(El País) En el suelo de la nave central y del brazo sur del crucero de la Catedral de Santiago se abre un pasillo estrecho hacia los sótanos del templo o, lo que es lo mismo, la historia de la ciudad antes del 813, el año en el que el obispo Teodomiro reconoció la tumba señalada por el ermitaño Pelayo como la del apóstol. A partir del 4 de abril, quien lo desee podrá hacer un viaje por ese sótano, en realidad un gran cementerio de orígenes romanos que se prologó a la época sueva y que en el siglo VIII quedó cubierto por una capa terrosa, sin interés arqueológico, que atestigua un abandono inmediatamente anterior al hallazgo del siglo IX. Nunca antes, con la excepción de arqueólogos o visitantes "muy privilegiados", el público general pudo acceder a la necrópolis que son los subsuelos de la catedral, descubiertos a raíz de una gran excavación dirigida por Manuel Chamoso Lamas entre 1946 y 1959. Sus conclusiones las recoge en Santiago de Compostela, publicado por primera vez en 1961.
La búsqueda dejó al descubierto decenas de tumbas con sus correspondientes laudes -las lápidas que cierran las sepulturas-, entre ellas la del obispo Teodomiro, hoy expuesta en la nave lateral derecha del templo. Dentro de las sepulturas han aparecido varios esqueletos fosilizados. Esta es la única razón que Ramón Díaz, director técnico del Museo de la Catedral, encuentra para explicar su buen estado catorce siglos después, porque el suelo ácido de Galicia no ayuda precisamente a su conservación.
Además, en la catacumba sueva alojada bajo el crucero sur de la Catedral puede verse parte de la muralla que tuvo aquel primitivo burgo anterior al descubrimiento y, pegados a esta, los cimientos de la torre defensiva levantada por don Cresconio, obispo de Iria, sobre otra anterior del siglo IX. Era el fin de la ciudad, tan reducida entonces que sus límites ni siquiera sobrepasaban la iglesia prerrománica, muy parecida a las del occidente astur, levantada durante el reinado de Alfonso III (886-919).
"Hacia atrás [antes del año 813] no hay más recursos que la toponimia y la arqueología", señaló el deán de la catedral, José María Díaz, durante la presentación de la primera visita guiada para periodistas por la necrópolis del templo. El Cabildo conocía los hallazgos del equipo de Chamoso Lamas desde que terminaron a mediados del siglo pasado, pero la decisión de compartirlos y abrirlos al público se retrasó más de 50 años. En parte por la dificultad del acceso -que limitará la entrada a un máximo de 12 personas en un solo grupo diario-, pero también porque, cuenta el director del Museo, las tumbas abiertas con los esqueletos dentro hacían demasiado "morbosa" la visita. Lo importante, insiste Ramón Díaz, es que la excavación permite entender la evolución del espacio hoy ocupado por la catedral: de mausoleo romano a necrópolis sueva después e iglesia consagrada en el 899, la primera en honor a Santiago, al llegar los primeros peregrinos.
Las excavaciones también muestran la violencia con la que Almanzor atacó el templo, en contra de la tradición que la reduce a un simple robo de campanas. Por entonces, sobre la pequeña iglesia levantada en tiempos de Alfonso II se había construido otra más amplia, que la razia del caudillo árabe dejó en estado ruinoso y que después del ataque fue reconstruida en tiempo récord, unos 50 años. "Duró poco, en 1112 la catedral románica la engulle", explica el guía.
"Hoy difícilmente podría hacerse una excavación así", reconoce uno de los encargados del Museo. El suelo de la nave central del templo estuvo abierto durante más de 10 años. Los fieles y turistas que querían acceder a la catedral debían hacerlo exclusivamente por los laterales. El rastreo de datos arqueológicos, no siempre el más respetuoso para el patrimonio, provocó pérdidas irreparables de información. "Hoy, cualquier pequeña pieza que se encuentra tiene que someterse a un estudio arqueológico. Antes importaba esto -señala las sepulturas- pero no el contexto", lamenta.
Pero si alguien esperaba que una excavación confirmara la creencia de que los restos que se veneran en Compostela son los del apóstol Santiago, se equivoca. No la prueba, aunque tampoco la refuta, advierte el deán. "La investigación es conforme con la tradición, pero no probativa", dice.
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