Xavier Parrilla Larache (Marruecos) 15 abr (EFE).- Cuando se cumplen veinticinco años de su muerte, el escritor Jean Genet, pluma clave del siglo XX francés, sigue vivo en la memoria de la ciudad pesquera de Larache, en el norte de Marruecos, donde está enterrado.
El autor de "Diario de un ladrón" o "Un cautivo enamorado" murió el 15 de abril de 1986 en un hotel de París, a la edad de 76 años, junto a la maleta que lo acompañaba, y puso fin así a una controvertida obra literaria que le valió el título de "poeta maldito".
Sus restos yacen hoy en esta villa aletargada al borde del Océano Atlántico, que en tiempos del Protectorado español recibió el nombre de Perla del Norte y donde descansa para siempre tras pasar allí buena parte de sus últimos años de vida.
Jean Genet continúa presente entre quienes lo conocieron en la ciudad. Iba andando a las cercanas ruinas romanas de Lixus y tomaba café en las terrazas de la antigua plaza de España, que aún siguen en pie.
"Era uno más, y le gustaba que le trataran así", explicó a Efe el escritor Mohamed Sibari, que frecuentó al autor primero en Tánger y luego en Larache, y lo recuerda como una persona sensible, amante de una buena tertulia y poco amigo de llamar la atención.
"Por la noche me decía: vamos a pasear por el puerto. Subíamos por la cuesta de los Alemanes, nos metíamos por la medina y nos sentábamos ante el balcón atlántico", el paseo marítimo de la ciudad, rememora Sibari.
Hassan El Idrissi, que regenta la Maison Haute, una casa de huéspedes en la pequeña medina de Larache, detalla que el novelista, poeta y dramaturgo francés vagaba por la ciudad vestido de forma austera y con el lápiz a la oreja.
El Idrissi señala que era fácil encontrar a Genet en todas partes y "a cualquier hora. Dormía en el puerto, en el hammam (baños árabes), en la estación de autobús".
La huella del escritor se deja sentir hoy en la avenida Hassan II. En la antigua librería Damián, Fadna muestra un ejemplar dedicado de la novela "Pompas Fúnebres" e, incluso, su firma en una revista del Teatro Lliure de Barcelona (España) con motivo de un montaje de la obra "El balcón".
"Yo lo recuerdo como una persona sencilla. No creí que fuera tan famoso hasta que murió", explica Fadna. "Casi siempre lo veía de pie, charlando, hablando, comentando algunas cosas".
No muy lejos de allí, bordeando el paseo marítimo cuesta arriba, se encuentra la casa que Jean Genet compró a Mohamed El Katrani, su amigo, su amante, y el cementerio español, donde fue enterrado.
Tras abrir la cancela, la vigilante del camposanto muestra el camino hacia la tumba del escritor. Algunas flores enmarcan la lápida donde consta su nombre, y desde allí se oye el rumor del Océano Atlántico.
Pese a estar en un cementerio cristiano, la de Genet es la única tumba del recinto que no está marcada con una cruz, como él quiso: se trata de una típica tumba marroquí, musulmana y árabe, que mira hacia la Meca, sin lujos de ninguna clase.
La sepultura se ha convertido, con el paso del tiempo, en un lugar al que acuden visitantes marroquíes y extranjeros a rendir homenaje al escritor, de lo que da fe un libro en el que a menudo dejan testimonio.
E incluso aparece la tumba en relatos de autores marroquíes, sobre todo de aquellos que se expresan en lengua francesa, algunos de los cuales lo han tomado como símbolo y referencia.
"Jean Genet es un santo marroquí. Se está convirtiendo en un santo. Ya lo es. No lo será nunca", escribió el año pasado, con motivo del centenario de su nacimiento, el joven escritor marroquí afincado en París Abdellah Taia.
Ladrón, chapero, desertor, vagabundo, homosexual, poeta maldito... Jean Genet descansa para siempre en el cementerio español de Larache, en una tumba sin cruz, mirando a la Meca, convertido ya en un santo marroquí. EFE.
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