(EL Universal).- Buzos e investigadores de la Facultad de Antropología de la Universidad Autónoma de Yucatán (UADY) encontraron en un cenote cercano a la zona arqueológica de Chichén Itzá huesos de niños mayas que supuestamente fueron parte de los sacrificios en honor a los dioses, pero con la característica de que muestran algunas huellas de violencia.
Para lograr el hallazgo, los espeólogos tuvieron que descender primero 20 metros a profundidad en forma vertical y posteriormente otros 30 metros más, en forma horizontal, para toparse con un cementerio humano en el fondo del cenote, cuya ubicación no darán a conocer para evitar saqueos o perjuicios a los trabajos de averiguación que continuarán en los próximos meses.
Esta es la primera vez que el hombre observa evidencias del pasado en este cenote, donde los mayas practicaron el sacrificio humano como un vínculo con sus dioses y una forma —según sus creencias— de buscar la satisfacción de ellos mismos, mencionaron. El investigador subactuático Guillermo de Anda, de la Universidad Autónoma de Yucatán (UADY), señaló que los mayas pensaban que la sangre del hombre era la ofrenda mas valiosa que se le podía conceder a los dioses, esperando algún beneficio de este acto.
De Anda y su equipo contaron restos de por lo menos 20 seres humanos, así como otros elementos de jade, piedras labradas y cuchillos de pedernal. Los investigadores han logrado identificar seis osamentas: dos son de niños y cuatro de adultos. También encontraron restos óseos de perros, venados y jaguares, la mayoría con evidencias de haber muerto de manera violenta.
Acerca del porqué el sacrificio de niños mayas, los espeólogos dijeron no tener respuesta. “Muchos de los niños que fueron arrojados al cenote tienen marcas de violencia... es posible que sean niños que murieron por causa natural y luego fueron utilizados para alguna ceremonia especial”, dijo.
En cuanto a los restos de animales, se estima que los mayas pensaban que eran quienes guiarían el alma de los muertos en su viaje hacia el mas allá. Por los objetos encontrados, existe la presunción de que los restos corresponden al tiempo clásico terminal o postclásico inicial, entre el año 900 y mil de nuestra era.
Los investigadores analizarán los hallazgos en laboratorios para establecer el sexo, la edad y la causa de la muerte de las personas.
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