martes, 17 de mayo de 2011

Hace un año perdimos a Ronnie James Dio


Este 16 de mayo cumple un año desde la muerte de una de las figuras más importantes de la historia del metal: Ronnie James Dio.
Black Sabbath, Heaven and Hell, Dio, Rainbow o Elf son varias de las bandas en las que nos deleitó con su voz. Tras una lucha durante meses contra un cáncer de estómago que no le privó de estar en los escenarios hasta casi el último momento, falleció el 16 de mayo cerca de las 8 de la tarde rodeado por los suyos. Su fallecimiento consternó a todo el mundo del rock y del metal en general, y fueron cientos los artistas que le rindieron unas palabras o algún tipo de homenaje. Uno de los más grandes fue a manos de sus compañeros de banda en Heaven and Hell, quienes decidieron unánimemente dar fin al grupo ya que sin Dio no había Heaven and Hell.
WE ROCK FOREVER!!!! HORNS UP!!!

domingo, 15 de mayo de 2011

Polémica por el gigantesco mausoleo de Hua Guofeng en China



Un mausoleo con el tamaño de 14 campos de fútbol que está siendo construido para albergar el cuerpo de Hua Guofeng, quien sucedió en 1976 a Mao Zedong como máximo líder chino, ha desencadenado una gran polémica en China, donde muchos critican el excesivo coste de la tumba y lo faraónico de la obra.
La tumba está siendo erigida en la localidad natal del fallecido mandatario, Jiaocheng (en la provincia septentrional de Shanxi), y su diseño recuerda al mausoleo de Sun Yat-sen, fundador de la República de China en 1911, comenta hoy el diario oficial "Global Times".
Al conocerse la obra, muchos ciudadanos chinos se han quejado, a través de foros de internet, del elevado coste del monumento (100 millones de yuanes, equivalentes a 15 millones de dólares) y al "despilfarro" del enterramiento en un superpoblado país donde el espacio en los cementerios es cada vez más escaso y más costoso para las familias.
Hua Guofeng, nacido en 1921 y fallecido en 2008, fue un líder chino de transición entre la época maoísta y la de reforma y apertura económica liderada por Deng Xiaoping, quien acabó eclipsando al entonces presidente del Partido Comunista de China (de 1976 a 1981) y primer ministro (de 1976 a 1980).
La tumba del fallecido líder, detalla la información, consta de 365 escalones por los que se asciende a una lápida de 5,5 metros de altura y forma de "H", por su apellido.
El ex mandatario por ahora yace en el cementerio revolucionario de Babaoshan, en el oeste de Pekín, lugar donde suelen reposar los fallecidos líderes comunistas, con notables excepciones como los mencionados Mao (cuyo cuerpo embalsamado está en la plaza e Tiananmen) y Deng (cuyas cenizas fueron lanzadas al mar).
La polémica se produce en una semana en el que China celebra el Festival de Qingming, también conocido como "Día de Barrer las Tumbas", una celebración similar a la fiesta de Todos los Santos occidental, en el que los chinos visitan los cementerios para recordar a sus parientes fallecidos.
En los últimos años, la fiesta se ha aprovechado para quejarse de la fuerte burbuja especulativa que sufren los terrenos en los cementerios.
Está previsto que el mausoleo de Hua Guofeng se inaugure el 20 de agosto de este año, en el tercer aniversario de su muerte.

El cambio en las tradiciones funerarias afecta a segmentos vinculados

Por Tere Coello

«La gente ya no viene a los cementerios. Los fallecidos son incinerados, así que no hay gastos ni en nichos ni en flores y, mientras, los que vivimos de esto nos la estamos viendo y deseando, no sacamos ni para comer». Así se expresa la vendedora de flores del cementerio lagunero de San Juan, Yolanda Luzardo, quien comenta que en la puerta del camposanto ya no hay negocio. «Hace dos años vendía y ganaba con las flores. Los sábados y domingos se despachaba bastante cantidad, ahora traemos un baño de flor cortada y nos dura todo el fin de semana», asegura.
«La gente ya no viene a los cementerios. Los fallecidos son incinerados, así que no hay gastos ni en nichos ni en flores y, mientras, los que vivimos de esto nos la estamos viendo y deseando, no sacamos ni para comer». Así se expresa la vendedora de flores del cementerio lagunero de San Juan, Yolanda Luzardo, quien comenta que en la puerta del camposanto ya no hay negocio. «Hace dos años vendía y ganaba con las flores. Los sábados y domingos se despachaba bastante cantidad, ahora traemos un baño de flor cortada y nos dura todo el fin de semana», asegura.


Las cenizas de Mercedes Sosa son esparcidas

En ocasiones, dice, se vuelven a casa con la misma mercancía. «Antes podía ganar al día 200 euros, ahora si hacemos los 50 euros nos damos con un canto», señala. Yolanda tiene claro que la coyuntura económica adversa no ayuda a su negocio, porque la gente deja de honrar a sus difuntos con ramos: «Los cosecheros tienen las flores caras y la gente, con lo que gasta en una docena de claveles, compra un paquete de garbanzos y un paquete de sopa y hacen un caldero de rancho».
La florista del cementerio de San Juan matiza que, con el paso del tiempo, son menos las personas que se acercan a visitar estos lugares, ni a visitar tumbas ni a enterrar a seres queridos, tal vez porque cada vez son más los que optan por la incineración, bien por petición bien por ahorrar costes en todo el trámite funerario y posterior sepelio.
Nada hay más cierto en la vida que la propia muerte y, aunque muchos piensan que los derechos de la seguridad social deberían acompañar a los ciudadanos hasta el fin de su vida, no es así; cuando llega el momento del último adiós, comienza un verdadero negocio que, como todo, también está en crisis. Tras la muerte, el óbito y las funerarias mueven un importante volumen de dinero y están posicionadas como un trámite necesario, por el que garantizan, en cierta forma, un descanso «cómodo y en paz», no solo para el finado sino también para sus familiares, que no tendrán que desembolsar, de un solo golpe, una importante cantidad económica que puede rondar los 2.200 euros de media si hay enterramiento y, aproximadamente, 1.300 euros si lo elegido es la incineración.
El precio de las exequias incluye los servicios y gastos básicos: alquiler de nicho, coste administrativo, coste de velatorio, coronas, féretro y servicio religioso. No obstante, el precio final puede ascender hasta límites insospechados dependiendo de las opciones que se hayan contratado después de conocer el catálogo de ofertas. Entre estas y a modo de ejemplo, el tipo de madera del ataúd, que puede elevar el precio final hasta los 6.000 euros.
Los servicios que prestan las empresas funerarias son, por lo general, un «regalo» que conceden los progenitores a sus recién nacidos y que abonan durante toda su vida a través de primas mensuales a las compañías aseguradoras, que son las que controlan el 60 por ciento de la gestión y calidad de los encargos que, en ocasiones, se han visto mermados debido a la crisis que ha afectado a la economía familiar, obligándola a «apretarse el cinturón» también en estos casos. La crisis provocada por los recortes en los servicios mortuorios está protagonizada principalmente por el aumento de las incineraciones. En el año 2009 fueron incinerados el 32 por ciento de los muertos. Las familias escogen esta modalidad porque supone un ahorro de aproximadamente 1.000 euros comparado con el entierro tradicional, debido principalmente al menor coste del ataúd, ya que los utilizados suelen ser de menor calidad.
Esta decisión arrastra consigo que otros sectores que se sustentan con el negocio de la muerte se vean perjudicados. Así, la construcción vuelve a ser uno de los más dañados, ya que la elección del crematorio supone la merma en la cantidad de nichos que, de no existir esta posibilidad, se hubiesen construido.
Otro negocio afectado es el de las floristerías, puesto que desaparece prácticamente la compra de coronas. Los ayuntamientos ven reducidas las tasas municipales que se cobran por el alquiler o compra de nichos. Otros afectados son los periódicos, que han asistido a una importante reducción de los ingresos fruto de la publicación de esquelas, de igual manera que las imprentas, que casi no reciben encargos de recordatorios.
Por otro lado, algunos clientes y, a pesar de la crisis, llegan a abonar en una incineración entre 2.000 y 12.000 euros si optan por una de las últimas novedades: reconvertir las cenizas de un ser querido en un diamante y llevarlo colgado al cuello de por vida.Aunque hay quienes dicen que ante la muerte «todos somos iguales», la realidad es otra y, aunque el final sea el más digno posible, la crisis ha propiciado que aumente el número de entierros de beneficencia en familias que se han declarado insolventes y cuyos gastos (nunca menos de 600 euros) corren a cargo del ayuntamiento correspondiente. Otras personas optan, sencillamente, por donar el cuerpo del fallecido a la ciencia y ahorrar toda cantidad económica.

Iglesias, una historia de huesos

Por Javier Montenegro Naranjo


Bajo el suelo de las iglesias más antiguas de Cuba existen cementerios donde están enterradas personas de diferentes clases: esclavos, españoles o criollos; aquellos que ostentaban mayores riquezas los sepultaban más cerca del presbiterio, y a los sacerdotes en la cripta, bajo el altar. El hedor era insoportable debido a los cadáveres putrefactos, y en ocasiones solo se podía estar poco tiempo en el interior.

 En tiempos de plaga, la situación se volvía insostenible; los lugares de entierros eran reutilizados, sin importar si eras el Marqués de Villalta o el esclavo que le servía; abrían el agujero, sacaban los restos anteriores, a veces aún en descomposición, y volvían a introducirlos sobre el nuevo cadáver, no había problemas mientras se mantuvieran en camposanto.
La situación higiénica era crítica, y en 1804 el Obispo Espada y Landa da inicio a las campañas de prohibición de entierros dentro de las iglesias; se crearon los primeros cementerios del país y no hubo más náuseas durante las misas. Pero los restos más antiguos siguen escuchando cada día los pasos y murmullos de los visitantes, y las palabras de los sacerdotes hacia los feligreses.
Hace meses, las losas de granito que adornan el suelo de la iglesia católica de Guanajay se han levantado en diferentes lugares. Al comenzar las reparaciones aparecieron evidencias arqueológicas del antiguo cementerio por lo que fue necesario el auxilio del historiador Leonardo Camoeira y de los miembros del grupo espeleológico Guamuhaya, la participación del Arqueólogo y Arquitecto Jorge F. Garcell Domínguez, autorizado por la sub comisión de Arqueología de la Comisión Nacional de Monumentos, tras la emergencia de los trabajos a efectuarse en el templo y su experiencia en contextos funerarios, para desentrañar los entresijos guardados por tantos años.
A 15 centímetros de profundidad aparecieron las losas de barro que conformaban el antiguo piso. A partir de ese momento empezaba un trabajo más difícil; en lugar de emplear picos se debían usar herramientas más delicadas para no dañar las piezas y huesos que aparecieran a partir de ese momento. Se encontraron algunos fragmentos de metal totalmente oxidados entre dos capas estratigráficas, una especie de rejilla aislante colocada al construir el piso actual en el año 1956, y el posible motivo del desnivel del suelo.
Después de retirar las losas comenzó un trabajo arduo, pues debajo de ese suelo debían estar los enterramientos. A medida que excavaban aparecieron algunos fragmentos de cerámica y vidrio, junto a una pieza dentaria de animal, prueba de que se usaba cualquier tipo de relleno para tapar las sepulturas, incluso basura. Los primeros restos humanos estaban dispersos y destruidos, muestra de la reutilización de los espacios de entierros.
Todos los enterramientos encontrados eran secundarios, o sea, no estaban en posición anatómica ya que habían sido removidos, en este caso para sepultar a otras personas. Apenas se encontraron piezas dentales, otro motivo para pensar que no fueron enterrados en ese lugar. Por desgracia, no se extrajeron huesos sin que sufrieran fracturas, debido al mal estado de la osamenta de más de 200 años. La humedad de la tierra guanajayense es muy alta, y provocó un deterioro acelerado en estos, además de que se encontraron varias raíces atravesándolos. Cerca de 16 cráneos fueron encontrados en el lugar de la excavación, de diferentes sexos y edades. Una vez terminados los estudios, los huesos se devolverán al interior del templo, cuando se reparen otras secciones del piso de granito integral del templo.
La intervención arqueológica facilitó un nuevo acercamiento con la historia; se hallaron cuatro niveles de piso, el más antiguo a 1.30 metros de profundidad. También se encontraron dos niveles de relleno donde se localizaron gran cantidad de fragmentos óseos, al estilo de un gran osario. Nobles de la época, criollos o esclavos descansan bajo el andar de los feligreses de Guanajay; quién sabe si alguno de sus descendientes camina hoy sobre sus restos.

El makaber y lo macabro: las necrópolis habitadas de Egipto

Por: Angélica Pérez Pérez

En la casa de los Abdul Wahid domina el orden. Como si las mínimas cosas con las que cuenta la familia estuvieran preparadas para una mudanza inminente que, sin embargo, se aplaza desde hace casi veinte años. Esta vivienda podría estar en cualquier barrio de invasión de cualquier metrópoli del mundo. La diferencia es que la casa de los Abdul Wahid queda dentro de una necrópolis: El cementerio Ghafir en El Cairo.
“Yo llevo 19 años viviendo aquí. Llegué cuando tenía seis. A mi abuelo se le derrumbó la casa y no teníamos los medios para conseguir otra. Se sabía que la gente muy pobre venía a vivir en los mausoleos de la capital y así lo hicimos. Y no hemos podido irnos. Mis tres hermanos nacieron aquí en el cementerio”.

La familia de Karim, el hijo mayor de los Abdul Wahid, llegó a El Cairo como los millones de migrantes rurales que, a lo largo de las últimas décadas, han venido a la caótica capital egipcia buscando alguna posibilidad de futuro. Pero una urbe de 25 millones de habitantes, sin planeación urbanística y en donde el salario mínimo, cerca de US$50, vale lo mismo que un alquiler barato, no les ha dejado otro espacio para habitar que los sepulcros ajenos de la Ciudad de los Muertos, como se le conoce.
Miseria, éxodo rural, especulación inmobiliaria. Los mausoleos invadidos de El Cairo distan del paisaje de indigencia que comúnmente ofrecen los cinturones de miseria en otras urbes. Los habitantes (difícil de encontrar cifras concordantes, un estudio oficial elaborado en el 2008 habla de dos millones, algunos investigadores las duplican) de las cinco grandes necrópolis de la capital egipcia, divididas a su vez en varios cementerios, se han organizado al estilo de una metrópoli.
Hay varios barrios y cada uno comprende cierto número de tumbas de cuyo mantenimiento se encarga un sepulturero —Tourabi—. También hay alguien que se encarga de los vivos: El Mu’allem, una especie de jefe del sector, mitad portero mitad agente inmobiliario, quien tiene como función principal cobrar a los ocupantes de los mausoleos los alquileres (menos de US$10 al mes) y entregarles el dinero a las familias propietarias.
Un sistema de renta que no siempre se cumple. Poco antes de que el dueño del mausoleo donde viven los Abdul Wahid muriera y se viniera a habitar entre muertos propios y vivos ajenos, le dijo a sus hermanos que cesaran de cobrar el arriendo a los inquilinos de sus tumbas.
“Los primeros años pagábamos un alquiler muy bajo, dice Sanah, la madre de Karim. Pero mi marido quedó lisiado y no pudo nunca más manejar el taxi. Mis dos hijos mayores trabajan como vendedores ambulantes las horas en que no van a la escuela y con lo que ganan apenas comemos. Nosotros tenemos que matarnos para conseguir el pan. Cuando ocurrió la Revolución Democrática, a comienzos de este año, el gobierno de Mubarak nos prometió que nos iba a alojar en apartamentos. Pero cuando todo pasó, cuando el presidente se fue, nos dimos cuenta que lo habían dicho para calmar al pueblo. He ido varias veces al Ministerio de la Vivienda a presentar mi solicitud y no me hacen caso”.

Mientras aguarda el día en que podrá dejar de vivir sobre las tumbas, Sanah se esmera por acomodar minuciosamente y con dignidad la pobreza de su morada: una diminuta habitación en la que apenas cabe una cama destinada al padre y a los tres hijos varones. Un salón cuya austeridad solo la rompe la presencia de un televisor de 32 pulgadas. Allí, sobre alfombras, duermen las dos mujeres de la familia, Sanah y su hija de 16 años. La cocina, está montada en un espacio robado a la nada.
Estos cuarenta metros cuadrados, mezcla de precariedad y limpieza, se erigen sobre las tumbas destinadas a las mujeres de la familia propietaria del mausoleo. Afuera, en el lugar que uno asimilaría al patio de la casa, hay una planicie de cemento bajo la cual yacen los cadáveres de los hombres. Nadie puede caminar sobre ellos.
“A nosotros la muerte no nos da miedo. Siempre, en todas las épocas de nuestra historia, ha habido gente que vive aquí con sus muertos”, dice Karim. Y es justamente esa convivencia de vivos y muertos la que desbarata la idea de lo macabro tan ligada a la muerte en la visión Occidental. Makaber, que viene del árabe, fue el término con el que por siglos se denominó en la España del antiguo régimen a los cementerios, antes de que la palabra saltara la frontera de los Pirineos, se convirtiera en macabro y regresara a ocupar las páginas del diccionario de la Real Academia de la Lengua española, convertida en un galicismo “relacionado con la muerte y con las sensaciones de horror y rechazo que esta suele provocar”.
El makaber o la Ciudad de los Muertos, como le dicen los egipcios al cementerio es, en cambio, un lugar donde históricamente vivos y muertos han cohabitado. Tradicionalmente los egipcios construyeron sus tumbas como mausoleos habitables para poder pasar allí los 40 días de duelo. En Egipto, musulmanes o cristianos coptos no ven el cementerio como el lugar de la muerte sino el sitio donde la vida comienza, dice el antropólogo Malak Yakan. De hecho, los viernes numerosas familias de creyentes musulmanes llegan al cementerio para encontrar el alma de sus difuntos que en la víspera ha bajado al lugar donde se encuentra el cuerpo sepultado. Durante esas horas las familias propietarias de las tumbas hacen las veces de invitados y los extraños que alquilan u ocupan sus mausoleos se transforman en anfitriones.
Pero en el Egipto del régimen de Hosni Mubarak esa convivencia, si tal cosa fuera posible, entre vivos y muertos se transformó en la expresión de la acelerada pauperización de la sociedad. Durante las últimas décadas los habitantes de los cementerios capitalinos se convirtieron en una comunidad urbana muy pobre, separada, ilegal pero tolerada.
Y con un destino incierto. Saben que al vivir en la Ciudad de los Muertos violan la ley pero no están dispuestos a salir de allí hasta que el Gobierno no les otorgue una solución de vivienda. Reivindicación inaudible durante un régimen que cayó en febrero pasado, justamente por haber creado miseria e instalado la corrupción como la esencia del contrato social.
“Los días que siguieron al 25 de enero fui al centro de la ciudad y me uní a los millones de personas que estaban concentradas en la Plaza Tahrir. Yo también quería exigir mejores condiciones de vida para todos. Pero cuando unos días después, en plena revuelta, el gobierno liberó a los criminales de las cárceles tuve que regresar al cementerio para proteger a mi familia. Los delincuentes llegaron a violar mujeres y robar lo poco que tenemos. Tuvimos que encerrarnos”, narra Karim quien a sus 23 años vive obsesionado con la idea de ir a la Universidad para estudiar finanzas.
Karim y sus tres hermanos van a la escuela. Para ellos la vida fuera del cementerio no es fácil. Resulta complicado decir en la escuela que uno habita en la Ciudad de los Muertos. Pero adentro la situación no es mejor. Al caer la noche, la electricidad se corta, las mujeres se encierran en sus casas y el cementerio muta a refugio de maleantes. “Vienen a drogarse, a ultrajar mujeres en los callejones oscuros. Y aquí a la policía no le vemos ni el pelo”, dice Karim.
Cada tarde, al regresar del colegio Aya, la única hija de los Abdul Wahid, se encierra en el mausoleo donde nació. Su madre prefiere que no salga de allí para protegerla del crimen. Aya, que en árabe significa verso, quiere estudiar derecho. No le tiene miedo a los muertos. Aya le teme a los vivos.

El giro que han dado los cementerios urbanos

Fuente: Portalinmobiliario.com


Los cementerios, antes considerados sólo "receptáculos", se reivindican hoy como verdaderos museos de arte que tienen una historia que contar. Además, la versión moderna de los camposantos está cargada de un concepto urbanístico y paisajístico pensado para sorprender.

Por lo general, nadie quiere tener un cementerio cerca de su casa, pero todos reconocen que son necesarios. Y es que no son sólo lugares donde se depositan los restos de nuestros seres queridos; son espacios con historia que juegan un rol trascendental en la sociedad. Pero tuvo que pasar mucha agua bajo el puente para que los cementerios llegaran a ser lo que conocemos hoy.
Hace varios siglos atrás, los deudos se enterraban en los mismos templos e iglesias, pero los más críticos del sistema argumentaron que los malos olores y la falta de asepsia que producía la descomposición de los cadáveres hacía imperativo crear lugares especiales para tal fin. Nacieron así los cementerios, tímidamente, pero siempre a las afueras de las ciudades.
Según la doctora en historia de la Universidad Católica y master of arts de la Universidad de Yale, Sol Serrano, “al comienzo eran sólo terrenos, luego fueron construyéndose mausoleos y fue en la segunda mitad del siglo XIX en que se empezó a planificar como parques con calles y jardines”, dice. Había nacido un concepto arquitectónico detrás de la idea del cementerio.
Hoy los camposantos son verdaderas joyas del patrimonio artístico y un reflejo de la comunidad que convive con ellos, sólo hay que saber observarlos. Incluso algunos los consideran verdaderos museos al aire libre donde se pueden ver grandes mausoleos, tumbas con valiosas esculturas y estatuas que hacen de los cementerios un espacio silencioso de la historia de una sociedad y su gente.


El arribo de los cementerios 2.0

Pese a haberse transformado en lugares con historia, los cementerios en su mayoría, siguen siendo mirados con recelo entre las personas. Por el sólo hecho de saber que hay cadáveres, el aire se enrarece y son pocos los que van “de paseo” a uno de éstos.
Pero desde principios de la década de los 80 que existe una versión más amigable de los cementerios. Un claro ejemplo de lo anterior es el Parque del Recuerdo, que más que estar compuesto por tumbas y nichos pegados uno tras otro, contempla amplias áreas verdes con un entorno paisajístico y urbano, diseñado incluso bajo un máster plan llevado a cabo por connotados arquitectos y paisajistas. Aquí nada se deja al azar.
“El objetivo es hacer un cementerio amigable, integrado con la comunidad y rodeado de naturaleza (…) incluso un lugar de encuentro familiar. Las 176 hectáreas de parque le permite ofrecer a la ciudad un entorno de gran belleza urbanística”, dice el gerente comercial de Parque del Recuerdo, Sergio Cortés.

Grandes explanadas de pasto, árboles y fuentes de agua, invita a las personas a visitar este tipo de cementerios, que recibe a 100.000 personas al mes. Y es que uno de los ganchos a los cuales apuesta esta nueva generación de cementerios es la naturaleza. Porque las cifras no mienten, este parque santo aporta con el 7,3% de todas las áreas verdes existentes en la ciudad de Santiago.
Pero más allá de que los cementerios sean un aporte social, que muchas veces pocos quieren, estos lugares juegan un rol trascendental para vivir el proceso de duelo. Según la psicóloga y asesora de Parque del Recuerdo, Gabriela Hirsch: “es fundamental contar con instancias para recordar a nuestros seres queridos y que las personas tengan las herramientas que les permitan cubrir sus necesidades básicas”.
“En todos los países hay cementerios con valor histórico y patrimonial, por eso buscamos ampliar la visión de los cementerios con arquitectura de siglos anteriores, los cuales hoy son declarados bienes”, concluye Cortés.

sábado, 14 de mayo de 2011

10 años después de la muerte de Chuck Schuldiner: la muerte no ha muerto


Chuck Schuldiner fue, simplemente, una de las mentes más brillantes dentro del mundo del metal, un innovador y uno de los guitarristas más virtuosos que jamás haya pisado este planeta. La Cabra rinde un pequeño homenaje a la mente detrás de Death, sin lugar a dudas, una de las bandas más visionarias que haya existido.
Chuck nació el 13 de mayo de 1967 en Long Island, New York. Sus primeras influencias fueron Kiss y Billy Idol, además de otros. Luego se interesó en el movimiento del "New Wave Of British Heavy Metal" (NWOBHM) le gustaban bandas como Venom, Judas Priest y Iron Maiden. También sentía admiración por bandas de la  "Bay Area" como Slayer y Possessed. Su madre afirmó que a Chuck le gustaba todo tipo de música excepto el country y el rap. Además era fanático del Jazz, el rock progresivo y la música clásica, estilos que luego implementaría en Death
En 1983 formó su primer grupo llamado "Mantas" que posteriormente se transformaría en Death, banda que definiría lo que actualmente conocemos como "death metal"
Death  grabó su primer  álbum, titulado Scream Bloody Gore, en 1987. Este disco está considerado uno de los primeros álbumes del death metal. Posteriormente, lanzó Leprosy con el guitarrista rítmico Rick Rozz, Terry Butler en el bajo (Terry no tocó realmente el bajo en el disco, sino que lo hizo el propio Chuck, que por motivos de amistad, lo dejó en los créditos) y Bill Andrews en la batería. En 1990 publicó Spiritual Healing, donde James Murphy remplaza a Rozz.
 El siguiente lanzamiento de Death fue el  innovador disco  "Human" donde se podía ver una banda que había evolucionado hacia un estilo más técnico y progresivo en el que  se pueden ver las grandes habilidades guitarrísticas y musicales de Chuck. Death mantuvo y profundizó este estilo, como se evidenció en los álbumes Individual Thought Patterns, Symbolic y The Sound of Perseverance.
Al final de su vida Chuck fundó una banda de heavy metal llamada Control Denied y lanzó  el disco The Fragile Art of Existence en 1999. Control Denied era el proyecto que solía satisfacer la necesidad que Chuck tenía de ser solo el guitarrista líder, además de componer y escribir. Aún se espera la salida de su disco póstumo "When man and machines collide".
Desde 1999, Schuldiner sufría fuertes dolores en la parte alta de la nuca. Creyendo que ese dolor era producto de un nervio comprimido, fue a consultar a un quiropráctico y luego de terapias de acupuntura y masajes, se le recomendó un examen de resonancia magnética. El examen determinó que la causa del nervio comprimido era un tumor. El día de su cumpleaños, 13 de mayo de ese año, Schuldiner fue diagnosticado con un glioma, un tipo de cáncer cerebral localizado en el tronco encefálico.
En octubre de 1999, la familia de Schuldiner anunció que el tumor había remitido y que Chuck estaba pronto a recuperarse. En enero de 2000, Schuldiner requirió cirugía para extirpar los restos del tumor.
 En mayo de 2001 el cáncer  reapareció. Se le negó la cirugía (la cual necesitaba urgentemente) debido a la falta de fondos financieros. La madre de Chuck, Jane Schuldiner, a propósito de la enfermedad de su hijo, recomendó que todos obtuvieran seguros de salud, pues Chuck no lo tenía, lo cual mostró su frustración por el sistema de seguros de su país.
Schuldiner recibió quimioterapia basada en una droga experimental llamada vincristina para ayudar con su terapia. Los efectos secundarios debilitaron aún más la salud de Chuck y a pesar de ello, continuó con su trabajo compositivo. A principios de noviembre de ese año, Schuldiner contrajo una neumonía que complicó su situación. Falleció a las cuatro de la tarde del 13 de diciembre de 2001 a los 34 años.

La muerte no ha muerto.

Cementerio de La Recoleta, Buenos Aires: un clásico de la arquitectura porteña

El cementerio de la Recoleta constituye una de las mejores obras arquitectónicas de Buenos Aires, Argentina; como su nombre lo indica, se ubica en el Barrio La Recoleta. Posee alrededor de 4700 bóvedas distribuidas en una organización de manzanas y amplias avenidas, una superficie total de 54.843 m2.


 Nació como un camposanto aledaño a la Iglesia del Pilar, hasta que en 1822 el Gobernador Martínn Rodriguez a través de su ministro Rivadavia, destinó una gran parte del huerto a los frailes recoletos, para enterratorio general, llamándolo Cementerio del Norte. El proyecto original fue encomendado al ingeniero francés Próspero Catelín, (autor de la fachada de la Catedral), conservándose aún gran parte del trazado original de sus calles interiores.

En 1881, el primer intendente de Buenos Aires, Torcuato de Alvear, encargó la tarea de remodelación del Cementerio al arquitecto Juan A. Buschiazzo, quien diseñó el característico muro perimetral de ladrillos de máquina, con juntas a la iglesia y al pórtico de entrada. Surgieron calles internas, se amplió la capilla y las esculturas tomaron un marcado estilo francés.

Desde el siglo pasado hasta la actualidad reposan aquí presidentes, hombres de la cultura, del deporte, y de las ciencias. La riqueza de las tumbas es un claro reflejo de la opulencia que reinaba en cierto sector del país en esa época. Tanto en las viviendas como en los sepulcros se demostraba el status económico y social al que pertenecían sus propietarios. Fue así como la mayoría de los materiales y detalles arquitectónicos empleados en la construcción de las tumbas, durante el período comprendido entre 1880 y 1930, fueron importados de París y Milán.
Es así como el cementerio de la Recoleta es un reflejo de diferentes estilos arquitectónicos, en donde diversas personalidades fundamentales de la historia de Argentina se encuentran enterradas allí, entre estatuas exquisitas, árboles y obras que parecieran competir entre sí.
El peristilo posee piso de mármol. A la derecha se encuentra la capilla realizada en una sola pieza de mármol con la imagen de Cristo, ubicada en una hornacina, obra del escultor Monteverde, traída de Europa en 1887.
Arquitecto: Juan A. Buschiazzo
Ubicación: Barrio de la Recoleta, Buenos Aires, Argentina
Año Proyecto: 1881

Del turismo no se salvan ni los muertos: cuatro rutas en el Cementerio General de Guayaquil

Publicado en Diario Expreso


Los operadores de turismo podrán considerar en su mapa de visitas a Guayaquil al Cementerio General, pues el Instituto Nacional de Patrimonio Cultural (INPC) aprobó la ampliación de su área patrimonial.
Si bien este camposanto, que abrió sus puertas el 1 de enero de 1843, fue nombrado Patrimonio Cultural Nacional mediante decreto del Ministerio de Educación y Cultura en octubre de 2003, no había incluido todos los sectores del cementerio como las tumbas de Julio Jaramillo y del expresidente Jaime Roldós Aguilera.
El estudio desarrollado por el INPC fue precisamente para agrandar el área patrimonial y establecer cuatro rutas turísticas: de Personajes; Próceres y Presidentes; Artística Literaria y Musical; y de Esculturas.
El cementerio de la Perla del Pacífico, conocido también como Ciudad Blanca, está ubicado al pie del Cerro del Carmen encerrado por un perímetro que tiene forma de trapecio.
Esteban Delgado, director regional del Instituto Nacional de Patrimonio Cultural, aseguró estar en conversaciones con los directivos de la H. Junta de Beneficencia de Guayaquil para poner en ejecución las cuatro rutas turísticas.
“Será el primer cementerio en Ecuador promocionado turísticamente”, dijo Delgado, quien anticipó que otra de las ideas que está siendo analizada es la de ocupar determinados espacios del camposanto para montar conciertos de música clásica o nacional, en fechas recordatorias.
El Cementerio General no se ajusta a un período ni estilo. Mezcla elementos clásicos y modernos de artistas europeos que llegaron a Guayaquil a finales del siglo XIX y principios del XX. De ahí que existen estilos arquitectónicos grecorromanos, neoclásicos, barrocos, italianos, españoles, mudéjar, arábigos y judíos.
Está dividido en 5 secciones, (mausoleos, nichos o bóvedas perpetuas, nichos o bóvedas por arriendo, sepulturas en el suelo de un solo cadáver y fosa común). La más admirable es la de los mausoleos que datan desde los inicios de la ciudad. Existe una variedad de ellos, algunos en forma de capillas con puertas de hierro.
La parte central de este panteón es la más antigua. En ella se aprecian estatuas y mausoleos de Italia y Francia, adornando las lápidas de los hombres y mujeres más sobresalientes de los últimos cien años. Aquí también se encuentran las tumbas de José Joaquín de Olmedo, Vicente Rocafuerte, Pedro Carbo, Eloy Alfaro, Dolores Sucre, Víctor Emilio Estrada y Julio Jaramillo, entre otros personajes ilustres.
En la parte posterior está el área para extranjeros, que originalmente se llamó “Cementerio protestante”, pues quienes pertenecían a este grupo religioso eran enterrados allí. Hay 200 metros de separación entre las otras secciones para que “no se mezclen las almas”. (DHG)

En Hamburgo pretenden retirar escultura fúnebre de la tumba de una actriz porno por considerarla inmoral

La estatua funeraria de la estrella  porno Sexy Cora, quien falleció a principios de año durante una operación de pecho, va a ser retirada del cementerio de Hamburgo por ser 'demasiado sexy', según informa el diario Metro en su página web.
La joven de 23 años, cuyo nombre real era Carolin Wosnitza y que había participado en la versión alemana de 'Gran Hermano', fue enterrada en el cementerio de Hamburgo tras no superar un coma al que le llevaron las complicaciones durante la operación de aumento de pecho.
El ángel de piedra de 20.000 euros que preside su lugar de descanso no es nada ordinario y además incluye algunas fotografías subidas de tono. Las autoridades del cementerio han mostrado su disconformidad con la imagen y han pedido que sea retirada inmediatamente. Algo a lo que se opone el marido de la fallecida.
"Era una mujer bella, ¿a quién le puede ofender eso?", ha declarado Tim Wosnitza. "He contratado a gente de seguridad para que no vengan por la noche a quitarla".
Por su parte, el cementerio alega que la tumba es 'inapropiada' y que puede resultar ofensiva para otras personas que vayan a visitar el lugar donde descansan los restos de sus seres queridos.

domingo, 8 de mayo de 2011

Algunas reflexiones sobre la tradición funeraria musulmana a raiz de la muerte de Osama Bin Laden: entrevista con Sol Tarrés


¿El enterramiento en el mar de un cuerpo sin vida está contemplado en la tradición religiosa de los musulmanes?

El islam es una religión posibilista, es decir, cualquier prescripción va a acompañada por “si es posible”. En consecuencia, si el cuerpo del fallecido no se encuentra, si hay riesgo de enfermedad para los vivos o si no se puede conservar el cuerpo hasta el enterramiento en suelo, existe la posibilidad legítima de que el mar se convierta en la tumba del fallecido. Las creencias asociadas a la tumba en este caso se extienden al mar como tumba espiritual.
Sin embargo, entiendo que cuando los musulmanes dicen que la inmersión del cuerpo de Bin Laden en el mar no se ajusta a las prescripciones religiosas, se refieren a que, frente a la posibilidad real de haberlo enterrado en tierra, los dirigentes norteamericanos han optado por sumergirlo en el mar. Esto contradice la prescripción musulmana de enterrar a sus muertos en suelo siempre que sea posible.

¿Cuál es la percepción de la muerte en el islam?

El islam es una religión trascendente. Al igual que ocurre en las demás religiones reveladas, como el judaísmo y el cristianismo, en el islam la muerte es un paso hacia la vida eterna, para lo que el creyente debe prepararse.
En relación a este tema hay mucha literatura periodística sobre los yihadistas suicidas a la hora de justificar sus acciones. Muchas veces se confunden términos: una cosa es la idea de la muerte desde el punto de vista religioso, y otra es el uso de dicho concepto para justificar determinadas acciones. Para los musulmanes creyentes, la muerte es, igual que en otras religiones, un paso hacia la vida eterna –que es diferente para cada religión–.

¿Hay diferencias en los rituales funerarios islámicos de distintos países?

La base práctica es común para todos los musulmanes que quieren ser enterrados según su religión, aunque luego, en cada país, región o incluso en cada tradición se añaden unas cosas u otras. Por ejemplo, en algunos lugares el cortejo fúnebre va acompañado de plañideras mientras que en otros territorios esta práctica está muy mal vista. Depende de las tradiciones locales.

¿Cuáles son los rituales propios de esta tradición religiosa?

De una forma muy esquemática, consisten en asistir al moribundo, siempre que ello sea posible, ayudándole a que tenga una buena muerte. Una vez producido el deceso, lo ideal es enterrarlo en las primeras 24 horas.
Para ello se debe seguir el siguiente procedimiento: lavar el cuerpo completamente (según las tradiciones de cada lugar se perfumará con determinados productos naturales) y realizar la ablución mayor con él. A continuación se le envuelve en un sudario (tela blanca sin costuras, similar a la que se utiliza para hacer la peregrinación a la Meca) y, sin volver a tocar la carne del fallecido, se entierra directamente en tierra, sin ataúd y orientado hacia la Meca.
El procedimiento de lavado y purificación debe hacerlo una persona musulmana del mismo sexo que el fallecido, y del enterramiento propiamente dicho se encargan los hombres. Una vez enterrado en el cementerio hay una serie de días clave en los que se visita la tumba: el tercero, el noveno y a los 40 días. Esto es lo habitual y común en todos los países.

Un cementerio de la guerra de independencia española es descubierto en Burgos

R. Pérez Barredo

Un improvisado cementerio, un osario gigante, de los que producen escalofríos. Eso fue lo que se encontraron los arqueólogos en el año 2005 en el llamado Campo Lilaila, una amplia extensión de terreno cerca del Camino Mirabueno donde se había proyectado la construcción de varias viviendas. Ya entonces, los arqueólogos encargados de datar el enterramiento señalaron que la gran fosa común, en la que se habían hallado numerosos restos óseos humanos, pertenecía a una época concreta: la Guerra de Independencia (1808-1812). Sin embargo, en los últimos meses ha circulado por internet, para confusión y escándalo de asociaciones vinculadas a la recuperación de la memoria histórica, la errónea noticia de que el improvisado enterramiento pertenecía a otra época más cercana: la Guerra Civil española.

DB ha tenido acceso al informe elaborado por la empresa Cronos S.C. Arqueología y Patrimonio en el que se da detallada cuenta del hallazgo y de un completo análisis de su contenido. Descubrimiento impresionante a tenor de los datos: eran 23 fosas comunes de las que fueron exhumados 1.287 individuos. «La distribución espacial de las fosas está caracterizada por su exhaustiva ordenación, paralelas entre sí, y con un espacio de separación muy similar, generalmente de entre 40-60 centímetros (...) De manera genérica fueron colocados con el cuerpo estirado o ligeramente flexionado, en decúbito supino, prono o lateral, y en la mayoría de los casos muy juntos, para optimizar el espacio de las fosas, formando grupos cuya orientación se alterna por tandas», recoge el informe.

Del total de individuos hallados se realizó un estudio antropológico a los mejor conservados: 387, todos varones de edades comprendidas entre los 16 y los 24 años (un 66 por ciento) y de entre 24 y 30 años (un 16 por ciento). El informe revela con sorpresa los numerosos casos de adolescentes: «La presencia en Mirabueno de individuos adolescentes de edad inferior a 16 años no está en consonancia con los datos aportados en los documentos sobre alistamientos de mozos. El 23 de septiembre de 1808 el general Joaquín Blake anuncia en Trespaderne la intención de alistar a todos los burgaleses. Este alistamiento será de todos los solteros y viudos sin hijos naturales o residentes en el pueblo, que lo sean de edad desde 17 hasta 40 años comprendiendo en él a toda clase de personas y expresando los que fuesen nobles, o gozasen del fuero eclesiástico, e incluyendo también todos los que se hubiesen casado en fraude del servicio».

Pero el mismo estudio desvela que para el reclutamiento de combatientes los funcionarios se distribuían por los barrios de la ciudad, yendo casa por casa, y que existe documentación con listas en las que aparece el nombre de cada uno de ellos, la edad y la talla. «Aunque inicialmente la talla mínima está fijada, aquellos que no llegan por incluso una pulgada pueden luego alistarse como voluntarios, igual que los exentos por viudos o aquellos que ya han realizado un servicio al Rey. Por este motivo no debe extrañar la presencia de menores de 16 años en Mirabueno. A estos voluntarios se les diferencia claramente de los militares y milicianos, categorías expresadas explícitamente en las mismas hojas de alistamiento».

¿Por qué allí?
El estudio, firmado por Carmen Alonso Fernández, descarta que Mirabueno acogiera las víctimas de la Batalla de Gamonal (1808), una de las más cruentas de cuantas se libraron en suelo burgalés, por la distancia entre ambos puntos, de cinco kilómetros. La tesis que sostiene el informe tiene que ver más con la ocupación francesa, cuando las condiciones de vida se volvieron mucho más difíciles. «Las ejecuciones eran algo cotidiano, y a la violenta actuación de los soldados franceses para con la población se unían las enfermedades». Así, se destaca el notable incremento de enfermos que registraron los hospitales de Burgos -Concepción y Barrantes-, lo que obligó a habilitar nuevos centros sanitarios, como el de la Caridad, junto a San Cosme, o el convento de San Pablo. «La ubicación geográfica de dichos hospitales, con una cercanía considerable respecto a la necrópolis de Mirabueno, así como la continua mortalidad en ellos, hace pensar que una gran parte de los enterramientos proceden de este momento. Esto explicaría la ausencia de ropa, objetos o incluso proyectiles, además de su colocación en las primeras fosas excavadas, de forma masiva pero ordenada. También el estudio antropológico ha revelado la existencia de heridas producidas por impactos de proyectil en proceso de curación, y que por lo tanto no causaron la muerte inmediata al fallecido»
Así, el informe deduce que Mirabueno fue elegido como lugar de enterramiento masivo por varias razones: «cercanía a los hospitales pero suficientemente alejado de la ciudad, existencia de un camino directo desde el Barrio de Vega (Camino de Mirabueno), y lugar bien aireado y roturado».
También a partir de 1812, año en que se produjo el asedio del Castillo, se produjeron numerosas bajas. «Durante este tiempo el número de muertos diarios varía mucho. Hay jornadas en las que las pérdidas angloespañolas superan las 200 bajas (...) Es probable que sea ahora cuando sucede un segundo momento en la ocupación de la necrópolis de Mirabueno. La aparición de fosas parcialmente vacías, a diferencia de las primeras que se encontraban completas, junto con la diferente disposición de los cadáveres con mayor presencia en algunas zonas de las fosas, indicarían un goteo constante de muertos relacionados con el asedio, procedentes directamente del frente o de los hospitales. La orografía del castillo como la propia batalla pudieron impedir el enterramiento en un lugar más cercano, ya que prácticamente todo Burgos estaba en el radio de acción de las baterías francesas. La necrópolis sería ya conocida y, su ubicación, a poco más de un kilómetro de los hechos, la convertiría en un lugar apto para sepultar a los fallecidos».

martes, 3 de mayo de 2011

Gonzalo Rojas: contra la muerte

Por José Emilio Pacheco




Rojas había nacido en Lebu, capital del viejo Arauco indomable, en los últimos días de l9l7, es decir en l918, el año en que Vicente Huidobro publicó en Madrid el vasto poema Ecuatorial y la serie de textos en prosa titulada Poemas árticos. Así empezó la vanguardia en lengua española.
En 1938, a sus 20 años, formó parte por breve tiempo del Grupo Mandrágora integrado por Braulio Arenas, Teófilo Cid, Enrique Gómez Correa y Jorge Cáceres, que llevó el surrealismo a Chile. Fue también el momento de Tala de Gabriela Mistral. Los jóvenes de Mandrágora no supieron leer Tala y sin embargo la Mistral le dio a Rojas la honda materialidad de su poesía.
El joven poeta del sur abandonó sus estudios universitarios para irse al norte, al desierto de Atacama, en donde enseñó y recibió la lección de los mineros. En una edición muy pobre y pagada por el autor, salió en una imprenta de Valparaíso La miseria del hombre (l948). Fue recibido con una animosidad inconcebible ante el surgimiento de una nueva voz. El mayor cargo que se alzó contra él: su inmoralidad. El cuerpo del delito era sobre todo: “Perdí mi juventud”, en que el hablante, un muchacho de 20 años, entra en el burdel y halla en el salón el velorio de la prostituta adolescente a la que frecuentaba:
“Un coro de rameras te velaba
de rodillas, oh hermosa
llama de mi placer, y hasta diez velas
honraban con su llanto el sacrificio,
y allí donde bailaste
desnuda para mí, todo era olor a muerte.”

De la poesía sin boom

En l960 Rojas organizó en la Universidad de Concepción un encuentro de escritores iberoamericanos que hoy se considera el origen del boom, pues dio a los autores de nuestros países, que eran jóvenes en ese instante, la oportunidad de tratarse y reconocerse, algo que no había ocurrido desde los tiempos del modernismo, cuando los poetas del continente pudieron relacionarse en París y en Madrid.
El auge de la narrativa fue paralelo al de la poesía. Por razones de mercadeo, la poesía no obtuvo la resonancia que hallaron los novelistas. Sin embargo, cuando en l964 Rojas publicó Contra la muerte su destino fue muy distinto al que había tenido La miseria del hombre. A partir de entonces Rojas fue leído en todo el ámbito de la lengua española.
Sus libros siguientes, como Oscuro, Transtierro, Del relámpago, 50 poemas, Materia de testamento, Desocupado lector, Río turbio o Diálogo con Ovidio encontraron el mayor interés y la más honda aceptación. Rojas es hoy el poeta de lengua española con más ediciones, compilaciones y antologías –por ejemplo Concierto (l935-2003), selección y prólogo de Nicanor Vélez– y obtuvo con la mayor justicia todos los premios: Reina Sofía, José Hernández, Octavio Paz y en 2004 el Cervantes. Esto exigió un precio trágico pues marginó sin quererlo a Nicanor Parra, el gran autor de Poemas y atipoemas, que se acerca a los cien años sin obtener como merece un reconocimiento semejante.
Rojas es un caso singular pues en un ambiente poético como el chileno célebre por su belicosidad él no peleó. A la ilusión de destruir prefirió siempre la tarea de anexar y colonizar. Se apropió para sus fines de toda la vanguardia pero también de la tradición clásica y la poesía de los siglos de oro. Respondió en esto a la teoría de Federico de Onís en el sentido de que la literatura hispanoamericana hace compatible lo que en Europa es irreconciliable y vuelve simultáneo lo que allá es sucesivo. Sólo una inteligencia crítica de primer orden puede haberse apropiado de lo más dispar y encontrado en todo ello la fuente de su originalidad.
Como Rubén Bonifaz Nuño, Rojas creó una versificación enteramente nueva en español que se aparta del empleo abrumador, aunque a veces oculto, del octosílabo y el endecasílabo. Poesía para el ojo y para el oído, la de Rojas reivindica al verso como la unidad esencial del poema y le da la fuerza de la respiración y el ritmo de la sangre.
Así como otros se vanaglorian de sus metamorfosis, Rojas estaba orgulloso de haber nacido adulto para su arte y no haber cambiado nunca. Le gustaba incluir en sus libros de madurez y aun de vejez poemas del joven y del adolescente, como para decirle a su lector: “Mira, es igualito”.
Por supuesto no era así: Rojas cambió y enriqueció su poesía hasta sus últimas páginas. Si en cada nuevo libro resucitaba textos de otros libros era para subrayar su idea de la poesía como un río al que nada detiene, es distinto a cada segundo y es el mismo siempre.
La noción de fluidez se vuelve tan definitoria para Rojas como la idea de la respiración. Sus poemas se escuchan y se aspiran:

I
“Miro el aire en el aire, pasarán
estos años cuántos de viento sucio
debajo del párpado cuántos
del exilio,
2
comeré tierra
de la Tierra bajo las tablas
del cementerio, me haré ojo,
oleaje me haré
3
parado
en la roca de la identidad, este
hueso y no otro me haré, esta
música mía córnea
4
por hueca.
Parto
Soy, parto seré.
Parto, parto, parto.

Del misterioso llanto en maya

Rojas puede serlo todo: íntimo y público, erótico y político. Su obra está dirigida no a los lectores sino a los relectores. Es imposible e indeseable pasar de prisa por sus descensos a los abismos del mar y a las profundidades de la Tierra y las cavidades para siempre ignotas de los seres humanos.
Su relación con México, iniciada en l959, requiere un capítulo aparte para ver la manera en que Juan Rulfo aparece y reaparece en sus versos. Hay una extensa correspondencia con Paz que está por conocerse todavía.
Uno jamás se cansará de leer y releer a Gonzalo Rojas.

Sobre héroes y... la tumba de Sabato

Por Horacio González *

Hemos dicho muchas cosas de Ernesto Sabato a lo largo de los años, hasta que cesara en nosotros la voluntad de dialogar con él. Su largo retiro contribuyó a que fuera fácil considerar su ocaso. Restaban en la memoria los hechos públicos que él había protagonizado, resonantes, que a veces son parte de una obra, y a veces nada dicen de la vida de un escritor. Lo cierto es que todos los que habíamos leído Sobre héroes y tumbas en los años ’60 no lográbamos encajarlo en nuestras reminiscencias más específicas, y las peripecias de Martín y Alejandra Vidal Olmos se confundían con otros recuerdos literarios, el incendio de una vieja casa parecía tener un aroma a Beatriz Guido y el Informe sobre ciegos podía remitírselo a un capítulo perdido, un boceto en ciernes de Roberto Arlt sobre la saga de los conspiradores. La escena de la quema de las iglesias en 1955 parecía tener algo de lo que Sabato presentara a lo largo de su vida como una tragedia sobre la piedad: un adolescente roba imágenes sacras de la Curia en llamas, y una señora aristocrática, en la vereda, lo obliga a que las devuelva y –creo recordar– salve otros iconos del incendio.
Era el viejo tema de la inocencia del mal –tema que también era de Borges–, pero llamando a un gran reconciliación en medio de la catástrofe. Para ello era necesaria cierta santidad de la dama de alcurnia y cierta iluminación arrepentida del muchacho. En sus polémicas con Sabato, Borges consideró “patéticos” estos juegos de conciencia y en las coincidencias que tuvieron en los tiempos que sobrevendrían, como la entrevista con Videla, era posible imaginar que eran diferentes las justificaciones. Borges directamente fue a apoyar. También Sabato, pero siempre pensó ese aciago episodio como apropiado para despertar la conmiseración del príncipe. Cuando Sabato se encargó de la Conadep en 1983, Borges volvió a su papel de niño implacable y dictaminó que no eran ésas tareas para un escritor. Por su parte, en esos momentos Borges también escribió sobre la “inocencia del mal”, describiendo una de las sesiones del Juicio a las Juntas.

Sabato había tenido la suerte de que Albert Camus, que ya era autor notorio, asesor en Gallimard y que todavía no había alcanzado el Nobel de Literatura, se fijara en él. Con ese respaldo, la novela El túnel –algo, muy poco, resonaba El extranjero en ella– le da a Sabato un relieve que será la plataforma para lanzar sus ensayos sobre la condición humana asediada por la tecnología ciega y los engranajes de un mundo maquinizado. Indicado por la revolución de 1955 para dirigir una revista masiva, muy pronto renuncia por comprobar que el nuevo régimen también tortura y muy pronto fusilará. Los grandes textos de Camus sobre la revolución en Argelia y la necesidad de encontrar un “cauce moderado e intermedio” quizá lo inspiran.
Su humanismo provenía de un núcleo íntimo dolorido, a la manera dostoievskiana, que exigía ver al humanismo por el envés, como recóndito llamado a la redención por parte de réprobos, místicos y asesinos. Estos elementos de un saber alquímico y fantasmático, propio de quien había renunciado a las prácticas ciencias físicas, no le dio resultado en su novela Abaddón el exterminador, en las que también pretendía intervenir en las opciones militantes de los jóvenes de los años ’70. Ya era un personaje notorio. Con algo que quizá perduraría en él de los años del grupo de izquierda Insurrexit –años ’30–, criticaba los círculos del destino que en Borges fundían “lo mismo en lo otro”, y deslizó su escepticismo sobre la traducción borgeana de Palmeras salvajes, de Faulkner. Era otra Argentina, donde aún podía creerse que un debate entre Borges y Sabato podía contener todas las posiciones posibles en cuanto a estilos y éticas literarias.
Otros escritores o filósofos, Emile Zola, John Dewey, Sartre, Romain Rolland, Camus, han participado como conciencia cívica autónoma en grandes jornadas de conmoción social del mundo moderno. Sabato lo hizo y cosechó tanto agasajo como críticas. Quizá fue el pacto de Sabato con las revistas de vulgarización ideológica que cortejaban a la dictadura militar, luego con las ediciones del programa de Grondona en las décadas anteriores (no sin advertirle a éste, entre tanta camaradería, de su “aristotélicotomismo”), lo que lo colocó como centinela moral de una clase media medrosa, que llamaba espiritualismo al olvido e interpretación de la historia a las tesis sobre los “dos demonios”, debida a la pluma sabatiana en el Nunca Más. Es cierto que tomó esa tarea de investigación de lo ocurrido en los socavones de la dictadura con gran empeño, y es cierto también que hoy podemos decir que esos hechos formaban parte de una investigación también sobre sí mismo (“sus demonios”, “sus fantasmas”), en la lucha por esclarecer sus propios vaivenes de hombre atormentado. No siempre triunfó este martirio interior como reflexión del humanista escéptico, pues lo rodearon halagos numerosos, adormecientes (sobre los que no supo ironizar, como Borges), y no se incomodó en su papel de augur de diversos poderes que su antigua convicción libertaria le hubieran obligado a cuestionar.
El prólogo de Sabato a la primera edición de Ferdydurke, de Gombrowicz, es una pieza plena, de época, pero justa y perdurable. Por lo demás, dijo y se desdijo, algo sacaba de su mochila cuando sentía que había traspasado demasiados límites y cargaba la penuria de una carta –creo que dirigida a García Márquez– que era exhumada cada vez que surgía la cuestión de aquella reunión con Videla. Nosotros fuimos sus lectores, no podemos decir que éramos inmunes a Sobre héroes y tumbas. No hace mucho, Fogwill, travieso e irónico pero no impreciso, escribió una reivindicación de esta novela. Sabato enojaba a quienes no creían en su vida de monje en la cartuja, retirado del mundo y sufriendo por los seres humanos. La muerte, gran compañera, siempre da una oportunidad a los seres ambiguos. Ahora, acaso un joven estudiante abra nuevamente Sobre héroes y tumbas y se detenga en aquella página donde Martín ve una lucecita prendida en una pensión de San Telmo –es de madrugada– y dice: debe ser un estudiante leyendo a Marx.