lunes, 28 de noviembre de 2011

Catalogan Cementerio del Monte de los Olivos


Un grupo judío utiliza tecnología avanzada para trazar el contorno de todas las lápidas del antiguo cementerio del Monte de los Olivos, extensa necrópolis con 150,000 tumbas de hasta hace tres milenios.
El objetivo es fotografiar cada tumba, registrarla de manera digital, anotar cada nombre y colocar la información en línea. Eso permitiría a los visitantes orientarse en el cementerio, un laberinto de lápidas rodeado por vecindarios árabes en la Jerusalén oriental.
Descuidado durante años, es uno de los cementerios más antiguos del mundo en uso. El equipo registró unas 40,000 tumbas después de tres años de labor. Espera completar el registro de todas las lápidas intactas, 100,000 en total, para el año próximo.
Los cartógrafos revisan fotografías aéreas y consultan registros de entierros que datan de mediados del siglo XIX para anotar nombres y fechas.
"El cementerio es un espejo de la ciudad: en tiempo de guerra vemos más tumbas. Cuando llegan nuevos grupos judíos a la ciudad cambian los nombres en las tumbas", dice Moti Shamis, uno de los integrantes del equipo.
Al igual que gran parte de lo que ocurre en Jerusalén, este proyecto tiene repercusiones políticas. El grupo Elad promueve lugares de relevancia judía en Jerusalén oriental para reforzar su presencia en la parte de la ciudad que los palestinos quieren como capital.

El circo del Everest: zona muerta

Fuente:  http://shakespearenmoto.blogspot.com/2010/05/el-circo-del-everest.html


El artículo surge al escuchar en repetidas ocasiones la afirmación de que el “Everest se ha convertido en un circo” en boca de reputados montañeros como Edmund Hillary, primer escalador en coronar la montaña oficialmente y de otros como Juanito Oyarzabal, que aunque pintoresco, tiene el record absoluto mundial de ochomiles, 23 en total a fecha de este escrito, dos de ellas al monte en cuestión. Además, se dio la coincidencia de tener varios conocidos con experiencia por encima de los 7.000 metros, por lo que pudimos obtener información de primera mano.
El Everest, es la cumbre más alta del mundo, con 8.848 metros sobre el nivel del mar, localizado al noroeste de la frontera entre Nepal y el Tibet ocupado por China. Para atacar la cima del Everest hay numerosas vías abiertas, las más comunes son la vía sur desde Nepal, que es la más fácil y la vía norte desde el Tibet. Todas ellas tienen una cosa en común; a partir de los 8.000 metros hay que atravesar la llamada “zona muerta”.

Los peligros del Everest; la zona muerta, mal de altura, congelación y grietas

La zona muerta es una región donde la cantidad de oxigeno en el aire no es suficiente para sostener ninguna forma de vida. En el campamento base a 5.000 metros, el oxigeno disponible es ya la mitad del que hay a nivel del mar y en la cima se reduce a un tercio.
El riesgo de sufrir “mal de altura” a causa de la falta de oxígeno, aparece a partir de los 2.400 metros. Los síntomas iniciales son similares a los de una resaca fuerte o una gripe. Al verse mermada la capacidad de reponer oxígeno en las células, el cuerpo va cortando las funcionales no esenciales y se produce desorientación, disminución de las percepciones sensoriales, dolores de cabeza, de estomago, mareos y fatiga pero sus consecuencias se complican con edema o acumulación de fluidos en los tejidos del pulmón y del cerebro, causando la muerte.
La hipoxia ó falta de oxigeno inicial puede provocar alucinaciones o incluso euforia, que no permiten al afectado ser consciente de su situación física real. Según los médicos, en la zona muerta del Everest, una vez iniciados los síntomas, un individuo tiene entre 1 y 2 minutos de plenas facultades para paliar su situación. Los expertos en alta montaña dicen que los individuos que se vienen abajo lo hacen en unos 20-25 minutos. En la foto, Marco Epis atendido por el equipo de Sergey Kofanov tras sufrir mal de altura;

Para evitarlo, los escaladores realizan periodos de aclimatación permaneciendo a determinadas alturas durante días o semanas, antes de acceder a zonas más altas de la montaña. De esta forma aumentan el número de glóbulos rojos para transportar el oxigeno que hay en sangre. A partir de los 8.000 metros la aclimatación es imposible. El oxigeno no se puede reemplazar tan rápido como se consume y sin oxígeno supletorio, el cuerpo se va degradando lentamente hasta un punto de no retorno.
Al mal de altura hay que sumar el clima extremo del Everest que supone riesgo por congelación e hipotermia permanente. Afectado por el monzón y con fuertes vientos que cuando las condiciones empeoran, pueden alcanzar los 285km/h. En Enero se registran las temperaturas más frías. En la cima tienen una media de -36º aunque pueden llegar a caer repentinamente hasta los -60º. Las temperaturas más cálidas rondan los -19º en Julio.
Por último, otro riesgo importante son las grietas ocultas por la nieve que se forman al partirse los estratos de hielo en el suelo. La zona donde más abundan y donde más muertes se han producido en el Everest, es justo al salir del campamento base, al atravesar la catarata de nieve que hay en la lengua del glaciar pero las zonas altas no están libres de ella. La sherpa Pasang Lhamu desaparecía al caer por una de ellas cuando descendía junto a su marido.


La explotación turística del Everest

La odisea de conquistar la cima del Everest atrae a numerosos individuos de toda índole, desde escaladores profesionales hasta novatos sin experiencia en altura, que en un momento dado se plantean subir al Everest como reto personal.
El desafio se ha convertido en un clásico entre empresarios y altos directivos con poder adquisitivo, que en algún momento de sus vidas se plantean; “si puedo dirigir una empresa o un departamento con cientos de subordinados, que menos para un tipo de mi categoría que coronar el techo del mundo y así poder sacarme unas fotos haciendo cima para decorar el despacho e impresionar a clientes y empleados”.
Otro clásico más orientado a escaladores profesionales, es intentar batir algún record sin sentido; ser el primer hombre o mujer que ha subido por las dos caras sin oxigeno, ser el que más rápido ha subido y bajado, el que más veces ha hecho cima, el más joven en subir, el más anciano, el primer ciego, tuerto o pongase aquí cualquier otra discapacidad, el primer individuo de tal nacionalidad en subir de determinada forma, el primero en bajar haciendo snowboard…
Para acceder a la cumbre del Everest se parte desde el campamento base y se atraviesan varios campamentos de paso numerados de menor a mayor según su cercanía a la cumbre; campamento 1, campamento 2, 3, 4… la cantidad depende de la ruta escogida. En ellos se instalan tiendas de campaña que se van aprovisionando con suministros de apoyo tanto para la subida como para la bajada, labor que puede llevar 3 meses.
En que condiciones se realiza la ascensión y establecimiento de estos campamentos es una cuestión de dinero, del viaje contratado o de los planteamientos que siga el equipo.
El gobierno de Nepal cobra 25.000$ por cabeza por emitir un permiso para realizar la subida y después cada escalador o equipo de escaladores se organizan como crean conveniente. Se puede contratar a diversas empresas de trekking que operan en esta montaña, cada una ofreciendo diferentes servicios, se pueden contratar muchos porteadores o pocos, se puede dejar más o menos equipo y suministros de emergencia en los distintos campamentos, se puede contratar un grupo de rescate que permanezca en la base dispuesto a salir en caso de contingencia… o se puede ir en plan dominguero gastándose lo mínimo en material y en la agencia de trekking.
En la cumbre del Everest no se pierde nadie. Por las rutas más comunes se accede a ella caminando por un risco en el que hay colocada una cuerda guía y una de dos; o sigues la cuerda o te despeñas ladera abajo a un abismo del que sería prácticamente imposible salir. Técnicamente no tiene ninguna dificultad aunque hay que escalar varias parades pequeñas, una por la ruta sur y dos por la ruta norte llamadas escalones o “steps” en inglés. No obstante, desde el mismo momento en el que se accede a la zona muerta – y antes también – el escalador está poniendo su vida en serio peligro, de forma que se si se viene abajo por el mal de altura, congelaciones, roturas… y no puede moverse por si mismo, es harto difícil efectuar ningún rescate.
Si un individuo se va al suelo y no es capaz de volver a levantarse como para salir por su propio pie, es imposible que un grupo de escaladores lo arrastren hasta sacarlo fuera de la zona muerta. Si lo intentasen se jugarían sus propias vidas. Hay que tener en cuenta que a esas alturas, por cada paso que se da, un montañero entrenado puede necesitar realizar tres respiraciones, el corazón se acelera incluso en reposo para suministrar oxigeno con más frecuencia debido a su escasez y el cuerpo ya va casi al límite cargando con el soporte vital necesario; ropa, botellas de oxigeno o medicamentos.
Tampoco hay helicópteros de rescate porque los helicópteros comunes no pueden ascender a tanta altitud. El único helicóptero que ha logrado llegar a la cumbre del Everest fue un Eurocopter AS350 preparado en el año 2005. Logró mantenerse estable unos minutos en la cima pero no llegó a posarse del todo porque se hundiría en la nieve y nunca apagó el motor. En un hipotético rescate con helicóptero, el éxito dependería de que los fuertes vientos diesen tregua como para mantener el aparato estable y lograr enganchar al escalador con una cuerda.
Desde un punto de vista económico, el precio del helicoptero en sí es tremendo ya que no se producen comercialmente, al no ser necesario que estos aparatos suban a tanta altitud ni por motivos civiles ni militares. Mantener una base de helicópteros en el campo base sería igualmente poco realista porque a parte de los aparatos y su mantenimiento, habría que tener un equipo de pilotos y mecánicos aclimatados permanente a la altitud. Si un escalador no puede levantarse afectado por mal de altura, lo único que se puede hacer es darle una asistencia médica muy limitada, suministrando oxigeno, esteroides para paliar el edema o incluso adrenalina para reanimarlo pero la única solución eficaz es descender, por lo menos hasta el campamento 2.
Además, el tiempo que se puede permanecer en la zona muerta es limitado por la falta de oxígeno así que si el afectado no logra levantarse, hay un momento en el que sus compañeros o rescatadores se verán obligados a abandonarlo allí mismo a su suerte porque tienen que descender.

El circo del Everest

Si el riesgo que supone intentar mover a un enfermo en la zona muerta hacen que sea una taréa inviable, mover un cadaver es algo que casi nadie se plantea. Cuando alguien fallece, su cuerpo queda en el mismo punto donde cayó y cuando se enfría, se congela petrificándose con el gesto y postura exacta que tenía cuando expiró. Si estaba sentado, se queda allí mismo sentado. Este fue el caso de Peter Boardman, que desapareció en 1982 intentando la complicada ruta nor-noroeste. Fue encontrado 10 años después sentado, como si estuviera durmiendo.

Se calcula que atacando la cima del Everest han muerto más 200 escaladores, 150 nunca se han encontrado y los accesos a la cima están plagados de cadaveres visibles – más de 40 – que han quedado al aire en el punto exacto donde cayeron, por lo que los escaladores que suben, van sorteando cuerpos que han empezado a bautizar con nombres porque los usan como puntos de referencia en su ascensión. El más famoso y uno de los primeros que se ven es “el saludador”. Le apodaron así porque el cadaver quedó petrificado con un gesto de saludar con las brazos. No hay confirmación pero por la postura, es posible que sea este;


El segundo cuerpo más famoso es el de “botas verdes”, llamado así por el vistoso color fosforito del calzado que llevaba. “Botas verdes” era Tsewang Paljor, un aguacil indio que pereció por el frio durante el desastre de 1996, el 11 de Mayo de ese año, el más mortifero en la historia de la montaña. Paljor ascendia junto a otros compañeros del cuerpo de policia cuando fueron sorprendidos por una fuerte ventisca. Seis miembros del equipo decidieron abortar el intento y regresar mientras que Paljor seguía adelante con dos compañeros.
Su cuerpo fue encontrado después postrado en la llamada “cueva de roca”, que más que cueva es un socabón en la piedra a 450 metros por debajo de la cumbre y 250 metros por encima del campamento 4. Sus restos se hicieron famosos por que todo el mundo que accede por la ruta sur, tenía que pasar al lado de él a menos de un metro, casí apartándose para sortearlo, siguiendo las cuerdas que se ven en la foto;
En el llamado “desastre de 1996″, un brusco cambio en las condiciones metereológicas se cobró en total 15 vidas en un solo día. Este incidente causó revueló por la sobre-explotación comercial que sufre el Everest. En un mismo día, 33 montañeros atacaban la cima por la ruta sur casi a la vez, provocandose un atasco en la única pared que hay que escalar, el “Hillary Step” o “escalón de Hillary” en inglés, una especie de efecto “overbooking” en pleno Everest por exceso de tráfico y problemas con las cuerdas guía.
Para atacar la cima por la ruta sur se sale a medía noche del campamento 4 y se tardan entre 10 y 12 horas en ascender los 1000 metros restantes, considerándose las dos de la tarde como última hora segura para hacer cumbre. Si se llega más tarde, se corre el riesgo de perecer al frio de la noche o caer por la ladera al descender. Hay que tener en cuenta que la mayoría de los accidentes se producen en el descenso.
Durante el desastre del 96, el atasco en el escalón, provocó que se realizasen cimas tan tarde como las tres y la cuatro. A las tres se levantó una fuerte ventisca limitando la visibilidad, lo que impidió que muchos de los escaladores que descendían encontrasen el camino de regreso al campamento 4 y murieran de frio. Los subsecuentes intentos de rescate durante la noche y al día siguiente solo lograron traer de vuelta a 4 personas. Aunque parezca un parque de atracciones, esto es una expedición haciendo cola para acceder a la cima del Everest por la ruta sur en el año 2009;
Al lado de botas verdes quedó David Sharp, el caso que más escándalo e indignación ha causado entre la comunidad alpinista, tal vez por ser el que mejor escenifica el circo que hay montado entorno al Everest. David Sharp era un profesor de matemáticas que durante el 15 de Mayo del 2006 realizaba su tercer ataque a la cumbre. Había pagado solo 6.200$ por viajar con Asian Trekking hasta el campamento base y desde allí había lanzado varias acometidas en solitario, sin oxigeno, sin sherpa, sin guía, sin radio, sin medicamentos o ningún otro soporte vital. Es decir, que subía con lo puesto casi en plan dominguero, a lo mejor con la intención de batir algún record.
No se sabe a ciencia cierta si logró hacer una cima tardía pasadas las cuatro o no, el caso es que en un momento de su descenso, a última hora de la tarde, se vino abajo y se sentó al lado de botas verdes para intentar recobrar fuelle. Los malos augurios de estar sentado al lado de un cadaver debieron de ser tremendos ya que como se desvalaría después, en todo momento era plenamente consciente de que estaba agonizando lentamente y que iba a acabar como él mientras otros escaladores pasaban por delante sin siquiera detenerse para prestarle asistencia.
Por delante de David Sharp llegaron a pasar de largo unos 40 escaladores sin pararse. A la una de la mañana, se encontró con la expedición Brice liderada por Mark Inglis, un especialista en alta montaña que había perdido las dos piernas por congelación en 1982 y que ahora subia el Everest con prótesis metálicas. A la izquierda David Sharp y a la derecha Mark Inglis;
Sharp todavía respiraba e Inglis pidió instrucciones por radio a su director en el campamento base, Russell Brice, que le ordenó continuar hacia la cumbre y en todo caso, prestarle ayuda al descender después. Este hecho ejemplifica uno de los aspectos más criticados del Everest; la política que siguen los escaladores es una especie de sálvase quien pueda en la que solo priman los intereses comerciales o de equipo. Si un cliente contrata a un guía y unos sherpas para subir, está pagando por hacer cima y no por rescatar a terceras personas. Además los guías no siempre tienen plena postetad para tomar decisiones. En ocasiones como este caso, puede haber un director de equipo en el campamento base que está ordenando no detenerse a atender accidentados y seguir hacía la cumbre.
Nueve horas después, el guía Jamie McGuinness y el Sherpa Dawa, tras hacer cumbre, intentaban levantar a un Sharp severamente dañado por las congelaciones dándole oxígeno pero como no lo consiguieron, se vieron obligados a abandonarlo. Los miembros de la expedición Brice llevaban cámaras personales en sus cascos, recogiendo en vídeo una breve conversación con Sharp antes de morir; “My name is David Sharp and I am with Asian Trekking”, “me llamo David Sharp y viajo con Asian Trekking”.

Dos días agonizando

Contrariamente a lo que se pudiera pensar, las muertes que se producen en el Everest no son necesariamente rápidas, todo depende de las circunstancias particulares que envuelvan cada caso. La mayoría de las tentativas se realizan precisamente cuando el tiempo es favorable y los escaladores suben protegidos contra el frio, por lo que salvo en los casos en los que las condiciones metereológicas cambian bruscamente, los escaladores se enfrentan a una larga agonía por falta de oxigeno y lenta congelación que puede durar varios días.
En los casos en los que la temperatura desciende bruscamente, la muerte por hipotermia puede sobrevenir en cuestión de pocas horas.
Francys Arsentiev aspiraba a convertirse en la primera mujer en hacer cima sin oxigeno y el 22 de Mayo de 1998 lograba su objetivo a horas tardias junto a su marido Sergei Arsentiev en un tercer intento. Antes de partir, había pedido permiso a su hijo de 8 años para cometer la temeridad. Durante el descenso la pareja se separó sin darse cuenta en la oscuridad de la noche. Sergei llegó al campamento solo para enterarse de que su mujer todavía no había regresado así que cogió varias botellas de oxígeno y volvió a buscarla. Una decisión que le condanaba de inmediato, probablemente fruto de la euforia que provoca la hipoxia.
En la mañana del 23 una expedición uzbeka encontraba a Francys a unos pocos metros de la cima, semi-incosciente con sintomas de congelación. Tras suministrarle todo el oxigeno que pudieron, intentaron arrastrarla pero resultó imposible viéndose obligados a abandonarla. Cuando estaban cerca del campamento, se cruzaron con Sergei que subía al rescate, siendo esta la última vez que fue visto con vida.
Un día después, durante la mañana del 24, dos experimentados escaladores sudafricanos, Ian Woodall y Cathy O’Dowd, se topaban con Francys tirada en el mismo lugar donde la había dejado el equipo uzbeko. El piolet y la cuerda de Sergei estaban cerca pero no había ni rastro de él. Los sudafricanos cancelaron su ascensión de inmediato. A la izquierda Arsentiev y a la derecha Cathy O’Dowd;


Cathy O’Dowd relató que Francys no dejaba de repetir entre sollozos que no la abandonasen. Tras darle asistencia durante más de una hora sin obtener resultados, Cathy y Ian se vieron obligados a abandonarla alli mismo, escuchando sus suplicas mientras se alejaban. Las palabras de despedida debieron ser tremendas. Francys murió sola congelándose lentamente ya que la hipoxia no la estaba matando gracias al oxígeno que le habían dado los uzbekos y los sudafricanos, hecho que solo sirvió para prolongar su largo calvario. A Sergei lo encontró un año después la expedición “Mallory and Irvine”, un proyecto que intentaba localizar los cuerpos de los famosos escaladores. Sergei se había precipitado por la ladera a pocos metros de alcanzar a su mujer.
Cathy O’Dowd ya había tenido una experiencia similar. Cuando descendía de su primera cumbre, se encontró con Bruce Herrod, un escalador que a pesar de tener fama de ser muy duro en las subidas, ascendía muy lentamente. Al hablar con él, el equipo de Cathy se dió cuenta de que no estaba bien y era demasiado tarde para seguir subiendo pero no lograron convencer a Herrod, afectado por la euforia que provoca la hipoxia, de que abortase su tentativa.
Herrod hizo cima pasadas las 5 de la tarde, se autoretrató en la cumbre, llamó por radio al campamento base donde todos los allí presentes, incluida su mujer le instaron a bajar inmediatamente, conscientes de que ya era un cadaver. Dos horas después de la foto desapareció. Posteriormente se recuperó la cámara de su cuerpo y su mujer reveló la imagen que le costó la vida;


Este es otro caso común en el Everest, si alguien se siente incomensurable subiendo y no hay manera de convencerle de que cancele su intento, es imposible obligarle a regresar. No se puede llegar a las manos a 8.000 metros.
Más sorprendente resulta el caso de Lincoln Hall, al que la prensa británica bautizó como el muerto viviente del Everest. El 25 Mayo del 2006 descendía de la cumbre cuando aquejado de mal de altura, empezó a acusar serias alucinaciones. Los sherpas intentaron atenderle hasta que se quedaron sin suministros en medio de una tormenta de nieve y el director del equipo, Alexander Abramov, les ordenaba regresar abandonando a Hall. Cuando llegaron al campamento se comunicaba a la prensa el fallecimiento de su compañero.
Sin embargo, a las 7 de la mañana del día siguiente, un equipo estadounidense liderado por Dan Mazur encontraba a Hall a 8.700 metros, sentado con la piernas cruzadas, sin guantes, con el mono bajado hasta la cintura y el torso desnudo. Estaba cambiándose de camiseta. No tenía ni gorro, ni gafas, ni mascara de oxigeno o botellas, ni saco de dormir, ni mantas, ni cantinplora de agua. Cuando llegaron hasta el tan solo espetó “les sorprenderá verme por aquí”. Mazur tomó esta foto de Hall poco después de encontrarlo cerca de la cima. Alucinando, sonreía a pesar de estar al borde de perder todos los dedos de pies y manos;


Mazur canceló su acometida e inmediatamente iniciaron las labores de rescate. Abramov envió a 12 sherpas que se unieron a los 4 componentes del equipo americano, consiguiendo que Lincoln bajase andando hasta el campamento, donde fue tratado de edema cerebral y se recuperó.

Los cuerpos no quedan cubiertos por la nieve

Por alguna razón que seguramente aduce a explicación científica, los cuerpos que quedan en los collados del Everest no terminan cubiertos por la nieve, permaneciendo visibles durante décadas. Tal vez sea que las fuertes ventiscas limpian la nieve que cae sobre ellos antes de que llegue a cuajar o puede que los colores oscuros de la ropa atraigan mejor la luz, ofreciendo suficiente calor como para que no cuaje.
El viento hace que en una de las caras del Everest no haya nieve dejando la superficie de roca negra al descubierto. Aunque parezca increible, esto es un cadaver que está en medio del campamento 3, los alpinistas instalan las tiendas y acampan como si fuera parte del paisaje;En el año 2007 Ian Woodall realizó la expedición “Tao del Everest”, que pretendían empujar por la ladera el cadaver de Francys Arsentiev y el de Green Boots para devolver el buen kharma a la montaña. Solo lograron alcanzar el de Arsentiev y seguramente el proyecto de Woodall tendrá lógica desde su prespectiva pero no deja de ser toda una temeridad poner la vida en riesgo para empujar un cadaver, amen de toda una hipocresía ya que pretende ocultar una realidad inherente a esa montaña, fruto en gran medida de su sobre-explotación comercial.

Uno de cada diez muere en el intento: cementerios a cielo raso

fuente: ABC.es


Más de 700 alpinistas se quedaron para siempre en los ochomiles del Himalaya. El rescate de los cuerpos es prácticamente imposible a causa de la altitud y del difícil acceso a los lugares donde reposan. La mística montañera suele dar por bueno que existan cementerios a ras de cielo.
Al otro lado del mundo, Nieves de Pellegrin sube por una estrecha y resbaladiza trocha con la ayuda de un bastón, cargando con sus casi ochenta años y sus recuerdos. Su pelo es como su nombre, como el lugar por donde se deslizaron el amor y la juventud. La anciana tiene el suficiente resuello para explicar a los turistas la flora de la montaña andina. Después de unos minutos llega al Cementerio del Montañés, cerca de San Carlos de Bariloche (Argentina), última residencia de amantes de las cumbres. Algunos murieron jóvenes mientras intentaban «la conquista de lo inútil»; otros, como Gino, el marido de Nieves, fallecieron en la cama después de una larga e intensa vida. Miembro del primer equipo nacional argentino de esquí, Gino de Pellegrin fue una de las glorias de una actividad que echó raíces en Bariloche. «Aquí estoy otra vez, flaco, la cuesta todavía no puede conmigo», le dice Nieves a su esposo. Los cementerios nos seducen. Tal vez por la misma razón que explica el éxito de las esquelas en los periódicos (las leemos, ergo seguimos vivos). O porque nos gusta explorar las fincas de los demás por si nos inspiran alguna idea. Esta en concreto, con vistas al Parque Nacional Nahuel Huapi, es original, aunque la vegetación termina por reclamar lo que es suyo.
«Papá, te fuiste donde querías», dice una placa recordando a alguien cuyos restos no están ahí, sino en el Himalaya. «Apoyaste tu cabeza en las rocas... No supiste morir de otra forma que no fuera en tu montaña. Te amamos». Nieves tiene a dónde ir. Los parientes de los que murieron en los ochomileslo tienen más difícil.

La muerte, tema tabú

Simone Moro recordaba hace unos días en Barcelona su ascensión invernal al Gasherbrum II en compañía de Denis Urubko y Cory Richards; la épica de un alpinismo puro, sin muletas, y la conmoción por tropezarse con cadáveres congelados. «Te recuerdan lo que puede pasar». El alpinista italiano, como la mayor parte de sus colegas, no es muy partidario de tocar este asunto. «La muerte es tabú», señala Darío Rodríguez, director de Desnivel, revista especializada en actividades de montaña. «Así que no suelen hablar de ella. Además, sienten que solo salen en la prensa cuando ocurre alguna desgracia. Pero tienen muy claro que puede ocurrirles. El cosquilleo empieza en el aeropuerto, antes del inicio de la aventura».
La estadística aterra como la visión de esos cuerpos medio sepultados por la nieve. Cuatro de cada diez alpinistas que retan al Annapurna jamás vuelven. La montaña maldita fue el primer ochomil en ser hollado, en 1950. Maurice Herzog y Louis Lachenal, miembros de una expedición francesa en la que también estaba el mítico Lionel Terray —el primer conquistador del Makalu y el Fitz Roy—, protagonizaron la hazaña. Desde entonces, la mala prensa del coloso nepalí lo ha convertido en el menos codiciado: ocupa el último lugar en número de ascensiones, con 153 (datos hasta 2008), en brutal contraste con otros ochomiles, como el Everest (3.684) o el «asequible» Cho Oyu (2.668), que forma parte del catálogo de algunas agencias de viajes especializadas. «Los que buscan el pleno suelen dejar el Annapurna para el final. Así ocurrió con Juanito Oiarzabal y Edurne Pasaban», dice Rodríguez.
En el caso de la tolosarra, primera mujer en conquistar las 14 cumbres más altas del planeta, un problema burocrático impidió que fuera estrictamente así: el retraso de los permisos provocó que el Shisha Pangma fuese el último, el 17 de mayo de 2010. Un mes antes estaba en la cima del Annapurna. «Recuerdo que le decía a mi madre: “Tranquila, nunca iré a esa montaña”. Así que cuando tomé la decisión de coronar todos los ochomiles ambas sentimos una profunda desazón», comenta Pasaban a ABC. «El K2 entraña más dificultad técnica, pero el Annapurna es peligrosísimo. Es una ascensión sembrada de seracs (bloques de hielo rodeados de grietas), muy expuesta a las avalanchas. Estás en tensión desde que das el primer paso fuera del campo base». Sus experiencias más dramáticas fueron, sin embargo, en las bajadas del K2 y del Kanchenjunga. «Cuando no gestionas bien las fuerzas pasas un calvario. La verdadera cima está en el campo base, cuando regresas».
En octubre pasado la «diosa de las cosechas» (así se traduce Annapurna del sánscrito) se tragó a tres alpinistas surcoreanos; uno de ellos, Park Young-seok, era una leyenda: los 14 ochomiles, las siete cimas más altas de cada continente y los dos polos engordaban su currículo. En su afán por hacer prisioneros, esta «diosa» no respeta galones. Park y sus socios de cordada han sido las últimas víctimas.
En aquella primavera en la que Edurne Pasaban escapó de la maldición del Annapurna, el mallorquín Tolo Calafat murió, solo y agotado, durante el descenso del grupo liderado por Oiarzabal. Dos años antes, en 2008, el navarro Iñaki Ochoa de Olza falleció en el mismo escenario debido a daños en el cerebro y los pulmones tras permanecer cinco noches a 7.400 metros. Los casos de Tolo e Iñaki conmovieron a la opinión pública no solo por el desenlace, sino por sus diferentes relatos: los intentos frustrados de rescate en el primer caso —sherpas de la expedición de la coreana Oh Eun-Sun se negaron a intentarlo aludiendo al riesgo extremo—; la solidaridad de un puñado de alpinistas en el segundo, que hicieron todo lo posible por salvar a su compañero.

Fantasmas en el hielo

Simone Moro sobrevivió allí en 1997 a una avalancha que sepultó al kazajo Anatoli Boukreev. Escalador de altísimo nivel, Boukreev fue testigo del suceso de 1996 en el Everest, cuando ocho personas de diversas expediciones comerciales murieron como consecuencia de la mala preparación y las decisiones desafortunadas de los guías en medio de una tormenta; otras cuatro fallecieron durante las semanas siguientes por las graves lesiones sufridas. Si los fantasmas del Everest pudieran hablar, tal vez cambiarían la historia. O no. El techo del mundo es el ochomil más ascendido y el que ha matado a más montañeros, pero no el más peligroso. Uno de los muertos más célebres es George Mallory, el que dijo aquello de «subo al Everest porque está ahí». En 1924, el británico desapareció junto a Andrew Irvine a más de 8.000 metros de altura. Su cuerpo fue hallado 75 años después, en 1999. Persiste la duda sobre si consiguieron hacer cumbre, en cuyo caso se habrían adelantado 29 años al primer ascenso oficial, el de Edmund Hillary y Tenzing Norgay en 1953. La cámara que llevaba Irvine podría revelar la prueba. Siempre que alguien dé con su cadáver en aquel gigantesco panteón.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Nuevas tecnologías quitan trabajo a pintores de lápidas

Fuente: Expreso

La tecnología del arte y diseño gráfico está ganando terreno en el cementerio de Jujan, en desmedro de cientos de artesanos que por esta época se dedican a aclarar letras y pintar bóvedas.
Ahora las familias están optando por instalar gigantografías en las tumbas que vienen con novedosos diseños y pasajes bíblicos.
Gerónimo Vega, oriundo del cantón Jujan, vaticina que en pocos años desaparecerán totalmente los pintores artesanales. Recuerda que hasta el año pasado el negocio de pintar tumbas y aclarar letras era rentable porque los parientes de los fallecidos contrataban con días de anticipación los servicios de un pintor para que le cambie la fachada a las bóvedas.
Vega pintaba hasta 20 tumbas diarias, pero este año esa cifra se redujo a cinco.
Ayer, mientras se protegía del fuerte sol bajo un árbol dentro del camposanto de Jujan, señaló que "los familiares de los difuntos ahora prefieren poner gigantografías en las tumbas, porque ese diseño les trae una fotografía del difunto, un paisaje, una frase bíblica, los nombres del finado y la fecha en que murió, por un costo de 25 dólares".
Leonardo Lozano, de 30 años, quien lleva una década plasmando paisajes en las bóvedas de los cementerios de los cantones Jujan y Simón Bolívar, expresó que hasta el año anterior pintaba hasta 50 paisajes diarios, pero ahora solamente cinco. "La ciudadanía está prefiriendo las gigantografías, pese a que ambos trabajos tienen un costo similar".
Lozano aseguró que para perfeccionar su trabajo continuamente asiste a seminarios de pintura y a concursos en diferentes eventos artísticos, sin embargo, "los propietarios de las tumbas se inclinan por la tecnología del diseño gráfico, dejando sin trabajo a quienes esperamos los feriados de difuntos para ganarnos unos cuantos dólares".
Pequeños negocios
Esta fecha dedicada a las personas que fallecieron también es aprovechada por decenas de estudiantes de distintos colegios de la localidad y cantones aledaños que realizan trabajos de pintura, mejoramiento de tumbas e improvisan pequeños negocios de venta de agua potabilizada, flores, velas y tarjetas de recuerdo.
Uno de ellos es Alfredo Alcívar, de 15 años, del colegio Teodoro Alvarado, quien acompañó a su padre a pintar tumbas. Mientras que otros lo imitaban reparando bóvedas. Mientras que en los exteriores del camposanto, unos 80 comerciantes instalaron puestos para la venta de comida preparada. En esos comedores predominaban los platos típicos como la fritada, el seco de pollo, el morocho, la guatita, que atraían a los comensales. (GFR)

El Día de Difuntos en Calderón

fuente: El Comercio

El cementerio de Santa Ifigenia de Cuba


El cementerio Santa Ifigenia, además de guardar los restos del Héroe Nacional cubano José Martí es el más antiguo de esta nación, y hoy constituye escala obligada para centenares de viajeros del mundo.
Ubicado en la oriental provincia de Santiago de Cuba, es una especie de lugar de peregrinación, primero para los lugareños y en la actualidad para muchos extranjeros, pues allí está el Mausoleo a Martí, reconocido como el más universal de los cubanos.
Estos pareceres los explica el especialista principal de este espacio mortuorio, José Luis López, quien comenta que se trata de un Monumento Nacional desde 1937, el cementerio más antiguo de la Isla y con infinidad de atractivos.
Inaugurado el 28 de abril de 1868 en la actualidad cuenta con 143 años, y en su parte original se encuentra la tumba más antigua, la de la familia Navarro, que data del 25 de abril de 1868.
Sin embargo, un impacto fundamental puede estar en que en el lugar descansan 32 generales de las guerras de independencia de este país, de los que 28 fueron orientales.
El mausoleo más importante está dedicado a José Martí (La Habana 1853- Dos Ríos, Oriente.1895) que descansó junto a los veteranos desde 1947 hasta 1951, cuando el 30 de junio se inaugura el actual sepulcro, el más relevante de todo el cementerio, y de Cuba.
La parte vieja del cementerio es de tumbas cerradas a la perpetuidad, pues funciona como museo al aire libre, y después de un parque divisor es que están las tumbas estatales. Todo es patrimonio histórico cultural de la ciudad de Santiago, comenta.
Otro de los mausoleos del cementerio es el de Carlos Manuel de Céspedes, Padre de la Patria, quien el 10 de octubre de 1868 entregó la libertad a sus esclavos africanos para que se unieran a la lucha por la independencia, fecha que marca la nacionalidad cubana.
La obra fue del italiano Salvatore Bonne, elevada en mármol de Carrara, con las cadenas rotas en expresión de libertad, y el laurel que simboliza la gloria; este mausoleo fue inaugurado el 7 de diciembre de 1910, para su tercer enterramiento.
Pero este también es el cementerio de la música y los artistas, con su Sendero de los trovadores con los restos de Pepe Sánchez creador del son, y muchos célebres, entre ellos Francisco Repilado Compay II, quien junto al Buena Vista Social Club recorrió el mundo.
Y lo curioso de la tumba de este último es que sus restos descansan sobre arena de la playa Siboney, la más popular de Santiago de Cuba, donde nació. En su lapida está el nombre de su última canción, Las flores de la vida, y flores, su guitarra y sombrero, en bronce.

Miles de bolivianos festejan el día de las calaveras o "ñatitas"

Fuente: agencia EFE
Miles de personas de la región andina de Bolivia pusieron fin hoy a una semana dedicada a los muertos con la fiesta de las "ñatitas", culto a las calaveras humanas que se celebra cada año en los cementerios del altiplano.
Es una tradición de origen incierto y que podría datar de la época precolombina, según la cual los vivos conservan en sus casas las calaveras de difuntos, ya sean familiares o completos desconocidos, con la intención de que les protejan de todo tipo de males y les ayuden a lograr bienestar y prosperidad.
Cada 8 de noviembre los dueños de las "ñatitas" adornan a sus preciadas calaveras con todo tipo de abalorios, flores, gorros y hasta gafas de sol, para acudir con ellas a los cementerios con la intención de bendecirlas, rendir culto a sus almas y hacer peticiones para que se cumplan sus deseos y necesidades.
"Este es mi salvador. Lo tengo desde hace 28 años y le tengo mucha fe. Gracias a él todos mis deseos se me cumplen. Le traigo hoy al cementerio porque el 8 de noviembre es su cumpleaños", dijo a Efe en el cementerio de La Paz una mujer que mostraba la calavera de un varón desconocido para ella que encontró en su lugar de trabajo.
También hay quien acude a las necrópolis sin poseer calavera alguna y pasa las horas transmitiendo sus deseos a los cráneos de las fosas comunes, donde los operarios de los cementerios entierran a los que no tienen quien les de sepultura, para volver a sacarlos de la tierra una vez al año.
"Yo tengo la calavera de mi papá, pero prefiero venir a la fosa común, donde está el poder de la comunidad. Vengo porque alguien me debe harta plata y quiero que las ñatitas me ayuden a cobrar la deuda que se me debe", dijo otra mujer que asistió hoy al cementerio de La Paz.
El culto a las calaveras pareció adscrito durante años a la religión católica, pero hoy se aprecia como parte del sincretismo entre lo cristiano y lo aimara, representado por calaveras de las que cuelgan crucifijos y cuyos dueños acuden a los yatiris (chamanes andinos) para que sean bendecidas.
Numerosos grupos de música ofrecen canciones alegres a las calaveras y a sus dueños, porque "el 8 de noviembre es un día para festejar", declaró a Efe uno de los guitarristas que trabajaba en el cementerio.

"Vaya al cementerio y no abra jamás la caja de cartón"

por Vicente Olaya, El País

Clodoaldo Martín tenía poco menos de 30 años cuando llegó aquel 9 de marzo de 1967 al Hospital Provincial de Salamanca. Este agricultor de Linares de Riofrío, cuya primera hija acababa de morir en el centro sanitario, recibió una caja de cartón cerrada con celo. En su interior, supuestamente, iba el cadáver de su bebé de cinco días. "No merece la pena hacer entierro", le explicaron en el hospital. "Resulta muy caro. Entregue la caja en el cementerio junto con este sobre y que la entierren como si fuera un feto. Pero no la abra jamás". Y Clodoaldo obedeció, no abrió ni el sobre ni la caja, y no volvió a mencionar lo ocurrido. Pero cuarenta años después, aquella historia tomó un giro inesperado y sorprendente: alguien que decía ser su hija se presentó en el pueblo preguntando por él.
María del Carmen Calvo y Clodoaldo Martín eran en 1967 una joven pareja a los que la vida sonreía. El 5 de marzo, ella -embarazada de casi ocho meses- se preparaba para dar a luz en Linares de Riofrío. Pero el médico de la localidad no estaba en aquel momento, por lo que tuvo que ser atendida por un doctor que veraneaba allí y que trabajaba en el hospital provincial.
El bebé nació, recuerda María del Carmen, sin problemas y pesó 2,8 kilos. La madre, alegre con su primera hija, se sorprendió cuando el doctor le anunció que "la niña estaba mal y había que llevarla urgentemente al hospital". "En aquella época, te creías todo lo que te decían, no era como ahora. No preguntabas. Solo obedecías, pero yo no entendía las razones para ingresar a la niña: la veía muy bien. Sí, se quejaba un poco, pero nada raro para un recién nacido. No sé por qué obedecí", recuerda la madre.
Un día más tarde -a pesar de la supuesta urgencia- el médico ordenó el traslado y la niña fue llevada a Salamanca. "Era absurdo lo que decía: insistía en que era urgente y que la niña estaba muy mal, pero tardó un día en llevársela. Y lo peor de todo es que yo no podía ir con la niña porque no me convenía. Pero yo estaba bien, que ya me avisarían cuando mi hija mejorase. Y obedecí", se lamenta María del Carmen.
El padre, acompañado de unos primos, trasladó finalmente a la pequeña al hospital provincial. Poco después de llegar, los facultativos ordenaron a Clodoaldo y a sus familiares que se volvieran al pueblo. "Ya les avisarían". Y estos obedecieron. Dos días después, el 8 de marzo, recibieron una llamada: el bebé había muerto repentinamente y era necesario que se hiciesen cargo del cadáver.
Al día siguiente, en el primer autobús, el padre salió hacia el hospital salmantino. "El pobre tuvo que coger el coche de línea. Cuando llegó al centro hospitalario, le entregaron una caja de cartón cerrada con celo en la que, supuestamente, estaba el cadáver de mi hija. ¡No lo abra! ¡Es un feto! Solo entréguelo en el cementerio y que lo entierren. Y mi marido obedeció", recuerda María del Carmen. "Siempre pensé que nos habían engañado, que allí no había nada. Mi marido no abrió ni la caja ni el sobre. ¿Qué ponía? ¿Qué había dentro de la caja? No lo sé. Teníamos que haber mirado. Pero eran otros tiempos".
Y con esta duda en su interior, fueron pasando los años. María tuvo cuatro hijos más, cambió de domicilio, emigró a Francia y volvió a España. Se estableció en Logroño, donde ahora vive, pero nunca olvidó a aquella hija enterrada en una caja de cartón.
Sin embargo, hace cuatro años todo cambió cuando una pareja de desconocidos se presentó en Linares de Riofrío. La mujer, de unos 40 años, preguntó por Clodoaldo. "Es mi padre y lo estoy buscando", dijo. Los vecinos le indicaron que este y su mujer hacía años que habían abandonado el pueblo, pero que tenían unos primos en la localidad que les indicarían dónde podían hallarlos. Pero ese día, los familiares de María no estaban en casa. La pareja no dijo nada más, se marchó y nunca volvió.
Cuando María del Carmen se enteró de lo ocurrido, comenzó una enloquecida búsqueda de su hija. Se ha adherido a varias redes sociales y se maneja con soltura en Internet. "Fui al hospital provincial a pedir los datos de mi hija. Pero allí no hay nada. Acudí al cementerio a buscar el cuerpo. Pero allí tampoco había nada. Fui al Ayuntamiento y al Registro Provincial, pero no conseguí ninguna respuesta. No hay nada. Es imposible". Calvo, a través de una asociación de afectados, ha pedido a la fiscalía y al juzgado que le ayuden a encontrar a su hija. "Pero todavía no me han respondido".
María del Carmen duda ahora. No quiere hacer público el nombre del médico que le atendió en el pueblo. Alguna vez se lo ha encontrado casualmente y se han saludado. "No puedo acusar a nadie. No tengo pruebas. No sé lo que pasó", dice. "¿Y por qué no se lo pregunta la próxima vez que le vea?", le piden. "Pues porque solo tengo sospechas y no quiero que se destruya nada, si es que existe algún papel. Mejor así. Solo quiero ver a mi hija y decirle que nosotros nunca la vendimos ni la entregamos, que lo único que nos dieron fue una caja de cartón cerrada con celo y un sobre, y que nosotros obedecimos".

Chistes en el cementerio por Andrés Cárdenas

Bien, a ver cómo me las apaño para hablar de cementerios y que ustedes lleguen al final de la columna. Todo el que escribe en un periódico sabe lo fácil que le puede resultar a un lector dejar de leer un artículo si el tema va de algo sombrío y demasiado triste. Habrá lectores que lean la palabra ‘cementerio’ y se les vaya los ojos inmediatamente a otra página, a otro artículo, a otra lectura que le resulte más gratificante. Paul Johnson dijo en un ensayo titulado ‘El arte de escribir columnas’ que si un lector no termina una columna una semana, quizás no la empiece la siguiente. Así que aquí está mi reto. Aprovechando que el otro día atrasaron los relojes dediqué la hora de regalo para visitar el cementerio de mi pueblo, en el que está enterrado mi padre. Hacía una mañana estupenda. Si vas un día nublado o lluvioso a un camposanto tal vez te sientas sobrecogido por el fuste imponente de las tumbas, pero si vas un día de sol, joer, que te entran unas ganas enormes de vivir. En el cementerio había aire de romería, de día de fiesta casi y se escuchaban más risas que lágrimas. Los cementerios, como dice Guissepe Marcenaro, son una realidad viva que convocan un tipo particular de locura. Allí me encontré con un amigo de la infancia. Enseguida se juntan dos colegas que hace tiempo que no se ven y surgen las batallitas. –«¿Qué haces aquí?», le pregunté. Tan tonta era mi pregunta como sorprendente fue su respuesta: -«He venido a contarle el último chiste a mi padre». Su padre, me recordó, había muerto hacía unos cinco años y hasta que falleció fue un tipo con sentido del humor increíble. Jamás se le oyó un lamento o una queja y su positivismo era tal que no le contaba a nadie sus penas que, por lo visto, era muchas. –«Mi padre se pirraba por los chistes y de vez en cuando vengo y le cuento alguno. A los muertos también hay que divertirlos y no sólo venir a contarles penas», dijo mi amigo. Le dije que sí, que posiblemente llevaba razón y que, en el fondo, era otra forma de honrar la memoria del que ha fallecido. Me pidió que lo acompañara al nicho en el que estaba enterrado su progenitor y allí delante recordamos a Emilio, el antiguo sepulturero del pueblo que siempre que estaba enterrando a alguien cantaba por lo bajini la canción de los cuatros muleros. Yo le conté cuando una vez fui a hacerle una entrevista a un enterrador de Granada y me contó que había gente que pedía nichos con vistas a Sierra Nevada. Y que un día una señora que acaba de enterrar a su marido le pidió al sepulturero que cuidara del muerto: – «De vez en cuando dé usted una vuelta por si necesita algo.» También le hice partícipe de la guasa del transporte urbano de Granada cuya línea número 13 muere en el cementerio. Él se acordaba de una funeraria de Torreperogil que había hecho unos mecheros de publicidad y había puesto: «Usted siga fumando, que nosotros aquí lo esperamos». Entre risas y buen rollo estuvimos más de media hora hablando. Al salir del camposanto, mi amigo me dijo: -«Joer macho, seguro que mi padre ha pasao un rato de puta madre».

martes, 8 de noviembre de 2011

Marcha fúnebre de Sabino Guerra

Especialista en cementerios fabricaba muñecas con cadáveres...


Un reconocido historiador ruso tenía 29 momias en su casa, que habían sido desenterradas de cementerios de la ciudad de Nizhny Novgoro. Estaban vestidas con ropas extraídas de las tumbas

Un video de la Policía, que muestra el departamento del arrestado en la ciudad de Nizhny Novgorod, ofreció una visión siniestra de lo que parecen ser muñecos vestidos con ropas y chales brillantes; algunos, con las manos y rostros aparentemente envueltos en paños.
La Policía dijo que eran restos momificados y que el hombre sólo había elegido cadáveres de mujeres jóvenes para su macabra colección.
Si bien las autoridades se negaron a identificar al detenido, dieron a conocer sus fotografías. Gracias a eso, inmediatamente fue reconocido por la prensa local como Anatoly Moskvin, un historiador de 45 años considerado el máximo experto en cementerios de la ciudad. Su gran interés por los difuntos le sirvió también para escribir.
El mes pasado, Moskvin contó, en uno de sus artículos, su interés por los muertos. Relató que cuando tenía doce años, pasó frente a un cortejo fúnebre cuyos participantes lo obligaron a besar el rostro de una niña de once años muerta. Agregó que más adelante se apasionó por lo oculto.
Autodidacta y experto en lingüística, se especializó, además, en cultura celta y aprendió a dominar trece idiomas.
Sobre su detención, circulan distintas versiones. La oficial es que su arresto sobrevino después de una larga investigación sobre la profanación de tumbas en varios cementerios locales, según contó la vocera policial Svetlana Kovylina.
De acuerdo con el diario nacional Moskovsky Komsomolets, el historiador fue detenido en un cementerio mientras portaba una bolsa con huesos. Y, por otro lado, Kriminalnaya Khronika, una publicación especializada en crónicas de delitos en la región, indicó que los detectives descubrieron los cadáveres cuando visitaron a Moskvin para consultarle sobre las profanaciones.