Permítanme la licencia del término femenino referido al mar, tal como solemos hacerlo los marinos de profesión. Es verdad que en el siglo XV aparece la expresión “el mar tenebroso” para referirse al inexplorado e inmenso océano, supuestamente plagado de mortíferos monstruos que hacían que los marinos y sus naves jamás retornasen. Pero frente a esa masculinización de la expresión, debida al gran temor e incertidumbre ante la inmensidad oceánica, se utilizaba la más doméstica “mar bravía” de la popular habanera y la deseada “la mar en calma” en contraposición a la temible tempestad. En inglés predomina el she, al igual que para los barcos que también utilizan igual pronombre femenino. Hay quien dice que en gallego mar es masculino, por oposición a la tierra. Otros argumentan en que el femenino le viene de la añoranza de la mujer, otrora ausente del medio marino. Yo me quedo con Alberti: “El mar. La mar. El mar. ¡Sólo la mar!” Don Rafael deseaba que hubiese mar para todos: El mar para los mesetarios y la mar para los ribereños. “A la mar ni la afrontes ni le huyas” decían los viejos marinos viejos. La mar, la tan temida pero añorada, la que, entre otras razones por su connotación maternal, nos transmite la sensación de seno acogedor de alegrías, nostalgias y penas, según las últimas noticias, va a acabar siendo un inmenso cementerio, depósito de cenizas protegidas por urnas funerarias biodegradables. Eso si: biodegradables. Al parecer importa más la materia ecológica del envase que la esencia del contenido. Existe total coincidencia entre los científicos, en aceptar la mar como origen de la vida. Será por ello que algunos quieren que volvamos al seno; manteniendo la sentencia del polvo eres, tan solo gracias al tamiz de un crematorio. Eso de que a uno lo cubran de tierra, ya no es “cosa de hombres cabales”, dice la ranchera. Es un problema de espacio y hasta arguyen que sanitario. Pero la mar, al parecer de algunos, es capaz de acoger en su seno cualquier materia aunque sea humana. La mar femenina y amorosa, ya no devolverá los cuerpos sin vida a los nueve días. Entenderá que sería un contrasentido tal vaivén. Como marino de profesión, puedo compartir el deseo de volver al medio que alimentó mi vida. Pero pensar en utilizar sistemáticamente la mar como cementerio, poco tiene de lógico y menos de ecológico, por muy biodegradable que ello sea.
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