lunes, 9 de abril de 2012

El cementerio de San Miguel y las cofradías


Imagen funeraria: la silla vacía representa al
hermano muerto en la guerra


Las cofradías de Málaga tienen su vestigio en el cementerio de San Miguel. De hecho, fueron las encargadas de su cerramiento a principios del siglo XIX, cuando el Ayuntamiento de la capital tenía problemas de liquidez y el recinto aún no disponía de una cerca que lo protegiera, a pesar de que se utilizaba para inhumaciones desde 1804.
Éstas y otras historias serán las que se cuenten en una visita guiada que tendrá lugar este Sábado Santo, a las 11.30 horas. La cita será aprovechada por la entidad organizadora, Cultopía, para dar a conocer a los malagueños el papel de estas instituciones y el testigo que muchas han dejado en la necrópolis en forma de panteón. Así lo ha explicado a Europa Press su responsable, María del Mar Rubio.
En concreto, el cerramiento del camposanto se consiguió mediante el levantamiento de nichos en sus muros, que en su cara exterior lograba este objetivo. El primero fue levantado por la Cofradía de la Soledad de Viñeros, en 1821, al que se unió, un año más tarde, el de la Aurora del Espíritu Santo, continuando los de otras hermandades como Llagas y Columna, Concepción Dolorosa y Oración del Huerto.
De esta forma, en 1829 se pudo concluir la delimitación del patio, primero en cuatro hiladas superpuestas de nichos que cerraban y protegían por completo el camposanto. Además, muchas de estas cofradías levantaron en él su propio panteón, como es el caso de la del Cristo de la Buena Muerte o de El Rico.También permanece en un relativo buen estado de conservación el panteón de la desaparecida Hermandad de Llagas y Columna. De hecho, en 1831 ya tenía en propiedad 24 nichos y en 1870 solicitó permiso para la construcción de un panteón, con una gran bóveda subterránea y un basamento en su exterior.
Otros panteones que también podrán verse durante la visita son los del panteón de la Humildad de Santo Domingo y el de la Exaltación de San Juan y Ánimas de Ciegos, pertenecientes hoy a las Cofradías Fusionadas.

El Vaticano no ve con buenos ojos a la cremación: El Rito de Exequias


El nuevo “Rito de las exequias” que ha publicado la Santa Sede para uniformar las acciones a seguir tras el fallecimiento de una persona no recomienda la cremación del cuerpo y el posterior esparcimiento de las cenizas del difunto.
El texto, publicado por la Librería Editrice Vaticana, fue presentado recientemente en la sede de Radio Vaticana, en una nueva edición en la que se han revisado, entre otras cosas, todos los textos bíblicos y de oración.
Una primera novedad se refiere al momento de la visita a la familia, que no se contemplaba en la edición anterior. “Para un sacerdote, es un momento para compartir el dolor, escuchar a los familiares afectados por el luto, y conocer algunos aspectos de la vida de la persona difunta con el fin de ofrecer un recuerdo correcto y personalizado durante la celebración de las exequias”, señala.
Otra novedad es la secuencia ritual, revisada y enriquecida, en el momento de cerrar el ataúd. Se proponen textos adecuados a diversas situaciones: para una persona anciana, para una joven, para quien ha muerto inesperadamente.
En cuanto al rito de las exequias, otra adaptación permite pronunciar palabras de cristiano recuerdo del difunto en el momento de la despedida. Asimismo, se ha añadido una amplia propuesta de formularios para la oración de los fieles.
Pero la novedad más significativa la constituye el apéndice dedicado a las exequias en caso de cremación. Monseñor Angelo Lameri, de la Oficina Litúrgica nacional de la Conferencia Episcopal Italiana, explica en el libro que se ha colocado la cremación en un apéndice aparte para subrayar la postura de la iglesia.
“Aunque no se opone a la cremación de los cuerpos cuando no se hace ‘in odium fidei’, la iglesia sigue considerando que la sepultura del cuerpo de los difuntos es la forma más adecuada para expresar la fe en la resurrección de la carne, así como para favorecer el recuerdo y la oración de sufragio por parte de familiares y amigos”, indica.A su vez, y excepcionalmente, los ritos previstos en la capilla del cementerio o ante la tumba se pueden celebrar en el lugar mismo de la cremación. Se recomienda también el acompañamiento del féretro a dicho lugar.
De especial importancia para la Santa Sede es la afirmación de que “la cremación se considera concluída cuando se deposita la urna en el cementerio”.
Y ello porque, aunque algunas legislaciones permiten esparcir las cenizas en la naturaleza o conservarlas en lugares diversos del cementerio, “estas prácticas producen no pocas perplejidades sobre su plena coherencia con la fe cristiana, sobre todo cuando remiten a concepciones panteístas o naturalistas”.


El día en que China barre sus tumbas: en medio de la burbuja funeraria


Los chinos escenifican cada 4 de abril su recuerdo a los ancestros. La festividad Qingming o Día de Barrer las Tumbas certifica que la sociedad prorroga el debido respeto confuciano de hijos a padres más allá de la muerte. Las aglomeraciones se trasladan por un día a los cementerios y los chinos observan la liturgia de limpiar las tumbas y quemar papeles que representan objetos de lujo con la certeza de que llegarán a sus seres queridos transmutados en bienes reales.
Durante mucho tiempo tan solo se quemaban cigarrillos o billetes de dinero falsos, pero un vistazo a las tiendas revela una oferta creciente: esforzados trabajos de papiroflexia en forma de mansiones, coches de lujo, joyas o botellas de baiju (el alcohol chino que abrasa la garganta sin piedad). El último grito son las representaciones de productos Apple: no solo teléfonos y tabletas, sino auriculares, cargadores y el resto de complementos de la compañía de Cupertino. «Esperamos que los muertos puedan comprobar el progreso de nuestra sociedad», declaró un comprador a la prensa local.
El cementerio encoge el ánimo estos días y no solo por los seres queridos que ahí yacen. Hasta el camposanto se ha extendido la rampante inflación que deprime a la población y asusta a las autoridades. El precio de la vivienda, una de los lamentos recurrentes de los chinos, no es menor que el de las tumbas. Se ha acuñado el término «esclavo de la tumbas» para los que se esfuerzan para pagar sus entierros, el de sus padres y los alquileres de los camposantos.
Mientras el metro cuadrado de la vivienda usada cuesta 2.800 euros en Pekín, un espacio de 0,7 metros cuadrados rozaba los 3.000 euros en el cementerio de Taofeng, situado en las cercanías de la capital y uno de los más baratos de la zona. Los precios han empujado a muchos pequineses hacia los cementerios de Hebei, la provincia que abraza Pekín. En los casos extremos, las familias entierran al finado en un agujero excavado en su terreno.

Hasta un millón de euros

El metro cuadrado de tumba se revaloriza un 25% anual de media y en algunos casos se ha quintuplicado en cuatro años. Un diario local elaboró una clasificación el pasado año con las tumbas más caras. En el cementerio Anleyuan de Xiamen (provincia de Fujian) se ofertaba una por un millón de euros. En el de Xiang'an de Guangzhou (Guangdong), un espacio de 1,39 metros cuadrados costaba 20.000 euros, 15 veces más que el precio de la vivienda. El Gobierno provincial, que ya emprendió hace años un programa de «viviendas asequibles», ha prometido añadir otro de«tumbas asequibles».
El problema de fondo son los nueve millones de chinos muertos anuales y la escasez de suelo en las ciudades. Zhang Hongchang, director de la Asociación Funeraria de China, advertía recientemente en la prensa local de que Pekín se convertirá en «una ciudad de tumbas» si no se cambiaba la mentalidad. «Si vives en una ciudad, deberías aceptar que sólo dispondrás de tu tumba durante 20 o 30 años», explicó.
La incineración es obligatoria pero sólo se cumple en la mitad de los casos. Pekín aconseja los entierros ecológicos y tirar las cenizas al mar. Su voluntad choca con la centenaria tradición china del peregrinaje a los cementerios en Qingming.
Texto: Adrián Foncillas

Un cementerio inglés en La Coruña


No es un resquicio de la época colonial ni una cesión sobre la que exista reclamación alguna. Simplemente, la presencia inglesa en la ciudad hizo necesario a lo largo de la historia habilitar un lugar de descanso eterno para los súbditos británicos que no encontrasen modo de regresar a su tierra natal después de muertos. Es de ese modo como surge un particular Gibraltar coruñés, suelo británico en tierra española, como es el caso del cementerio protestante y, de un modo más peculiar, el mausoleo de sir John Moore en San Carlos, lugar habitual de peregrinación de los turistas ingleses que desembarcan de los trasatlánticos en el puerto coruñés.
Quizás el más llamativo sea el caso del jardín de San Carlos. Siempre ha existido por parte de los gobiernos locales de A Coruña un celo importante a la hora de encargarse del panteón del general inglés. De hecho, la llave de la cerca que rodea el sepulcro, cerrada con un candado, está en manos del consulado británico y del jardinero municipal encargado de la conservación del jardín. Pero no se encuentra abierta al público más que en los actos oficiales que se celebran en honor a Moore o en visitas institucionales de alguna autoridad británica. El trato que se le ha dado a este singular baluarte, y más específicamente en lo tocante al mausoleo, ha sido siempre de patrimonio, si no ajeno, sí compartido con los ingleses, y así lo demuestra la historia.
Ya en 1854 se solicitó por parte del Ayuntamiento coruñés al Gobierno británico una subvención de dos mil libras con la intención de destinarlas al arreglo y mantenimiento del cementerio protestante de la ciudad y, especialmente, del mausoleo de Moore. Una cantidad más que considerable cuya petición se justificaba en la obligación común, tanto de coruñeses como de ingleses, de mantenerlo en perfecto estado y en la delicada situación financiera de las arcas municipales.
Y es que el sepulcro del general ha sido entendido por los británicos como mucho más que un homenaje al militar invicto. Cabe destacar, en primer lugar, que estamos hablando de una cripta subterránea, y no solo de un ataúd pétreo. Si se levanta la loseta que tapa el acceso al mismo, se encuentran unas escaleras y una barandilla metálica totalmente oxidada que dan acceso a esta cripta de adobe, de ladrillo totalmente embarrado. El presidente de la Asociación Royal Green Jackets, Manuel Arenas -que lleva tiempo reivindicando una restauración urgente y pormenorizada del sepulcro-, indica que allí se encuentra enterrado el mismísimo general británico Anstruther, fallecido también en la batalla de Elviña.


Cónsules enterrados

Aunque lo que sí es seguro es que allí han sido enterrados numerosos cónsules británicos junto a sus esposas e hijos. Es difícil conocer con exactitud el número de personas que recibieron en San Carlos sepultura, dado el mal estado en que se encuentran algunas de las inscripciones del túmulo. Pero en la reconstrucción del texto de la lápida que tapa la última entrada -recreado a pesar del desgaste de la piedra ante la erosión-, figura el nombre de Diana. En un texto bilingüe (inglés y español) puede leerse: «Aquí yacen los restos de Diana, esposa de Don Ricardo Bartlett, cónsul de S. M. Británica en La Coruña y su dependencia. Falleció el 17 de setiembre de 1830. Edad 33 años». Cabe pensar que pudo tratarse del último enterramiento realizado en el sepulcro de San Carlos, aunque habría que hacer una exploración en el interior para ser más precisos.
Imágenes tomadas del interior de la cripta muestran las paredes de adobe, gravemente afectadas por la humedad y el paso de los años, cubiertas de barro, por lo que es complicado identificar los elementos que allí figuran.
Bajo llave y supervisión británica está también el cementerio protestante. Data del 13 de noviembre de 1831 la real orden en la que se declara que no existe inconveniente en que los ingleses adquieran terrenos en A Coruña para establecer un cementerio, en respuesta a una reclamación del representante británico a la Corona. «No hay inconveniente en conceder dichos terrenos, pudiéndolos adquirir los ingleses de los particulares, y cercarlos, con tal de que se observen las formalidades prevenidas, a saber, que se cierren con tapia, sin iglesia, capilla ni otra señal de templo ni culto público ni privado», rezaba esta Real Orden.


«Nación Inglesa»

Y en el año 1880, por encargo del Ayuntamiento, se realiza un análisis de estado sobre los cementerios existentes dentro del partido municipal, citándose en él «uno general católico y otro inglés protestante». Es en este estado en el que aparece «Nación Inglesa» bajo el epígrafe de Corporaciones o personas a quienes pertenece, de la misma forma que cita al Consulado Inglés en la ciudad como administrador del mismo.Pocos años después, en 1883, Juan de Ciórraga, arquitecto municipal, firma una descripción minuciosa del cementerio en la que corrige algunas medidas de este camposanto que sigue dependiendo del consulado hasta el día de hoy.
En el jardín están enterrados también cónsules británicos junto a sus familias