La tecnología del arte y diseño gráfico está ganando terreno en el cementerio de Jujan, en desmedro de cientos de artesanos que por esta época se dedican a aclarar letras y pintar bóvedas.
Ahora las familias están optando por instalar gigantografías en las tumbas que vienen con novedosos diseños y pasajes bíblicos.
Gerónimo Vega, oriundo del cantón Jujan, vaticina que en pocos años desaparecerán totalmente los pintores artesanales. Recuerda que hasta el año pasado el negocio de pintar tumbas y aclarar letras era rentable porque los parientes de los fallecidos contrataban con días de anticipación los servicios de un pintor para que le cambie la fachada a las bóvedas.
Vega pintaba hasta 20 tumbas diarias, pero este año esa cifra se redujo a cinco.
Ayer, mientras se protegía del fuerte sol bajo un árbol dentro del camposanto de Jujan, señaló que "los familiares de los difuntos ahora prefieren poner gigantografías en las tumbas, porque ese diseño les trae una fotografía del difunto, un paisaje, una frase bíblica, los nombres del finado y la fecha en que murió, por un costo de 25 dólares".
Leonardo Lozano, de 30 años, quien lleva una década plasmando paisajes en las bóvedas de los cementerios de los cantones Jujan y Simón Bolívar, expresó que hasta el año anterior pintaba hasta 50 paisajes diarios, pero ahora solamente cinco. "La ciudadanía está prefiriendo las gigantografías, pese a que ambos trabajos tienen un costo similar".
Lozano aseguró que para perfeccionar su trabajo continuamente asiste a seminarios de pintura y a concursos en diferentes eventos artísticos, sin embargo, "los propietarios de las tumbas se inclinan por la tecnología del diseño gráfico, dejando sin trabajo a quienes esperamos los feriados de difuntos para ganarnos unos cuantos dólares".
Pequeños negocios
Esta fecha dedicada a las personas que fallecieron también es aprovechada por decenas de estudiantes de distintos colegios de la localidad y cantones aledaños que realizan trabajos de pintura, mejoramiento de tumbas e improvisan pequeños negocios de venta de agua potabilizada, flores, velas y tarjetas de recuerdo.
Uno de ellos es Alfredo Alcívar, de 15 años, del colegio Teodoro Alvarado, quien acompañó a su padre a pintar tumbas. Mientras que otros lo imitaban reparando bóvedas. Mientras que en los exteriores del camposanto, unos 80 comerciantes instalaron puestos para la venta de comida preparada. En esos comedores predominaban los platos típicos como la fritada, el seco de pollo, el morocho, la guatita, que atraían a los comensales. (GFR)
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