leonardo Rey.

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