Cada libro tiene un alma. En realidad, más de una, si contamos que entre las páginas habitan las almas de quienes las leyeron. Lo garantiza uno de los personajes de “La sombra del viento”, novela en la que Carlos Ruiz Zafón recrea un cementerio de libros olvidados. Pero vale preguntarse qué ocurre si el sitio donde se encuentran guardados los libros no recibe visitas.
Distante de esa ficción y muy adentro de la realidad, las bibliotecas públicas combaten la noción de convertirse en cementerios poblados de libreros sin recorrer. En el País, muchas de estas instituciones libran singulares batallas ante la entrada de una era digital que parece anteponerse al propio acto de pensar y de políticas públicas que tienden a ignorarlas.
“Existe un cambio de paradigma respecto a la función de la biblioteca pública. Y la única manera en que cumplirán con su misión de cara a los desafíos será en la medida en que se posicionen como entes de inclusión digital”, detalla la doctora Ada Myriam Felicié Soto, directora de la Biblioteca de la Escuela Graduada de Trabajo Social de la Universidad de Puerto Rico (UPR), recinto de Río Piedras.
Atender esta realidad es justicia social -elabora la autora del libro “Biblioteca pública, sociedad de la información y brecha digital”- porque, “en muchos casos, la biblioteca pública constituye la única vía para que un ciudadano pueda acceder a tecnologías como internet”. No obstante, para ello las bibliotecas deben aclimatarse a las demandas informáticas actuales.
Un caso que lo ha logrado es la Biblioteca Pública Municipal de Loíza. Luis Daniel Pizarro, director de la institución, expone que “el internet es indispensable”. “El gran porciento de nuestros usuarios ha comenzado a utilizar la tecnología casi exclusivamente. Ya la referencia impresa es algo que ha entrado casi en desuso”, afirma. Pese a eso, Pizarro observa que las fuentes impresas son esenciales en la biblioteca y que por eso han tratado de mantener una colección que atienda las necesidades básicas de los usuarios.
El desinterés también puede afectar la subsistencia de estas casas de libros. No es extraño observar que en varios pueblos del País muchas bibliotecas han quedado rezagadas de la gesta pública. “A diferencia de otros países, en Puerto Rico no existe una cultura de biblioteca pública. Aún no se ha generado una conciencia de la importancia de la biblioteca para la formación de los ciudadanos”, declara Felicié.
“Desgraciadamente no todos los dirigentes ni alcaldes piensan igual”, opina Gladys Gallardo Janer, directora de la biblioteca Dra. Pilar Barbosa de Bayamón.
Sin embargo, la reivindicación del espacio bibliotecario podría originarse en la medida que estos centros estén a la vanguardia en su colección y sus trabajadores sean mediadores entre el mundo digital y el del papel. Por tal motivo, Felicié y Gallardo coinciden en que es necesario mejorar el equipo tecnológico y adquirir recursos informativos confiables.
Tras repasar la historia de la biblioteca de Loíza -que se constituyó en el 1995 bajo la supervisión del Departamento de Educación (DE), pero en el 2006 adoptó su identidad electrónica-, Pizarro indica que, en el 2000, las bibliotecas se ceden a los municipios a la luz de un convenio de vinculación. “La idea inicialmente atractiva no resultó como se esperaba porque lo único que permaneció en la biblioteca de parte del DE era el maestro bibliotecario”, explica Pizarro.
“Nos encontramos con que muchas se quedaron con personal municipal que no estaba adiestrado, con muchas ganas de trabajar y mucha energía, pero no tenían esas herramientas”, especifica. Felicié reclama “que algunas bibliotecas se mantienen en una especie de limbo entre el DE y el municipio”.
Esa incertidumbre ha desembocado en que “personas sin peritaje en bibliotecología están tomando decisiones importantes respecto a los servicios de información”, reitera. Las generaciones de hoy, compuestas en gran medida por niños y jóvenes que nunca han utilizado una enciclopedia de papel, también presentan un abanico de desafíos para el bibliotecario del siglo XXI.
Gallardo narra que “ellos lo cogen todo de internet y a mí me preocupa porque se creen que porque salga en el internet es bueno. No saben evaluar la información que encuentran, la imprimen, pero no saben ni qué imprimieron, ni quién lo escribió”.
Mas estas coyunturas pueden transformarse en aliadas si las bibliotecas reconfiguran su papel ante la modernización. Felicié indica que las bibliotecas de hoy lograrán sus cometidos una vez “integren y adapten las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, […] se adecuen a los cambios sociales y se focalicen en las necesidades e intereses particulares de las personas”.
Precisamente, la biblioteca pública-municipal de Bayamón, Dra. Pilar Barbosa, se ha volcado en fusionar la tradición y la modernidad desde su fundación en el 2000 bajo la administración de Ramón Luis Rivera, padre.
Un estudio determinó -según Gallardo- que se debían ofrecer servicios para niños, personas con discapacidad y envejecientes, entre otros sectores del tejido social. Por tal razón, en su edificio cilíndrico -cuyo diseño es de la reputada firma de arquitectos Sierra, Cardona y Ferrer-, la biblioteca se ha volcado en ser un centro vivo.
Y es que para mantenerse vivas, tendrán que conjugar medidas que las hagan relevantes a la sociedad. De acuerdo con Felicié, la biblioteca capturará público en la medida que innove, que cuente con un horario flexible -que incluya noches y sábados-, que se transforme en lugar de encuentro, que realice actividades para promover la economía local, y en que anuncie servicios gubernamentales y actividades de la comunidad.
Por ello, con la meta de atender todos los segmentos de la sociedad, la biblioteca de Loíza ha sido un lugar de enseñanza incluso para infantes y niños preescolares, aparte de ser el hogar de un club de ajedrez y un centro de actividades como películas, talleres y lectura de cuentos. “Nos queremos proyectar también como un centro de trabajo para comerciantes pequeños, un sitio donde la gente pueda hacer sus búsquedas de empleo”, cuenta Pizarro.
“La biblioteca no es simplemente un lugar de estudio o donde vas a encontrar libros o computadoras, es un centro cultural”, finaliza.
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