Bajo el suelo de las iglesias más antiguas de Cuba existen cementerios donde están enterradas personas de diferentes clases: esclavos, españoles o criollos; aquellos que ostentaban mayores riquezas los sepultaban más cerca del presbiterio, y a los sacerdotes en la cripta, bajo el altar. El hedor era insoportable debido a los cadáveres putrefactos, y en ocasiones solo se podía estar poco tiempo en el interior.
En tiempos de plaga, la situación se volvía insostenible; los lugares de entierros eran reutilizados, sin importar si eras el Marqués de Villalta o el esclavo que le servía; abrían el agujero, sacaban los restos anteriores, a veces aún en descomposición, y volvían a introducirlos sobre el nuevo cadáver, no había problemas mientras se mantuvieran en camposanto.
La situación higiénica era crítica, y en 1804 el Obispo Espada y Landa da inicio a las campañas de prohibición de entierros dentro de las iglesias; se crearon los primeros cementerios del país y no hubo más náuseas durante las misas. Pero los restos más antiguos siguen escuchando cada día los pasos y murmullos de los visitantes, y las palabras de los sacerdotes hacia los feligreses.
Hace meses, las losas de granito que adornan el suelo de la iglesia católica de Guanajay se han levantado en diferentes lugares. Al comenzar las reparaciones aparecieron evidencias arqueológicas del antiguo cementerio por lo que fue necesario el auxilio del historiador Leonardo Camoeira y de los miembros del grupo espeleológico Guamuhaya, la participación del Arqueólogo y Arquitecto Jorge F. Garcell Domínguez, autorizado por la sub comisión de Arqueología de la Comisión Nacional de Monumentos, tras la emergencia de los trabajos a efectuarse en el templo y su experiencia en contextos funerarios, para desentrañar los entresijos guardados por tantos años.
A 15 centímetros de profundidad aparecieron las losas de barro que conformaban el antiguo piso. A partir de ese momento empezaba un trabajo más difícil; en lugar de emplear picos se debían usar herramientas más delicadas para no dañar las piezas y huesos que aparecieran a partir de ese momento. Se encontraron algunos fragmentos de metal totalmente oxidados entre dos capas estratigráficas, una especie de rejilla aislante colocada al construir el piso actual en el año 1956, y el posible motivo del desnivel del suelo.
Después de retirar las losas comenzó un trabajo arduo, pues debajo de ese suelo debían estar los enterramientos. A medida que excavaban aparecieron algunos fragmentos de cerámica y vidrio, junto a una pieza dentaria de animal, prueba de que se usaba cualquier tipo de relleno para tapar las sepulturas, incluso basura. Los primeros restos humanos estaban dispersos y destruidos, muestra de la reutilización de los espacios de entierros.
Todos los enterramientos encontrados eran secundarios, o sea, no estaban en posición anatómica ya que habían sido removidos, en este caso para sepultar a otras personas. Apenas se encontraron piezas dentales, otro motivo para pensar que no fueron enterrados en ese lugar. Por desgracia, no se extrajeron huesos sin que sufrieran fracturas, debido al mal estado de la osamenta de más de 200 años. La humedad de la tierra guanajayense es muy alta, y provocó un deterioro acelerado en estos, además de que se encontraron varias raíces atravesándolos. Cerca de 16 cráneos fueron encontrados en el lugar de la excavación, de diferentes sexos y edades. Una vez terminados los estudios, los huesos se devolverán al interior del templo, cuando se reparen otras secciones del piso de granito integral del templo.
La intervención arqueológica facilitó un nuevo acercamiento con la historia; se hallaron cuatro niveles de piso, el más antiguo a 1.30 metros de profundidad. También se encontraron dos niveles de relleno donde se localizaron gran cantidad de fragmentos óseos, al estilo de un gran osario. Nobles de la época, criollos o esclavos descansan bajo el andar de los feligreses de Guanajay; quién sabe si alguno de sus descendientes camina hoy sobre sus restos.
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