viernes, 29 de agosto de 2014

Orgullo griego por una tumba




Por Héctor Estepa

Durante décadas, no hace mucho tiempo, muchas de las noticias provenientes de Grecia se centraban en el espectacular patrimonio cultural del país. En los últimos años, sin embargo, los estragos financieros provocados por la crisis y los ajustes han copado los titulares.
La situación ha vuelto a cambiar en los últimos días: las excavaciones ejecutadas desde 2012 en un gran complejo funerario al norte del país han protagonizado el espacio informativo. Todos quieren saber quién es el morador de la tumba de Anfípolis. Algunos han llegado a especular que podría tratarse del mismísimo Alejandro Magno.
"Estamos ante un descubrimiento extremadamente importante. La tierra de Macedonia continúa sorprendiéndonos y revelándonos tesoros únicos", dijo hace unos días el primer ministro griego, Antonis Samaras, durante una visita a la excavación, levantando grandes expectativas en su país.
El político heleno tuvo la oportunidad de contemplar el estado de los trabajos. Los arqueólogos se emplean sobre un montículo de 30 metros de alto datado entre el 325 y el 300 a.C. La estructura está rodeada por un muro circular de 497 metros.
Sorprende, ante todo, la entrada principal de la tumba. Se trata de un camino de cuatro metros y medio de ancho. Está custodiado por dos esfinges de 1,45 metros de altura. Ninguna de ellas presenta cabeza. Alcanzarían los dos metros en caso de tenerlas. Fueron construidas "por las mismas manos", según afirman los arqueólogos, y pesan una tonelada y media cada una. Ambas muestran trazas de color rojo en sus pies y partes de sus alas han sido halladas en los alrededores.
Podría tratarse, según los expertos, del mayor edificio funerario hallado hasta la fecha en el país. Está construido con mármol de Tasos, llevado a la zona con barcos especiales. Parte del lugar fue aparentemente erigido mediante la utilización de grúas especiales hechas de arcilla, hierro y madera. Restos de esas herramientas han sido encontrados en la zona.
Anfípolis era una ciudad clave en la Grecia antigua, situada al norte del país y deseada tanto por los macedonios como por sus vecinos y aspirantes a la conquista. Fue probablemente abandonada en el siglo VIII.
Era, hasta ahora, famosa por el descubrimiento, en 1912, del León de Anfípolis, una escultura de 5,3 metros de alto. Los arqueólogos creen que ese león coronaba la colina de Kasta, donde se halla la misteriosa tumba ancestral.
La excavación continúa de forma lenta pero segura. Los arqueólogos toman todas las precauciones necesarias para evitar el derrumbe del lugar. Una de las partes más complicadas, el derribo del muro que daba acceso al complejo, fue concluida con éxito el pasado lunes. Fue hallada una desviación "extremadamente original" del estilo arquitectónico de la época, según informó el Ministerio de Cultura. También fue encontrado un fresco y un muro de separación coronado con un arquitrabe de mármol ricamente decorado.
Quienes trabajan en el yacimiento esperan poder deducir a quién está dedicada la tumba en las próximas semanas. A pesar del revuelo mediático producido alrededor de la excavación, su directora, Katerina Peristeri, duda de que se trate de la tumba de Alejandro Magno. El célebre rey murió en el año 323 a.C. en Babilonia, actual Irak. Fue enterrado posteriormente en Egipto pero se desconoce dónde acabaron sus restos.
Otras especulaciones han apuntado a que la tumba de Anfípolis podría albergar los restos de Roxana, la esposa persa del monarca, o la de su hijo Alejandro IV. Ambos fueron desterrados allí y posteriormente asesinados bajo órdenes de Casandro, rey de Macedonia.
Los arqueólogos que trabajan en el lugar apuntan, sin embargo, a que la tumba podría pertenecer a un general de Alejandro Magno. Creen que los subalternos predilectos del conquistador eran suficientemente ricos como para erigir un complejo funerario como el de Anfípolis. Otra posibilidad es la de un enterramiento colectivo de los soldados del rey. La respuesta, sea cual sea, está al caer.

Fuente:  http://www.elmundo.es/cultura/2014/08/29/53ff809622601dc6638b458e.html

Curiosidades: un albañil de Tijuana deshacía a los cadáveres


Al albañil Santiago Meza López lo apodaron el Pozolero, por su habilidad para deshacerse de los cadáveres que le entregaba una banda vinculada con el Cartel de Sinaloa.
Cuando fue detenido en el 2009, confesó que las víctimas eran disueltas en barriles con ácido, sosa y otras sustancias químicas. Eran desaparecidos en Tijuana, Baja California, durante los primeros años de la guerra contra los narcos en México. Quedaron convertidos en una mezcla líquida que se depositó en fosas clandestinas.
La mayor parte está bajo tierra, pero desde el 2012 algunos restos se quedaron en la superficie después de las revisiones de la Fiscalía, abandonados en la pequeña finca Ojo de Agua.
La Secretaría de la Gobernación aseguró el jueves pasado que la cifra de personas “no localizadas” (desaparecidos) es de 22.322 hasta el 31 de julio. Mientras, la Comisión Nacional de Derechos Humanos señala que son 24.000.

Fuente:  http://www.eluniverso.com/noticias/2014/08/23/nota/3509606/albanil-tijuana-deshacia-cadaveres

lunes, 25 de agosto de 2014

Tendencias: El cementerio de mascotas de La Paz




Qué fregado era el Punto, como toda mascota consentida. “Este perrito era único porque, con el trabajo de la funeraria, acompañaba a la carroza desde el monumento a Busch hasta el Cementerio General. A veces lo teníamos que parar porque veía el carro, empezaba a correr y ladraba como loco”. El perro, de raza pointer, era tan conocido en sus andanzas que las señoras le daban agua y los radiotaxistas lo llevaban a su casa. “Los choferes ya sabían de dónde era, nos lo traían y nosotros teníamos que pagar la carrera”, explica Noemí, una de las hijas del matrimonio Valdivia, que heredó el oficio de las exequias.
Cuando Punto falleció, a sus 14 años, Adolfo, padre de Noemí y dueño de Funeraria A. Valdivia, adquirió un terreno en Villa Salomé, en el sureste de la ciudad, de aproximadamente 2.000 metros cuadrados, para enterrar a su perro querido y, por qué no, a otras mascotas de la población paceña. De esta manera fue inaugurado el cementerio Amigo Fiel. Fue en junio de 2008 y a la fecha ya se encuentran cerca de 900 mascotas enterradas, entre perros, gatos, loros y hámsters, además de una tortuga y una gallina. “Sus amos sienten un cariño muy especial por estos animales que no se puede explicar”, dice Noemí.
Los precios para el entierro de mascotas en el camposanto, que a la vez ofrece un clima agradable y una vista sin igual, van de 500 bolivianos para los animales pequeños, a 700 bolivianos para los medianos y 900 bolivianos para los grandes, según la administradora de Amigo Fiel. “Lo que se debe aclarar es que es un pago perpetuo, no se vuelve a hacer ningún desembolso de mantenimiento ni de nada”, asegura Noemí, quien añade que por 70 bolivianos el cuerpo del animal puede ser trasladado “desde su domicilio hasta su última morada”.
Noemí agrega que además del servicio de entierro existe la cremación de la mascota, con precios desde 300 hasta 500 dólares, también dependiendo del tamaño. “Hay mucha gente que se lleva las cenizas a sus casas porque las familias no se pueden alejar de sus mascotas”.
Debido a que en una fosa pueden entrar hasta cuatro mascotas, cada cual en su nivel, los animales ya no pueden ser retirados pues ello perjudicaría a las demás mascotas allí enterradas. “Queremos que la gente entienda que el cementerio es un lugar para visitar a sus animalitos para siempre, por lo que no los pueden sacar del lugar donde fueron depositados”, recalca.
Los dolientes hacen instalar allí lápidas muy trabajadas, desde las elaboradas con marfil hasta aquellas hechas en piedra. Los epitafios reflejan el amor que sentían los dueños por sus animales y, generalmente, también se dejan en el sepulcro los juguetes con que jugaban las mascotas.           
Las lápidas de mármol pueden ser adquiridas en inmediaciones del Cementerio General, en la zona oeste de la urbe paceña, con precios que fluctúan entre los 200 y 750 bolivianos, que pueden variar si se quiere la inscripción pintada o tallada.
Cada fin de semana, Jorge y Ruth visitan a Osito, su perro chapi negro con pecho blanco que fue enterrado en este camposanto. Ruth dice que la explosión de petardos en un Año Nuevo afectó tanto a Osito, que se le paralizaron las patas traseras. “Lo llevamos al veterinario pero ya no lo pudimos salvar, nos dijeron que era un ataque de nervios; le querían poner suero, pero estaba sufriendo demasiado, así que lo tuvimos que hacer dormir”, recuerda Jorge, mientras mira el lugar donde se encuentra sepultada su mascota.
El señor Jorge Salinas y su esposa Ruth Ramos visitan cada dos semanas el sepulcro de Osito, el perro que los acompañó en su hogar por varios años. Foto: Miguel Carrasco – Marco Basualdo.
Ruth cuenta que Osito fue enterrado un martes hace ya dos años, y pese a que no había mucha actividad en la ciudad por la fiesta de Carnaval, toda la familia se trasladó en su coche particular para dar el último adiós a su chapicito. Desde aquella vez, Jorge y Ruth no faltan a la última morada de su perro para depositarle un ramo de flores.

Pedro Chura, que cuida el cementerio desde hace cinco años, se dedica a regar el césped cada dos días y arregla las plantas que ponen los “familiares” de sus “seres queridos ausentes”, mientras que su hijo Eusebio cumple la labor de cavar las fosas para depositar los restos.
“Algunos familiares lloran sin parar cuando entierran a sus animalitos”, cuenta Pedro, quien agrega que algunos dueños van al camposanto todos los sábados y domingos, “aunque también hay otros que no les interesa sus perritos, los traen y no vuelven nunca más”. Los entierros en Amigo Fiel, señala don Pedro, se llevan a cabo todos los días, desde las 08.00 hasta las 12.00 y de 14.00 a 16.00. Frente al cementerio para animales se encuentra la tienda de doña Juana Mamani, quien cada fin de semana espera por los visitantes con flores a la venta. Los amarros tienen un precio que fluctúa entre los cinco, siete y nueve bolivianos, dependiendo de la variedad de flores, entre ellas popelina, pompones, rebecas, claveles, lirio, fresias, narcisos y margaritas. Édgar, un vecino del lugar, comenta que el único ser que siempre lo recibe con alegría en su casa es su perro Rocky, con el que ha compartido el crecimiento de sus dos hijos y la pérdida de su padre. Él y su familia saben muy bien que el pastor alemán, que lleva 17 años junto a ellos, tendrá su lugar en Amigo Fiel. Un lugar cerca del cielo para mascotas.

Epitafios

Dulce Princesa. Durante estos 14 años nos llenaste la vida de felicidad, alegría y ternura. Fuiste la mejor amiga, confidente y compañera. Ahora que te fuiste, nos dejas un vacío irreemplazable dentro de la familia. Vivirás eternamente en nuestra mente y corazón. Te queremos y extrañamos mucho.

Tomás. Su vida comenzó cuando llegó a nosotros el 5 de mayo de 1999. Le gustaban los chocolates, pero prefería una dieta semiblanca. Tenía sus defectos, no le gustaban los niños, tampoco los cohetillos y era desobediente. Nunca aprendió el concepto de propiedad en sus paseos. Robaba peluches, pelotas y, como algunas vendedoras de esos años lo pueden atestiguar, carnes frías. Le gustaba mascar coca pero no pertenecía a ningún partido. Era un perro hippie. Llamarlo perro no le hacía justicia, a pesar de que tenía cuatro patas, una cola y ladraba, si ésa era su apariencia. Pero aquellos que lo conocían bien sabían que era un perfecto caballero.

Locky Alarcón. Querido Locky, por siempre estarás en nuestros corazones y en todos los gratos recuerdos que compartimos juntos en familia. Fuiste compañero fiel en buenos y malos momentos. Este adiós no es para siempre, ya nos volveremos a encontrar. Que Dios te bendiga.

Maroru Escarcha. Aquí reposan los restos de un ser que poseyó el valor sin la ferocidad y todas las virtudes de un hombre, sin sus vicios. Te extrañamos mucho. Enero de 2014.

Negrito Osito Benítez Antelo. Hijito Gordito, me duele tanto tu ausencia, al saber que ya no estás a mi lado. No comprendo por qué tú también te fuiste para siempre. No sabes que contigo se me parte el corazón. Siempre estarás conmigo en los recuerdos más hermosos de mi vida. Recordaré los buenos momentos que compartimos junto a tu mamá Micaela, a tus hermanos Betito, Yakira y Ana.

Fuente: http://eju.tv/2014/08/amigo-fiel-un-pedazo-de-cielo-para-mascotas-en-la-paz/

Curiosidades: memorias del sepulturero de Lares - Puerto Rico




Por Gerardo Otero
Su reloj marcaba poco más de las 4:00 de la mañana, una hora inusual para estar dentro de un cementerio. Había llegado allí más temprano de lo acostumbrado, pues debía tener listo el hoyo donde más tarde, ya cuando la luz del sol iluminara el camposanto, se llevaría a cabo un sepelio.
Acompañado únicamente por cientos de tumbas a su alrededor, agarró una pala y comenzó a excavar el lugar que serviría de última morada para una persona que recientemente había perdido la vida.
A su lado, había un panteón en el que días antes se colocó el cuerpo de un joven que murió en un accidente automovilístico. Entre el susurro leve de la brisa oyó un quejido que parecía venir del más allá. Aquel sonido estremeció su cuerpo y paralizó sus sentidos.
“Escuché el quejido, era como un ‘aaah’ bien fuerte… Me asusté. Traté de correr, pero me quedé paralizado”, contó a Primera Hora Luis Robles, quien por más de 50 años ha sido sepulturero en el centenario cementerio de Lares.
No era la primera vez que este hombre de 64 años vivía un suceso sobrenatural. De hecho, este incidente, al cual aún no le encuentra explicación alguna, es solo uno de varios que le han ocurrido a lo largo de su carrera. Robles aseguró que en ocasiones ha sentido que lo tocan por la espalda y al voltearse no hay nadie junto a él.
A pesar de esto, asegura no creer en la presencia de espíritus, o almas perturbadas, rondando en los cementerios.
“Con todo lo que me ha pasado debería creer, pero la verdad es que yo no creo en nada de eso”, afirmó.

Lo ha visto todo

Este singular sepulturero ha vivido más experiencias que se alejan de los cuentos de ultratumba y tiene cientos de anécdotas que van desde lo cómico hasta lo absurdo.
Robles asegura haber visto todo: desde accidentes en plenos actos fúnebres y peleas familiares, hasta discusiones por amoríos secretos y experiencias sobrenaturales.
El hombre todavía recuerda la ocasión en que tuvo que ir a exhumar un cadáver, y ante la mirada atónita de algunos familiares, el ataúd de madera se quebró, dejando expuesto los restos putrefactos y malolientes del fenecido.
“Chacho, la caja se rompió y el muerto se salió y como el panteón era de tres bocas (niveles), el cuerpo se fue (deslizando) cabeza abajo”, relató.
Peor aún fue el encuentro “de cerca y en persona” que tuvo con el difunto.
“Yo no sé si lo enterraron con los ojos abiertos o cuando cayó se le abrieron los ojos… pero la cuestión es que yo lo miraba y el muerto me miraba y… muchacho, me tenía nervioso”, contó entre risas.
“La peste que tenía encima era tanta que yo no me soportaba. Llegué a mi casa, me quité toda la ropa, la eché en una bolsa y la boté. Por más perfume que me echara no se me iba la peste a muerto. Estuve tres días así”, dijo sin reservas.
Robles no tan solo ha tenido que lidiar con la pestilencia y dos o tres sustos, sino que también ha estado en el medio de controversias familiares, incluso de aquellas que tienen que ver con “chillerías”.
“Aquí hace un tiempo murió un teniente de la Policía y al entierro vino la esposa de él y la chilla. Era curioso porque después del entierro las dos venían todos los días y una le dejaba flores y la otra se las quitaba”, recordó a carcajadas.
“La viuda se llevaba las flores que dejaba la chilla y peleaba conmigo, aunque después dejó de hacerlo porque me aceptó que su esposo y la otra mujer habían tenido una relación por muchos años”, sostuvo.
Cuestión de acostumbrarse

Robles comenzó desde muy temprano a trabajar en el cementerio junto a su padre de crianza, Ceferino Alemán, quien dedicó la mayor parte de su vida a ser sepulturero.
Bajo la luz del sol, él ayudaba a su padre a limpiar los panteones, entre otras tareas sencillas que poco a poco lo fueron preparando para su primera experiencia exhumando cadáveres.
“Mi papá trabajó por cincuenta y pico de años aquí y él me traía para que lo ayudara. Me acuerdo que a los nueve años ya yo sacaba los restos de los cadáveres”, contó.
“El viejo mío me trajo un domingo… él iba a hacer una exhumación, pero se lastimó la espalda y me tuve que meter yo al hoyo a sacar el muerto. En ese entonces me dio mucho miedo”, admitió.
“Pero con el tiempo uno se acostumbra y yo hace mucho que le perdí el miedo a todo esto”, puntualizó.
Fuente: http://www.primerahora.com/noticias/puerto-rico/nota/loscuentosdeunsepulturero-1030588/