miércoles, 1 de julio de 2020

Solas, confinadas y violentadas. Artículo de Abel Ramírez

Imagen tomada de artículo citado
Para la Red Ecuatoriana de Cultura Funeraria es un gusto, poder compartir este artículo publicado por Abel Ramírez y que salió en la una revista de la Universidad Nacional de La Matanza (Argentina). El mismo aborda la violencia de género en esta época de COVID-19.

Introducción
La violencia constituye una problemática abordada en distintos estudios, recortes de prensa, reportajes televisivos, así como en diálogos cotidianos ciudadanos. Es una constante en las sociedades modernas que se ha expresado de múltiples formas: física, sexual, patrimonial, psicológica, institucional, simbólica, entre las más tratadas por distintas/os académicas/os de las ciencias humanas (Hernández 2002; Blair Trujillo 2009; Parra y Tortosa 2003; Glockner 2017; Posada 2017). No obstante, cada uno de los ámbitos mencionados tiene componentes y elementos que la hacen más o menos visible; cada uno responde a formas de organización social, cultural, política y económica de los conglomerados en los que surgen; cada uno tiene relación directa con una maquinaria narrativa y con una forma de nominar los cuerpos y las cosas (Barraca Mairal 2011). Es decir, el lenguaje atraviesa todo aquello que se engarza con la violencia. Esta, se ubica en todos los espacios de la vida humana: está en lo doméstico, en lo público, en lo laboral o en lo educativo, y por la forma en la que está organizada la sociedad (OPS/OMS 2002) son las mujeres las que han llevado, históricamente, la peor parte.

La Organización Panamericana de la Salud para la Organización Mundial de la Salud, en su informe, hace mención al fenómeno de la violencia como “un problema complejo, relacionado con esquemas de pensamiento y comportamiento conformados por multitud de fuerzas en el seno de nuestras familias, comunidades, fuerzas que pueden traspasar las fronteras nacionales” (OPS/OMS 2002, 9). Evidentemente, la referencia es a la violencia como un fenómeno social que nos atraviesa, pero que al mismo tiempo tiene la capacidad para movilizar conductas e imaginarios colectivos. No es estática: muta, se mueve y se adapta a los distintos contextos a nivel mundial. En se sentido, es posible asegurar que la violencia está inscrita en una complejidad práctico-discursiva que se engarza con una serie de contextos, circunstancias y relaciones. Desde esa perspectiva, pensar en la erradicación de la violencia no es imposible ya que es un fenómeno social fuertemente arraigado a la cultura, a la historia, a la política y a la economía.

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